a lo lejos del camino;
una palabra muy breve
que tiene un eco infinito.
Un hijo es una pregunta
que le hacemos al destino.
Hijo mío, brote nuevo,
en mi tronco florecido,
si no sé lo que será de ti
cuando me haya ido;
si no es mío tu mañana
¿por qué te llamo hijo mío?
El tiempo, como un ladrón,
quiere robarme a mi hijo
y llevárselo muy lejos
hacia un mañana indeciso,
donde no pueda abrigarle
con el sol de mi cariño.
-íEs mío!- le grito al Tiempo,
y el Tiempo responde -íEs mío!
Y así me lo va llevando
poco a poco de mí mismo,
igual que a una rama el viento,
igual que a una flor el río.
íMano cerrada y cruel
del porvenir indeciso;
abre un poco, que yo vea
lo que traes a mi hijo!
Es, en mi vida toda,
lo que tengo por más mío,
íy no puedo ni quitarle
una piedra en su camino!
íQué vana cosa es el hombre!
íQué vano es su poderío!
A eso que es toda su vida
y que es todo su cariño,
¿por qué con tan loco orgullo
le llama el hombre hijo mío?
¿Acaso es suyo el mañana?
¿Acaso es suyo el destino?
José María Pemán
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