"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
La Guàrdia Urbana de Barcelona cifra los asistentes en alrededor de un MILLÓN de personas.
Esa cifra es imposible, dado que la superficie a ocupar era de 201.322 m2 incluidos árboles y mobiliario urbano. Las fotos indican claramente la baja densidad de manifestantes en la mayor parte de la manifestación, exceptuando quizá la cabecera y algún otro segmento de la misma.
En base a estos presupuestos, creemos que el número de manifestantes está por debajo de los 200.000. Lo del millón es una fábula. Entre otras razones porque en el supuesto de máxima densidad teórica -4 personas por metro cuadrado- no se llegaría a los 800.000. No solo no se llegaría a esa cifra sino que muchas personas no podrían resistir mucho rato el hacinamiento.
Nadie duda que las manifestaciones de la Diada de los últimos años han sido probablemente las de mayor participación ciudadana que se recuerdan en Cataluña. Ni tampoco nadie duda de su impacto político.
Pero una cosa es creer que un proyecto político ha sacado a la calle a casi la tercera parte de la población de un territorio (28'6%) y otra muy diferente saber que la cifra real ha sido de apenas el 6% de la misma.
Saber la verdad no debería enojar a nadie, porque permite afrontar la realidad y no la ficción. A unos, para saber realmente el apoyo que tienen sin autoengañarse y, a otros, para calibrar mejor el reto político al que realmente se enfrentan.
Los medios han hecho dejación de su responsabilidad profesional y se limitan a marcar una supuesta equidistancia al publicar las cifras dadas por los organizadores y las cifras facilitadas por la guardia urbana.
Sin embargo, un còmputo aproximado y fiable no es tan difícil de realizar, especialmente desde que disponemos de instrumentos de medición al alcance de cualquiera (Google Maps, Google Earth...), así como de imágenes aéreas (fotos y videos) de las manifestaciones y concentraciones más importantes.
A pesar de ello, ningún medio lo hace. Entre otras razones porque exageraron tanto las cifras en el pasado que ahora no pueden publicar la verdad sin quedar en evidencia.
Para la Diada de este 11 de Setembre, los convocantes han delimitado el siguiente espacio urbano:
Si aplicamos las herramientas de Google para calcular su superficie, esta se estima en 201.322 m2 brutos, que incluyen espacios verdes y mobiliario urbano no ocupable
Vean ahora la superficie calculada en mapa topográfico para hacerse una idea más precisa del espacio a ocupar.
El cáculo mínimo sería de 1 persona por metro cuadrado y el máximo sostenible de 3 personas m2. Pero esa alta densidad, que incluso puede llegar a 4 personas m2, solo es registrable en las cabeceras. El promedio suele fijarse en 1,7 personas por metro cuadrado.
En base a estos presupuestos, en caso de llenarse completamente la zona delimitada con densidad mínima el número de asistentes alcanzaría los 200.000. En el caso de aplicarse el índice promedio de densidad, la cifra ascendería a unas 340.000. En caso de aplicarse el máximo teórico de densidad, el número de manifestantes que cabrían rozaría los 800.000.
- El presidente de la Generaliat, Carles Puigdemont.
- El vicepresidente del Govern y conseller de Economia, Oriol Junqueras.
- El conseller de Presidencia, Jordi Turull.
- El conseller de Asuntos Exteriores, Raül Romeva.
- La consellera de Educación, Clara Ponsatí.
- El conseller de Territorio y Sostenibilidad, Josep Rull.
- La consellera de Gobernación, Meritxell Borràs.
- El conseller de Salud, Antoni Comín.
- La consellera de Trabajo, Dolors Bassa.
- El conseller del Interior, Joaquim Forn.
- El conseller de Cultura, Lluís Puig.
- El conseller de Empresa, Santi Vila.
- El conseller de Justicia, Carles Mundó.
- El conseller de Agricultura, Meritxell Serret.
- El secretario del Govern, Victor Cullell.
- La presidenta del Parlament, Carme Forcadell.
- El vicepresidente primero del Parlament, Lluís Guinó.
- El vicepresidente segundo del Parlament, José María Espejo-Saavedra.
- La secretaria primera de la Mesa, Anna Simó.
- El secretario segundo de la Mesa, David Pérez.
- El secretario tercero de la Mesa, Joan Josep Nuet.
- La secretaria cuarta de la Mesa, Ramona Barrufet.
- El letrado mayor del Parlament, Antoni Bayona.
- El secretario general del Parlament, Xavier Muro.
- La técnica de coordinación de la producción de publicaciones del Departamento de Ediciones del Parlament, Silvia Casademont.
- Los titulares y suplentes de la sindicatura electoral de Catalunya: Marc Marsal, Jordi Matas i Dalmases, Marta Alsina, Tania Verge, Josep Pagés i Eva Labarta.
El narcisismo independentista es autista. No oye ni ve otra cosa que a sí mismo. Henchido de prisa y de épica ha tomado el atajo para romper la legalidad existente e imponer la suya. Su infantil excusa siempre es la misma: la vía legal es larga, difícil y no garantiza que nos salgamos con la nuestra. Necios. Si en 1975 hubiésemos pensado así, la transición pacífica de una dictadura a una democracia -probablemente lo más difícil en el arte de la política- no se hubiera producido. No por lo menos de una manera tan sensata y ejemplar.
Si los independentistas rompen la legalidad es, simplemente, porque quieren. Ayer, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, les reiteró lo obvio y que ellos, románticamente impermeables a la razón, siempre ignoran:
"...el acatamiento a la Constitución no implica, en modo alguno, que esta sea una ley perpetua o que pretenda serlo. En absoluto. Todas y cada una de sus determinaciones, incluidos sus preceptos más esenciales, pueden ser modificadas. Y esa aspiración es legítima, está reconocida y está amparada por la propia norma. La Constitución se puede modificar, pero solo a través de las reglas y de los procedimientos previstos para ello; nunca mediante la desobediencia o la imposición antidemocrática e ilegal."
Para un demócrata ese es el único camino posible y deseable. Pero para ellos, no. Para ellos romper la legalidad es un valor en sí mismo. Es casi un imperativo moral. Forma parte de los 'genes', del ADN ideológico del nacionalismo supremacista y del izquierdismo comunistoide. Esta gente, cuándo se llena la boca de democracia, cuando pide más democracia, no está hablando de nuestra democracia, de la democracia liberal y representativa. Habla de la democracia popular, directa, corporativa, orgánica... Es decir, de su caricatura.
Una caricatura que, como la esperpéntica entrada de Tejero el 23-F en el Congreso de los Diputados, se ha desarrollado como un reality show en el Parlament ante los ojos de todo el mundo. Todos hemos podido ver en directo como los supuestos demócratas no han dudado en utilizar cualquier medio para alcanzar sus fines. En los dos días en que pretendían cambiar el mundo lo único que han hecho es cargarse el autogobierno de Cataluña, la dignidad de sus instituciones y los derechos de sus ciudadanos.
Puigdemont ha consumado, sobre el papel, su golpe de estado. Ha delinquido. Y con él, muchos otros cargos políticos de Cataluña. Ahora le toca a la Justicia y a la policía detener el delito. Y preventivamente detener a los delincuentes, puesto que ya han dicho que se declaran en rebeldía.
Puede que no sea fácil. Puede que algunos alocados intenten impedirlo. Pero, sea como fuere, los golpistas deben ser llevados ante la Justicia, dónde serán juzgados con todas las garantías que ellos tan vergonzosamente han negado a los diputados de la oposición.
Muy buenas tardes a todos. Muchas gracias por su asistencia.
Comparezco ante ustedes para informarles de los acuerdos adoptados en la reunión extraordinaria del Consejo de Ministros que acabamos de celebrar.
Después de haber recibido el preceptivo dictamen del Consejo de Estado y escuchado a los miembros del Gabinete, acabo de dar instrucciones a la Abogacía del Estado para que registre inmediatamente el recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Referéndum que votó ayer el Parlamento de Cataluña.
Asimismo, el Consejo de Ministros ha acordado impugnar, también ante el Tribunal Constitucional, el decreto de convocatoria del referéndum firmado anoche por el presidente de la Generalitat y el decreto por el que se aprueban las normas complementarias para la realización del mismo.
Por último, recurrimos la resolución 807/11 del Parlamento de Cataluña por la que se designan cinco miembros de la Sindicatura Electoral.
En los recursos el Gobierno pide la nulidad de todos estos actos y que se decrete la suspensión de los mismos, a la espera de la correspondiente sentencia.
Asimismo, hemos solicitado que se notifique personalmente dicha suspensión al presidente de la Generalitat y a todo su Gobierno, a los principales altos cargos de la Generalitat relacionados, de una u otra manera, con la organización de ese referéndum y a los 947 alcaldes de Cataluña.
Se solicita, por último, al Tribunal que en esas notificaciones personalizadas se advierta a todos ellos de su deber de impedir o de paralizar cualquier iniciativa tendente a la organización del referéndum.
Estos acuerdos del Gobierno se unen a muchos otros que hemos venido adoptando en los últimos tiempos para evitar la celebración de un referéndum ilegal que rompería la soberanía nacional, liquidaría la convivencia pacífica que hemos compartido los últimos cuarenta años de vida democrática y acabaría también con el régimen de autogobierno de Cataluña.
Son muchas y muy sólidas las razones que amparan la decisión adoptada hoy y trataré de desgranarlas de manera ordenada y pormenorizada. Cada una de ellas justificaría por si sola la actuación del Gobierno; todas juntas constituyen un aldabonazo sobre los aspectos cada vez más autoritarios y antidemocráticos que presenta la actuación de los responsables de las instituciones de Cataluña.
La primera razón es, indiscutiblemente, hacer honor a nuestro mandato de cumplir y hacer cumplir la Ley.
El principio de legalidad es un presupuesto fundamental de cualquier sociedad civilizada. España es, desde hace cuarenta años, un país que convive en paz y conforme a unas reglas acordadas por todos. Vivimos de acuerdo con unas normas que nadie nos impuso, reglas del juego que fijamos todos los españoles en libertad y para seguir viviendo en libertad y en paz. Son unas normas democráticas que velan, no solo por los derechos de las personas, también por el control de las actuaciones de los poderes públicos y por el respeto a la pluralidad de la sociedad.
Insisto, el Gobierno, con su actuación, defiende el imperio de la Ley, que es la garantía de nuestra convivencia y de nuestra libertad.
Frente a esta voluntad democrática de los españoles, plasmada en sus normas, y singularmente en su norma suprema que es la Constitución, no existe ningún poder que pueda menoscabarla y ningún tipo de legitimidad alternativa.
Algo debe quedar muy claro: lo que no es legal no es democrático. En consecuencia, la principal responsabilidad de mi Gobierno y de cualquier Gobierno en el mundo, y en cualquier circunstancia, es hacer cumplir la Ley, porque así hace cumplir la voluntad mayoritaria de los ciudadanos y se preserva la democracia.
Además, en este caso concreto de nuestro recurso contra el referéndum ilegal de autodeterminación que se ha convocado en Cataluña, estamos defendiendo un principio fundamental de nuestra convivencia: la voluntad de decidir entre todos el futuro de nuestro país. Esto es la soberanía nacional: todos decidimos sobre lo que a todos nos pertenece, que es nuestro país.
Nuestra Nación no es producto de ninguna imposición, ni una ocurrencia de última hora. Es el resultado de la voluntad y de los sentimientos de generaciones y generaciones de mujeres y de hombres que han querido vivir juntos en su innegable y enriquecedora pluralidad. Juntos hemos compartido nuestras vidas hasta hoy y así seguiremos haciéndolo en tanto en cuanto no decidamos, todos juntos, lo contrario.
Ni yo, en mi calidad del presidente de Gobierno, ni las Cortes Generales, ni ningún otro tipo de poder, pueden hurtar unilateralmente esa decisión que corresponde adoptar a todos y cada uno de los españoles.
En consecuencia, esa consulta, por más que se pretenda imponer de forma atropellada, chapucera e ilegal no se va a celebrar.
No habrá referéndum de autodeterminación, porque supone privar al conjunto de los españoles del derecho a decidir su futuro. Como comprenderán, ni el Gobierno ni los Tribunales pueden tolerarlo bajo ningún concepto.
Por si estas razones no fueran suficientes, les recuerdo, además, que la convocatoria del referéndum de autodeterminación supone un claro e intolerable acto de desobediencia a nuestras instituciones democráticas, y el Gobierno también se considera obligado a defender la dignidad de las mismas.
Todos los poderes públicos, todos, estamos obligados a guardar fidelidad a nuestra Constitución y a cumplir las distintas resoluciones del Tribunal Constitucional. Ese deber de fidelidad constituye el soporte fundamental de nuestro Estado de Derecho y la clave de bóveda del pacto de convivencia que los españoles nos dimos hace cuarenta años.
Además, el acatamiento a la Constitución no implica, en modo alguno, que esta sea una ley perpetua o que pretenda serlo. En absoluto. Todas y cada una de sus determinaciones, incluidos sus preceptos más esenciales, pueden ser modificadas. Y esa aspiración es legítima, está reconocida y está amparada por la propia norma. La Constitución se puede modificar, pero solo a través de las reglas y de los procedimientos previstos para ello; nunca mediante la desobediencia o la imposición antidemocrática e ilegal.
Les recuerdo que invité al señor Puigdemont a exponer sus demandas al conjunto de la soberanía nacional en el Congreso de los Diputados, para abrir un diálogo sobre las mismas. Nunca quiso hacerlo. Tampoco ha querido negociar ningún otro posible entendimiento que no pasara por la imposición de este referéndum que ningún presidente del Gobierno de España puede aceptar ni negociar.
Al recurrir ante el Tribunal Constitucional las leyes de convocatoria del referéndum de autodeterminación, el Gobierno también está defendiendo el autogobierno de Cataluña, la dignidad de sus instituciones y los derechos de sus ciudadanos.
Para empezar, se ataca el autogobierno de Cataluña cuando se ataca la Constitución, sobre la que se fundamenta y de la que nace su legitimidad; pero también se ataca la legalidad catalana cuando se ataca el Estatuto de Autonomía y cuando se pretende derogar de un plumazo y sin la mayoría prevista para abordar siquiera una reforma del mismo, que es de dos tercios.
Me refiero también al desprecio sistemático de los dictámenes y advertencias de sus propias instituciones, como el Consell de Garantías Estatutarias. Hablo de unas reglas electorales impuestas por mayoría simple, muy ajenas a las previstas en el propio Estatut para sus procesos electorales. Y, me refiero, por supuesto, a la liquidación de la práctica parlamentaria vigente desde la restauración de las instituciones autonómicas, que ayer saltó por los aires ante el estupor, la preocupación y el sonrojo de todos.
En cuanto al decreto de organización del referéndum que, como les dije al principio, también hemos recurrido y cuyo reglamento incumple todos y cada uno de los criterios internacionales sobre consultas populares, les ahorro los argumentos, entre otras razones, porque, como he dicho antes, esa consulta no se va a celebrar en ningún caso.
En definitiva, este recurso ante el Tribunal Constitucional es obligado; obligado por la necesidad de defender principios tan básicos en una democracia como son el principio de legalidad, la soberanía nacional, la dignidad de las instituciones y la propia legalidad autonómica de Cataluña.
Al hacerlo estamos defendiendo los derechos de todos los ciudadanos, del conjunto de los españoles, pero también, y sobre todo, de los propios catalanes cuya pluralidad y voluntad democrática ha sido menoscabada por la imposición de sus gobernantes.
Probablemente, nadie pudo imaginar jamás que asistiríamos a un espectáculo tan democráticamente deplorable como el vivido ayer en el Parlament. Todo el cúmulo de ilegalidades y arbitrariedades que allí se produjo es producto solo de un hecho: de la obstinación de unos políticos por imponer a la fuerza su proyecto de ruptura a la sociedad.
Por eso, los responsables de este proceso no han tenido reparo alguno en forzar las reglas de juego, aprobar leyes fantasmas, privar a la oposición de sus derechos o desobedecer las advertencias de sus propios letrados. Han pasado por encima de todo lo que constituye un sistema de contrapesos y de garantías democráticas.
En España se puede ser independentista, defender la ruptura de la soberanía nacional o proponer cualquier otra suerte de iniciativa política. Son aspiraciones que tienen su cauce en nuestras leyes para su expresión y para su defensa. Lo que no se puede hacer, y no se hará, al menos mientras yo sea presidente del Gobierno, es pasar por encima de nuestras normas democráticas para conseguirlo.
Lo que estamos viendo en los últimos tiempos tiene menos que ver con una demanda soberanista y más con un problema de libertades individuales y derechos fundamentales, que afecta a los valores que rigen en una sociedad democrática.
Por eso también quiero aprovechar esta ocasión para decirles a los ciudadanos de Cataluña y a sus funcionarios que estén tranquilos. Nadie les puede obligar a hacer nada ilegal. La Ley les obliga, pero también les protege y les defenderá frente a cualquier arbitrariedad.
Quiero también tener unas palabras de reconocimiento y de gratitud a los grupos políticos de la oposición en el Parlament y a los responsables de los servicios jurídicos de la Cámara autonómica, por el coraje que ayer demostraron en la defensa de la legalidad y de la dignidad de las propias instituciones catalanas. Han de saber que no están solos, sino que están arropados por todos los demócratas, dentro y fuera de Cataluña.
En política, la única batalla que se pierde inevitablemente es aquella que no se da. Ellos dieron ayer una batalla cuyo resultado estaba anunciado de antemano. Perdieron una votación, pero han obtenido una gran victoria política y han hecho un gran servicio a su sociedad y a la democracia. Han desnudado y puesto en evidencia ante Cataluña y ante todo el mundo la perversión antidemocrática de este proceso. Su actitud ha servido para que todos los catalanes hayan podido ver con claridad qué clase de régimen político pretenden imponerles.
En cuanto a los letrados de la Cámara o los responsables del Consell de Garantías Estatutarias, solo puedo decirles que gracias a ellos el Parlamento de Cataluña sigue siendo hoy una institución respetable.
A todos ellos, insisto, mi reconocimiento más sincero.
A los responsables de la Generalitat les digo que no sigan avanzando en este camino hacia el precipicio institucional, que no menosprecien la fuerza de la democracia española, que asuman de una vez el fracaso de su proyecto político y abandonen este proceso cada vez más excluyente.
Ese referéndum no se va a celebrar. Dejen, por tanto, de intentar forzar la voluntad de la gente. No han conseguido imponer su proyecto al conjunto de los catalanes y, desde luego, no se lo van a imponer al resto de España.
La imagen de lo que ayer ocurrió en el Parlament ante los ojos de toda Europa y del mundo es uno de los mayores golpes que han recibido las instituciones catalanas en toda su historia.No sigan por ese camino, no liquiden sus propias instituciones. Escuchen y atiendan a lo que dicen sus propios órganos consultivos, y renuncien a imponer por la bravas aquello que no consiguen ganar en una buena lid democrática.
No sigan dividiendo a la sociedad catalana, dejen de acosar a los discrepantes y respeten los derechos de la gente. Dejen de poner las instituciones a su propio servicio.
Les pido que abandonen ya esa escalada de ilegalidad, de crispación y de autoritarismo, porque el Estado de Derecho no se va a plegar a sus bravatas ni a sus ilegalidades, simplemente porque no puede.
Voy terminando ya, pero no quiero hacerlo sin enviar un mensaje al conjunto de la sociedad española.
Entiendo la preocupación de mucha gente ante lo que está ocurriendo, entiendo su incertidumbre y su zozobra. Todos tenemos motivos para la inquietud, porque jamás en nuestra historia reciente hemos asistido a un ataque de esta naturaleza a nuestro pacto de convivencia.
Entiendo que muchos ciudadanos estén dolidos por declaraciones y actitudes injustificables e injustas. También soy perfectamente consciente del desasosiego que hoy pueden sentir tantos catalanes ante el naufragio institucional al que asistieron ayer.
A todos ellos les animo a que no dejen de sentirse vinculados y concernidos por lo que estos días se está dilucidando. No asistan a estos acontecimientos como algo lejano o ajeno a sus vidas. Son ciudadanos y se está hablando de su país, de sus derechos, de su futuro y de su convivencia. Son todas ellas cuestiones de vital importancia. Les deben preocupar y mucho.
Pero también es mi obligación decirles que pueden mantener la confianza en sus instituciones y en su democracia. Nadie, nadie, va a vacilar a la hora de cumplir con su deber. La democracia responderá, no tengan la menor duda. Lo hará con firmeza, con aplomo, con serenidad y con dignidad.
Nuestro Estado de Derecho puede parecer a veces lento, a veces tímido frente a la osadía de quienes lo desafían, a veces desconcertado por su propia pluralidad frente al monolitismo impuesto por otros; pero esas apariencias no deben llevarnos a engaño. Tenemos una gran fortaleza interior que aparece en los momentos necesarios. Es la fuerza de la concordia con la que hemos cimentado nuestra convivencia democrática, es la fuerza de la unidad de los demócratas, es la fuerza de la democracia.
Quiero agradecer sinceramente la disposición y la lealtad de los partidos que defienden nuestro orden constitucional y el apoyo que han mostrado al Gobierno en estas circunstancias tan difíciles. Creo que esa actitud también es motivo de tranquilidad para todos. Esa unidad contrasta vivamente con la fractura que ayer vimos reflejada en Cataluña.
Esta es una de esas ocasiones en la que los políticos responsables hemos de ser capaces de elevarnos sobre las pequeñas disputas de cada día para unirnos en lo fundamental. He trabajado y seguiré trabajando para mantener esa unidad y esa lealtad recíproca a la hora de hacer frente a esta situación. No tengo duda de que el resto de líderes tendrá el mismo comportamiento.
Termino ya.
Creo firmemente que todos estamos dando la respuesta serena, pero firme y eficaz, que se precisa y les pido que nos apoyen y que nos acompañen en esa tarea, y les garantizo que soy muy consciente de mis obligaciones y de la gravedad del momento. Soy muy consciente de lo que está en juego. Sé lo que se espera de mí y sé cuáles son mis obligaciones, y les puedo asegurar que no he dedicado tantos años a mi país y al interés general como para permitir ahora que se pueda liquidar de un plumazo nuestro modelo de convivencia. Eso no va a suceder y haré todo lo necesario, sin renunciar a nada, para evitarlo.
España va a seguir siendo ejemplo en el mundo de que es posible convivir con éxito en la unidad y en la diversidad. Vamos a demostrar que la democracia española, libre y pluralista, sabe defenderse de los enemigos de la convivencia y lo vamos a hacer bien, que es como hay que hacer las cosas. No tengan ninguna duda.
Muchas gracias.
Según un informe del subcomité de asuntos exteriores de la Cámara de los Lores británica, la operación Sophia ha sido contraproducente porque ha generado un incentivo para que los traficantes envíen más embarcaciones. Sus organizaciones ya no planifican viajes de largo alcance con la intención de alcanzar territorio europeo, sino que se limitan a alejarse de Libia lo suficiente para que los recoja alguien. El resultado es que, en comparación con 2014, los rescates de migrantes han ido alejándose más y más del Canal de Sicilia para ir acercándose a la costa de Libia.
Además, la práctica de destruir las embarcaciones de madera enviadas por los traficantes ha llevado a que los estos usen ahora embarcaciones neumáticas, más baratas y más peligrosas. Las embarcaciones neumáticas tienen una quilla escasa, por lo que son poco aptas para la navegación en alta mar y carecen de protección ante las inclemencias del tiempo; así que, aunque el trayecto sea corto, es muy penoso. Dada su escasa autonomía, quienes van en ellas están condenados a la muerte si nadie les recoge. La práctica es tan extendida que un portal chino de comercio mayorista por internet ofrecía hasta hace poco “botes para refugiados de alta calidad”. La Unión Europea reaccionó el 17 de julio prohibiendo la venta de embarcaciones neumáticas y motores fueraborda a Libia.
A los esfuerzos de la UE se sumó una flotilla de buques fletados por ONG dedicados exclusivamente al rescate de personas. Según David Noguera y Marco Bertotto, de Médicos Sin Fronteras, el problema con las misiones europeas es que no tienen como objetivo primario el rescate de personas. Según sus datos, frente a la teoría del efecto llamada, los momentos de mayor salida de migrantes desde Libia a Italia no han coincidido con los de mayor actividad de los buques de las ONG en la zona y el flujo hacia Libia tiene más que ver con las dinámicas de los países de origen. Además, apuntan a que las mafias envían ahora a los migrantes en embarcaciones neumáticas de corta autonomía por los despliegues de la UE, que exponen a los traficantes a ser detenidos en alta mar.
El papel de la flotilla de las ONG es bastante controvertido, porque presentan su trabajo como el de rescate de personas en peligro en alta mar cuando en la práctica, como puede comprobarse con los datos de GPS que proporciona el Sistema de Identificación Automática, se limitaban hasta hace poco a dar vueltas en una franja muy estrecha frente al litoral libio. De hecho, se ha documentado que algunas de ellas actúan en connivencia con las organizaciones de tráfico de personas, que se limitan a alejarse de la costa, hacer el transbordo de pasajeros y volver a tierra. Es decir, no se trata de un rescate de náufragos o de personas en peligro, sino un simple barqueo de migrantes, que luego son desembarcados en Italia con el estatus de náufragos, según las leyes marítimas internacionales.
La Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, en su actual redacción cuenta, como el resto de órganos de control de constitucionalidad que existen en las democracias, con instrumentos que le permiten hacer efectivas sus decisiones. Evidentemente no son idénticos en todas partes. Nuestra LOTC otorga a las sentencias la cualidad de título ejecutivo y, para asegurarlo, en dependencia del caso, a partir del incidente de ejecución, puede imponer multas coercitivas (entre tres mil y treinta mil euros por cada incumplimiento), acordar la suspensión cautelar en sus funciones de las autoridades que incumplan las decisiones, requerir del Gobierno la ejecución sustitutoria de las resoluciones o levantar testimonio a particulares para exigir la responsabilidad penal procedente. El Tribunal Constitucional tiene que escoger la medida, o medidas, que crea adecuada al caso, ya sea la multa, la inhabilitación, el requerimiento al Gobierno para la ejecución sustitutoria o el reenvío a la jurisdicción penal. Todo ello respecto de las personas concretas relacionadas con el incumplimiento.
Por último, en la Ley 36/2015 de Seguridad Nacional, se cuenta con mecanismos muy valiosos para poder hacer frente a contingencias que bien pudieran producirse en los próximos meses. La ley permite actuar, entre otros supuestos, en defensa de los derechos y libertades y de los principios y valores constitucionales. Todas las administraciones públicas (autonómicas y locales incluidas) y la sociedad en general, están sujetas a las medidas que puedan adoptarse regulando la gestión de situaciones de crisis. Para ello, la ley permite que el Presidente del Gobierno declare por decreto la «situación de interés para la seguridad nacional», por la que cualquier autoridad (estatal, autonómica o local) está obligada a aportar los medios humanos y materiales dirigidos a una efectiva aplicación de las medidas enumeradas en la declaración. Con ello, el Gobierno puede tomar el control directo de cualquier situación de crisis sin necesidad de recurrir a la declaración de estados excepcionales. Hay que señalar también que, según el Tribunal Constitucional (STC 184/2016, sobre esta misma Ley) es el Estado quien coordina, es decir, quien tiene la dirección política sobre la seguridad nacional, como materia subsumida en la seguridad pública. Las Comunidades Autónomas no dirigen la coordinación sino que son coordinadas. Medidas tales como el control directo de cualquier órgano de cualquier administración, funcionarios o policías por poner un ejemplo, que tendrán que actuar bajo la dirección de quien designe el Gobierno español, son posibles al amparo de esta ley. | TERESA FREIXES
Así respondió el gobierno de la República al golpe de Companys del 6 de octubre proclamando la República catalana: declaró el estado de guerra en todo el país
Dictamen íntegro de la Comisión de Venecia sobre la LOTC
Teresa Freixes:
La crítica de la Comisión de Venecia a la actual redacción de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, regulando las potestades de este Tribunal para dar ejecutividad a sus sentencias, cuando se analiza el texto completo, no el abstract que la acompaña, va dirigida a que podría haber incluido potestades más ejecutivas, es decir, que la Comisión la considera "tibia" e, incluso, introduce "recomendaciones" para que la ejecutividad sea mayor. La Comisión reconoce que los Estados tienen que poder tener instrumentos dirigidos a garantizar el cumplimiento de las sentencias y afirma, como no puede ser de otro modo, que deben ser compatibles con las garantías establecidas en el marco internacional. Pues bien, en ningún momento la Comisión, tras comparar con regulaciones de otros Estados, considera que la LOTC española es incompatibles con ellas. La confusión que crearon varios medios de comunicación al respecto deriva de que se hicieron eco de la noticia a partir de la nota de prensa, sin esperar a tomar conocimiento del Dictamen íntegro. Aquí lo tienen
El nacionalismo tribal y la izquierda regresiva presumen que Cataluña y su capital Barcelona son un modelo de sociedad solidaria, acogedora y diversa. Una sociedad abierta. Pero la asonada del sábado en el Paseo de Gracia evidencia, por el contrario, que una parte de la sociedad catalana es, cada vez más, autista. Una sociedad que los nacionalistas de casi todos los partidos empujan insistentemente hacia el egocentrismo y el ensimismamiento, convirtiendo la sociedad abierta en un espejismo.
La manifestación debía ser, en primer lugar, un acto de respeto, recuerdo y homenaje a las víctimas. Y en segundo lugar, un mensaje inequívoco de denuncia de sus asesinos. No fue ni lo uno ni lo otro, a pesar de la que la gran mayoría de los manifestantes resistieron la provocación. Fue un acto de irrespeto, desvergüenza, demagogia y calumnia por parte de los secesionistas y sus aliados. Fue una exhibición de narcisismo nacionalista,
Concibieron la manifestación como un peldaño más en su golpe de Estado. Ignoraron los motivos de la misma y sus exigencias. ¿Cómo se les iba a ocurrir, por ejemplo, llenar la cabecera de la manifestación con las 34 banderas de los países de las víctimas si sólo estaban pensando en colocar la suya? La estelada bananera que nos quieren imponer a todos en lugar de la histórica y constitucional senyera.
Tampoco se les ocurrió invitar formalmente a representantes oficiales de aquellos países que han tenido víctimas en nuestras Ramblas, ni a las instituciones europeas. Por el contrario, quisieron impedir la presencia de personalidades e instituciones que representan al conjunto del estado español, que fueron relegadas y acosadas por ser quienes eran.
Utilizaron a las víctimas, que de supuestos protagonistas del acto pasaron a ser telón de fondo de sus intereses partidistas, e ignoraron a sus asesinos. Como si se hubieran muerto porque sí. Las humillaron en su dignidad al salvaguardar la mano que mueve a sus verdugos.
Cuando muere una mujer agredida por su pareja, lo que más se destaca es el machismo asesino. Pero cuando, en nombre de Alá, aplastan la vida a un simple ciudadano y a su sobrino mientras paseaban por las Ramblas, eluden siempre señalar que murieron en nombre de una religión.
Una labor de propaganda ha logrado despistarnos y hacernos disociar los atentados de cualquier aspecto religioso. Hoy, ya nadie se plantea el papel del Islam en la ideología del Estado Islámico. La comedura de coco ha sido tal que todo el mundo acepta que no hay que cuestionar “el hecho religioso en sí”. Éste se impone a todos, y aquellos que se atreven a ponerlo en entredicho son tachados de burdos anticlericales de otra época.
Pero como a pesar de todo hay que dar una explicación a los atentados, se nos sirve como sucedáneo la geopolítica. Las causas de todos los atentados serían la guerra en Irak, el petróleo, la política de Obama, de Trump, y todo un conjunto de razones que, si bien no carecen de cierto interés ni pertinencia, tienen el gran mérito de evitar que se hable de religión y, sobre todo, de la musulmana.
A menudo se contrapone el Islam con el islamismo. Como si estas dos concepciones religiosas fuesen dos planetas extraños el uno respecto al otro. Para ahorrar a los musulmanes moderados la afrenta de vincular su fe a la violencia yihadista, se ha disociado metódicamente la religión musulmana del islamismo. Sin embargo, el islamismo forma parte del Islam. Cuando se critica la Inquisición y sus crímenes, no se desgaja ese fanatismo del resto de la Iglesia católica. Aunque muchos cristianos denunciaron la Inquisición, ésta es un elemento del cristianismo y de la Iglesia. Por ello, siglos más tarde, el papa Juan Pablo II se sintió obligado en 2000 a hacer votos de arrepentimiento por los crímenes cometidos en nombre de la Inquisición; en nombre del cristianismo. [Extracto del editorial de Charlie Hebdo sobre los atentados de Barcelona]
Como el islamismo, el nacionalismo es un cáncer político. Pronto sabremos si hay metástasis o si el cuerpo social ha reaccionado, aislándolo y conteniéndolo. Soy de los que creen que al final no pasará nada grave. Pero no por optimismo antropológico, sino porque el pueblo catalán ha sido siempre lúcidamente cobarde.
...una labor de propaganda ha logrado despistarnos y hacernos disociar los atentados de cualquier aspecto religioso. Hoy, ya nadie se plantea el papel del Islam en la ideología del Estado Islámico. La comedura de coco ha sido tal que todo el mundo acepta que no hay que cuestionar “el hecho religioso en sí”. Éste se impone a todos, y aquellos que se atreven a ponerlo en entredicho son tachados de burdos anticlericales de otra época. Pero como a pesar de todo hay que dar una explicación a los atentados, se nos sirve como sucedáneo la geopolítica. Las causas de todos los atentados serían la guerra en Irak, el petróleo, la política de Obama, de Trump, y todo un conjunto de razones que, si bien no carecen de cierto interés ni pertinencia, tienen el gran mérito de evitar que se hable de religión y, sobre todo, de la musulmana.
A menudo se contrapone el Islam con el islamismo. Como si estas dos concepciones religiosas fuesen dos planetas extraños el uno respecto al otro. Para ahorrar a los musulmanes moderados la afrenta de vincular su fe a la violencia yihadista, se ha disociado metódicamente la religión musulmana del islamismo. Sin embargo, el islamismo forma parte del Islam.
Cuando se critica la Inquisición y sus crímenes, no se desgaja ese fanatismo del resto de la Iglesia católica. Aunque muchos cristianos denunciaron la Inquisición, ésta es un elemento del cristianismo y de la Iglesia. Por ello, siglos más tarde, el papa Juan Pablo II se sintió obligado en 2000 a hacer votos de arrepentimiento por los crímenes cometidos en nombre de la Inquisición; en nombre del cristianismo.
Curiosamente, cada vez que los integristas musulmanes cometen crímenes, se crea en torno a ellos un cordón sanitario para “exfiltrarlos” del Islam, y así evitarle a la religión de Mahoma la más mínima crítica. Oh, sí, cuánto más confortable es hablar de Bush, Obama o Trump que husmear en los problemas que desde hace décadas desgarran al Islam.
El confort intelectual prima por encima de todo. El confort es la obsesión de nuestras sociedades consumistas. Queremos unas vacaciones confortables en España, en buenos hoteles y con buenos restaurantes. Queremos debates apasionados sobre Neymar y sobre el cierre de los paseos que bordean el Sena. Oiga usted: ¡es que no nos hemos alquilado un piso turístico en Barcelona para que nos arrollen en Las Ramblas y encima tengamos que ponernos a hablar de la religión musulmana!
Para nuestro confort, evitemos pensar en todos estos asuntos penosos que nos emponzoñan la existencia. No pensemos demasiado en ellos: otros, con sus vehículos asesinos y sus cinturones de explosivos lo harán por nosotros".
Una vergüenza porque sabemos que ha sido organizada para otros fines. La Asamblea Nacional de Cataluña, por ejemplo, ya ha llamado a asistir a la misma con 'estelades' -la bananera bandera independentista- en rechazo a la presencia del rey Felipe VI.
Y una temeridad. Y por partida doble. Por un lado, por la crispación nacionalista que puede estallar, con o sin provocación alguna, y crear situaciones de violencia. Por otro, y especialmente, porque es prácticamente inédita una manifestación de este tipo en Europa en rechazo del terrorismo islamista y en solidaridad con las víctimas. Y lo es sobre todo por razones de seguridad, especialmente cuando la manifestación se ha convocado anticipadamente con fecha, hora y lugar.
Con la excepción de París tras los atentados contra Charlie Hebdo, en ninguna otra parte -Berlín, Londres, Estocolmo...- se convocaron manifestaciones multitudinarias de este tipo. Se realizaron concentraciones, actos de apoyo a las víctimas o celebraciones religiosas y civiles.
A diferencia de la de Barcelona, la manifestación de París se planteó como una respuesta conjunta europea por la libertad de expresión y los valores democráticos, contra la intolerancia y el terrorismo yihadista. Es por ello que asistieron a la misma y en su cabecera presidentes y primeros ministros de diversos países europeos y de la instituciones de la UE (Angela Merkel, Donald Tusk o Jean Claude Juncker), así como personalidades políticas de todo el mundo, entre ellas Benjamin Netanyahu y Mahmoud Abbas.
El peligro de un ataque terrorista contra este tipo de actos masivos, a pesar del gran despliegue de seguridad, no es imposible. Son una tentación y un reto. E imaginación para superarlos no les falta a los terroristas. El uso de aviones comerciales como misiles o de simples camiones como tanques en el centro urbano de una ciudad así lo atestiguan.
En el caso de Barcelona, solo con tomar un helicóptero en uno de los tres helipuertos más cercanos a la capital catalana, una avioneta del aeropuerto de Sabadell o una manada de drones con explosivos se podría provocar una masacre apocalíptica, no solo por impacto directo sino por la propia muchedumbre en su huída.
Por favor, dejen de jugar con los ciudadanos y con las víctimas. ¿O es que ya no se acuerdan que nos han declarado la guerra?
Si algo parece claro una semana después de los atentados del 17-A son los graves errores cometidos previamente por el cuerpo de los Mossos d'Esquadra. Errores graves que, de no haberse producido, tal vez hubieran evitado o paliado la masacre. Errores que quedaron ocultos inicialmente por la profesionalidad, la entrega e incluso el heroísmo, de los agentes desplegados para capturar a los culpables. Errores que ya son evidentes también para la prensa internacional. Incluso para un cargo de la Generalitat que acusa al gobierno español de permitir el atentado para que los Mossos fracasaran. Argumento falaz que tendría su simétrico en los que acusan a los Mossos de dejar actuar a los yihadistas para poder atraparlos rápidamente y ponerse la medalla, apareciendo como la policía de un estado soberano.
Los Mossos se equivocaron de manera incomprensible en la evaluación de la explosión del chalé de Alcanar. Y lo que es peor, no rectificaron a pesar de los datos que iban apareciendo. Sólo lo hicieron cuando ya no fue posible negarlo, al encontrar en la furgoneta de los terroristas pruebas inequívocas que los vinculaban con la explosión de Alcanar.
Esa manera autista de actuar de la dirección de los Mossos tiene bastante que ver con el proceso de transformación del cuerpo policial en 'estructura de estado' de la Generalitat. Proceso en el que la comunicación entre cuerpos policiales ha sido cada vez menos fluida llegando a ser, en muchos casos, inexistente. Que eso es cierto lo atestiguan muchas fuentes, entre ellas la mayoría de sindicatos de policía, aunque la Generalitat y un sindicato de los Mossos lo desmientan.
Sin embargo, que los Mossos retienen o no comparten toda la información de que disponen es algo que ha dicho incluso el mismo Major de los Mossos, Josep Lluís Trapero. En una entrevista realizada por Josep Cuní en 8tv el pasado mes de abril, a Trapero se le escapó decir que ya conocía la existencia de una amenaza en la estación de Sants cuando el Estado se la notificó. Seguramente lo dijo para demostrar a los telespectadores la competencia del cuerpo que dirige sin reparar que también estaba reconociendo que disponía de información que no había comunicado al Estado. De no ser así ¿por qué el Estado había de comunicar a los Mossos algo sobre lo que estos ya le habían informado previamente?
Vale la pena revisar atentamente esa entrevista porque da muchas claves para entender lo que ha pasado. En ella, Trapero hace algunas afirmaciones que muestran la autocomplacencia y el irresponsable sentido de invulnerabilidad que embriaga a gran parte de la sociedad catalana, emanada de la 'moralidad política' transversal, buenista y políticamente correcta, de su necia élite dirigente. Eso lleva a Trapero -como a Colau- ha afirmar que en Cataluña tenemos una cultura más integradora que en otras partes, lo que ha generado menos radicalismo. Lamentablemente, la célula de Ripoll se ha empeñado en desmentir por completo al jefe de los Mossos al evidenciar, más nítidamente que en otros atentados anteriores en Europa, que el terrorismo yihadista no tiene nada -o casi nada- que ver con la integración.
En esa entrevista, Trapero afirmó también que el salafismo, del que admite su importancia en Cataluña, está a la baja. Se supone que gracias a esa 'moral' y a la acción del Govern. Tal vez sea cierto que esté a la baja, pero su capacidad para matar ha alcanzado su punto culminante. No se trata ya de supuestos o reales 'lobos solitarios' sino de una auténtica 'célula yihadista' con conexiones internacionales.
Inmerso en ese espejismo institucional de oasis catalán, el primer responsable profesional de los Mossos menosprecia y desdeña la colocación de pilonas o bolardos en los lugares más concurridos y emblemáticos de Barcelona. Según él -igual que Forn y Colau antes de ser forzados a revisar a regañadientes su política de seguridad- las medidas no deben tomarse 'por si acaso' puede pasar algo o por simple 'postureo' seguidista de lo que otros hacen, sino por responsabilidad. Una responsabilidad que dejó libre y expedito el acceso a las Ramblas sin que el aumento, supuesto o real, de vigilancia sirviese para nada. A veces creo que subestiman el riesgo porque están convencidos que todo el mundo nos ama. Lo subestiman tanto que el Govern solo dedica 350.000 euros a la lucha secreta contra el yihadismo frente al millón de 2009.
Alguién ha dicho, y con razón, que si los atentados hubieran ocurrido en Madrid siendo alcaldesa Ana Botella los medios y toda la oposición la hubiesen atacado sin piedad, responsabilizándola políticamente de las muertes y exigiendo su dimisión y su procesamiento. Pero eso solo suele ocurrir cuando el responsable político es del PP. En Cataluña, a pesar de que los graves errores cometidos interrogan profesional y políticamente a altos cargos de los Mossos, del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat de Cataluña, nadie pide responsabilidades ni nadie las asume. Como buenos españoles, aquí tampoco nadie dimitirá.
La jueza que acudió a Alcanar avisó a los Mossos de que algo no cuadraba https://t.co/5UJ08CURiK
QUÉ HARÍA SI FUESE UN “ASSASSIN”: AVIÓN, HELICÓPTERO O DRONES SOBRE BARCELONA
¿A qué juegan nuestros políticos? ¿Los que han convocado la concentración de masas para el sábado 26 de agosto por la tarde en Barcelona, han calibrado bien lo que está realmente en juego?
¿El nivel de captación de la realidad política internacional es tan baja que no se han dado cuenta de que los atentados en Cataluña, en Barcelona y Cambrils, no son un juego de unos desarrapados, sino una acción más de una larga y potente cadena? De hecho, Europa, España y Cataluña están en guerra. Y por lo que se ve, algunos dirigentes, o muchos, lo dejan de lado y procuran arrimar el ascua de las masas (los ciudadanos que se acercarán a Barcelona para manifestarse contra el crimen del 17 de agosto) a su sardina política. De hecho ya se han efectuado múltiples muestras ciudadanas de reconocimiento a las víctimas en los días inmediatos a los atentados. ¿Otra más? ¿Otra concentración de multitudes con día y hora prevista? | ANTONI ALBERT
¿Cuál es la explicación de que Younes Abouyaaqoub, 22 años, tan buen muchacho que incluso hablaba catalán correctamente, enfilara con una furgoneta las Ramblas matando hombres, mujeres y niños, y luego en su huida aún apuñalara definitivamente a un hombre más? La explicación no se conoce, porque la conducta humana, en el caso de que tenga lo que entendemos por una explicación, es un misterio. Lo refleja con ingenuo patetismo la carta pública de una educadora social que trató al asesino, a él y a algunos de los otros, y que se expresa en los términos perplejos que hizo célebres Joan Manuel Serrat: "Si le diste toda tu juventud/ un buen colegio de pago/ el mejor de los bocados/ y tu amorrrr... Amor sobre las rodillas/ Caballito trotadorrrrr". Ni la educación solvente ni el cuidado amoroso ni la integración social son garantías de nada. Y, al mismo tiempo, es obvio que la ausencia de educación, de cuidado y de integración empeoran las cosas. Lo sorprendente, sin embargo, es que en su delicado trato con los inmigrantes, en su empeño por hacer que el trabajo cultural pueda convertirse en una herramienta poderosa de civilización, el educador social de Occidente nunca denuncie la religión ni su probada capacidad de convertirse en un relato maligno. (...) El educador social no se atreve a incluir en su nutrida y tan correcta caja de herramientas la deslegitimación de la patraña religiosa, prolongando así fuera de la familia y el grupo, en el espacio público, su devastador efecto reverencial. Y aún menos se atreve, en el concreto caso islamista, a quebrar su militancia en el relativismo y a proclamar la sacrílega evidencia, esto es, que el nombre y la esperanza de dios es más letal en algunos templos que en otros. | ARCADI ESPADA
Vale la pena dedicar un poco de nuestro tiempo a escuchar este debate organizado por el estadounidense 'intelligence2 debates' sobre el tema ¿Es el Islam una religión de paz?. Lo más interesantedel mismo no es solo por el tema -aquí sería impensable- sino por los participantes. Por un lado los creyentes integrados y anti-radicales Zeba Kahn y Maajid Nawaz y por otro los críticos del Islam y el islamismo Ayaan Hirsi Ali y Douglas Murray.
Via PlazaMoyua que ofrece también un resumen de las itnervenciones en español
Siempre que una explosión sacude una ciudad, se repite la misma escena. La atención se fija en los boletines especiales. Escucho a mis colegas: esperemos que el autor no sea árabe, que no sea musulmán, no necesitamos más…
Los escucho y comparto sus esperanzas. Pero los acontecimientos enseguida dan la réplica a nuestros deseos. Ya no es un secreto que los ataques son una vergonzosa especialidad en la que somos únicos.
Sé muy bien que el hombre que atropella a los turistas aquí o allá no representa a su país ni la confesión a la que pertenece, que no obtuvo permiso oficial para cometer su crimen, que era buscado en su país antes de ser incluido en listas internacionales de individuos buscados, y que la amenaza que representa a su ciudad natal es más peligrosa que su amenaza en un escenario criminal lejano.
Sé que la intolerancia no se limita a un pueblo determinado, a una secta o a un país, y que las personas enfebrecidas son el producto de muchas influencias. Pero tenemos que admitir inequívocamente que tenemos el récord de las agresiones en el mundo. Y nos hemos reservado una posición imbatible en el libro Guinness.
No exagero, querido lector. La visión de los turistas sangrando a muerte como resultado de un ataque perpetrado por una persona que viene de nuestra región me produce una gran confusión. No sé por qué siento el deber de disculparme con una familia china que estaba en Barcelona, o un japonés que paseaba por Niza, o un alemán que estaba de visita en Luxor. Esto es horrible.
¿Quién nos ha dado el derecho a violentar mapas, ciudades y Estados? ¿Quién nos ha dado el derecho a asesinar a un grupo de jóvenes que celebraban la vida en Estambul? ¿Quién nos ha dado el derecho a asesinar a los que estaban en las Torres Gemelas de Nueva York?
La invocación a la injusticia aquí o allá es sólo una cortina para ocultar un profundo deseo de matar al otro, de eliminar a quienes no tienen nuestras características o afiliaciones. Supongamos que sí, que hay injusticia: ¿tenemos que responder infligiendo una injusticia aún mayor a gente inocente? Lo de que el mundo nos odia no es cierto.
Uno no puede negar el daño limitado que a veces producen en Occidente ciertas prácticas en respuesta a nuestras brutales actuaciones, pero ciertamente no son equiparables a los mortíferos banquetes que organizamos en escenarios tan distintos y distantes.
Quienes conocen Occidente saben que allí la ley es soberana y que beneficia incluso a los intolerantes. Muchos saben que las comunidades árabes y musulmanas disfrutan en Europa de una libertad de la que a menudo carecen en sus países.
¿Por qué atacamos al mundo? ¿Porque ha decidido poner rumbo al futuro, mientras nosotros estamos determinados a navegar hacia el pasado? ¿Es porque ha inventado el avión en el que viajamos, el coche que conducimos, los tratamientos contra el cáncer que aplicamos en nuestros hospitales? ¿Cuál es la justificación del odio a Occidente, si lo que deseamos es ver a nuestros hijos y nietos graduarse en sus universidades?
¿Por qué atacamos al mundo? ¿Es porque hemos fracasado a la hora de erigir Estados modernos, de alcanzar el desarrollo, de generar empleo, de garantizar las libertades y de consolidar el imperio de la ley? ¿Acaso vemos en el progreso del otro una derrota propia y una amenaza a nuestra existencia? ¿Cuál es la solución, ponernos un cinturón explosivo y reventarnos o salir de los túneles en los que hemos decidido meternos?
¿Es cierto que estamos horrorizados por la multiplicidad de colores, elecciones y oportunidades que se nos presentan y que buscamos preservar el mundo monocolor que percibimos como la garantía de nuestra existencia y de la continuidad de nuestra identidad, bien lejos de cualquier interacción o enriquecimiento? ¿Es cierto que nos saltan todas las alarmas cada vez que escuchamos el campaneo del advenimiento de una nueva era? El campaneo de la ciencia, la tecnología, la medicina, las ideas, la cultura, la educación, la música…
¿Por qué atacamos al mundo? ¿De dónde sacamos semejante carga de odio? ¿Por qué sentimos la tentación de colisionar con el mundo y no de vivir con él y en él? ¿Por qué anteponemos las explosiones al diálogo, la muerte a la interacción y el acuerdo; los escombros al acomodo en espacios comunes; las cenizas a la multiplicidad? ¿Por qué preferimos retirarnos en lugar de tender la mano? ¿Por qué preferimos la receta de la muerte en vez de la del diálogo y el reconocimiento?
No podemos seguir atacando al mundo. Eso significa destruir sociedades antes que destruir un café,un museo o un rascacielos en otros lugares. Los asesinos itinerantes asesinan a sus países mientras piensan que están atacando a otros. Esos países, que parecen frágiles, son capaces de vivir con el peligro porque tienen Estados e instituciones que cometen errores, pero los corrigen, revisan sus cálculos y refuerzan sus capacidades.
Ha llegado la hora de considerar la guerra contra el extremismo la gran prioridad de nuestra vida. Es imperativo erradicar el vocabulario del extremismo de nuestros hogares, vecindarios, escuelas y manuales. Hay que detener el torrente de odio que anega nuestras pantallas y redes sociales.
Tenemos que reflexionar sobre una cultura que promueve esa tendencia a atacar al mundo. Si no le hacemos frente con coraje y sensatez, nos hundiremos aún más en la sangre y el fango y produciremos más asesinos itinerantes. | Ghasan Charbel, director del diario internacional en lengua árabe Asharq al Awsat
Barack Obama fue criticado por "reverenciar" al rey Abdullah de Arabia Saudita
Una de las personas que ha planteado la relación entre Arabia Saudita y los atentados en Cataluña ha sido Pablo Iglesias. Sus argumentos apuntan a que el Pacto Antiterrorista, que su partido no firmó, es inútil si la lucha contra el yihadismo no tiene en cuenta el papel global de Arabia Saudita y Qatar. Pablo Iglesias pone como condición para incorporarse al mismo que España reconsidere sus relaciones diplomáticas y comerciales con ambos países. Esto es, pone una condición sobradamente imposible de cumplir para tener la excusa con la que justificar su ausencia. Ausencia que, si ya tuvo un costo político y resultó difícil de explicar cuando se creó el Pacto, más lo tiene ahora, con un atentado yihadista en suelo español. Así que meter a Arabia Saudita en el discurso no tiene que ver con Arabia Saudita. Es un asunto de política española. Para un partido como Podemos, introducir a Arabia Saudita en el debate forma parte de un socorrida táctica retórica soviética conocida como whataboutism. Ante cualquier crítica, se responde: “¿Y qué me dices de…?”, nombrando cualquier cosa criticable del oponente para no tener que dar explicaciones. Poner sobre la mesa las relaciones con Arabia Saudita es la manera de anular cualquier crítica sobre los vínculos de Podemos con Venezuela. Es evidente que traer Arabia Saudita a colación no tiene que ver con la lucha contra el terrorismo y que quien haya elaborado el argumentario podemita demuestra tener muy poco conocimiento de las dinámicas del yihadismo europeo. Pablo Iglesias afirma la necesidad de controlar “los flujos financieros y de los paraísos fiscales”, que dice son “claves en la financiación de las redes terroristas”. Considerando que el terrorismo ha pasado a una fase de yihad atomizada con células autosuficientes, hablar de controlar “los flujos financieros y de los paraísos fiscales” tiene más que ver con buscar el aplauso de la opinión pública que pide mano dura con los antipáticos bancos por su papel en la crisis financiera y con los insolidarios evasores, en estos tiempos de crisis y austeridad. Amedy Coulibaly entró armado con un fusil de asalto comprado en el mercado negro en un supermercado judío de París en enero de 2015 y mató a cinco personas. Financió su atentado con un préstamo personal de unos pocos de miles de euros concedido por una entidad que se anuncia en televisión. Mohamed Lahouaiej, que mató a 86 personas e hirió a más de cuatrocientas en Niza en julio de 2014, sólo tuvo que alquilar un camión de 19 toneladas para perpetrar la masacre. Para Anis Amri sólo fue cuestión de robar un camión a punta de pistola y matar a su conductor antes de arrollar a 67 personas –de las que murieron once– en un mercadillo navideño de Berlín en diciembre de 2016. Rakhmat Akilov robó un camión de reparto en el centro de Estocolmo en abril de 2017. Arrolló a 19 personas, de las cuales murieron cinco. De haber entrado en vigor alguna ley que controlase con más firmeza los flujos de dinero de las petromonarquías del Golfo Pérsico y los paraísos fiscales, no se habría evitado ningún atentado de los registrados en Europa desde 2012 (...) Quienes culpan a Arabia Saudita de la amenaza terrorista en Europa convenientemente pasan por alto una dimensión del problema. No dedican mucho tiempo a pensar qué pasa con la población musulmana, que es el público que recibe el adoctrinamiento ultraconservador saudí. Acusan a Arabia Saudita de crear el caldo de cultivo para el extremismo pero sólo prestan atención a los que dan el paso al yihadismo. El resto y los valores que profesan son convenientemente olvidados.
Leer el artículo completo de Jesús M. Pérez (elMedio)aquí.
Los únicos culpables de los atentados de Barcelona y Cambrils son los yihadistas que los han cometido. Los miembros de los cuerpos de seguridad de Cataluña han tenido una actuación profesional y valiente en el grueso de las actuaciones que han realizado. Sin embargo, sus responsables políticos no han sido lo suficientemente diligentes para prevenir el habitual 'modus operandi' de los yihadistas en Europa: el atropello masivo.
Sabemos que la CIA y otros servicios de inteligencia internacionales advirtieron recientemente de un atentado en Barcelona. Sabemos también que el ministerio español del Interior pidió, tras el atropello de Berlín, que se instalaran maceteros o bolardos en los accesos a zonas de gran concurrencia peatonal. En este último aspecto, ni el Ayuntamiento de Barcelona ni la Generalidad hicieron nada. Ahora dicen, para justificarlo, que optaron por reforzar la vigilancia en lugar de instalar bolardos. Una decisión acertadísima, según se ha demostrado.
Forn y Trapero, los flamantes nuevos Conseller de Interior y Jefe Mayor de los Mossos de Esquadra, han tenido tiempo suficiente para dejar claro que incumplirán la ley y facilitarán la celebración del referéndum de autodeterminación pero no lo han tenido para dar una ojeada a los puntos vulnerables de Barcelona y poner unos maceteros a la Rambla de las flores. Tampoco lo ha tenido la alcaldesa Ada Colau, que parece pensar que para florista y florero basta y sobra con Marta Ferrusola. Y es que, como dice Arcadi Espada, Barcelona tiene tendencia a la coquetería.
Qué coño me importará a mí Oukabir, su cabeza podrida y su relato maligno. Ya lo he visto otras veces. En Niza, en Londres, en Bali, en Bagdad, en París, y he visto sus víctimas, todas iguales, indistinguibles, la férrea unidad de los muertos. A mí los que me importan ahora son los incalificables burgueses de Barcelona que llevan años supurando una grotesca fábula sobre la libertad. A mí me importan esos tipos y tipas de pueblo, toscos como sus mandíbulas, incultos como sus campos, cuya pasión nacionalista y xenófoba solo es una venganza personal sobre la Ciudad. A mí me importan los últimos de la clase, los más guarros del pupitre, que se han alistado a la Revolución por la extrema facilidad y los rápidos beneficios que rinde su trapicheo. A mí me importan los más irresponsables de mis colegas, que traen al prime time la violenta novedad de un memo y la convierten en meme. Y a mí me importan, porque aún saludo a alguno, los cobardes. Toda esta gentecilla, entreverada de gentuza, lleva años coqueteando por activa o pasiva con la violencia: desobedeciendo, desacatando, chuleando la paz, que es la ley. Si el Cuerpo Nacional de Policía lo permite, quiero compartir los 13 muertos y 80 heridos con todos y cada uno de esos intolerables coquetos, por si hay modo de que la sangre rinda a otro fin que la torva gloria de dios.
Esos tipos y tipas están aquí para quedarse, no para dimitir.
El brutal atentado terrorista de las Ramblas de Barcelona ha acabado con el mito del 'lobo solitario' y ha evidenciado hasta qué punto este terrorismo es el brazo armado del Islam. Es cierto que el islam es una religión, pero no lo es menos que es también y sobre todo una filosofía política. Una ideología que tiene un nombre: Dawa.
En nuestras sociedades liberales se defiende y se protege el derecho a la práctica de la religión, pero se combaten -o se deberían combatir- las ideologías políticas insolubles en la democracia y la libertad, sean de raíz laica o teológica.
En su nuevo libro, Ayaan Hirsi Ali, lo expone con claridad meridiana:
Sostengo que el público estadounidense [o europeo] necesita urgentemente ser educado sobre la ideología del Islam político y su infraestructura organizacional llamada dawa que los islamistas usan para inspirar, adoctrinar, reclutar, financiar y movilizar a aquellos musulmanes a quienes ganan para su causa.
No tiene sentido negar que esta ideología tiene su fundamento en la doctrina islámica. Sin embargo, "islam", "islamismo" y "musulmanes" son conceptos distintos. No todos los musulmanes son islamistas, y mucho menos violentos, aunque todos los islamistas -incluidos los que usan la violencia- son musulmanes. Creo que la religión del Islam sí es capaz de una reforma, aunque sólo sea para distinguirla más claramente de la ideología política del islamismo. Pero esa tarea de reforma sólo puede ser llevada a cabo por los musulmanes. Felizmente, hay un número creciente de musulmanes reformistas. Parte de la estrategia de la administración Trump [y de la UE] debería ser apoyarlos y capacitarlos.
La otra parte de la estrategia requiere confrontar la dawa, un término desconocido para los estadounidenses [y europeos]. La Dawa, tal como la practican los islamistas radicales, emplea una amplia gama de mecanismos para avanzar en su objetivo de imponer la ley islámica (sharia) a la sociedad. Esto incluye el proselitismo pero se extiende más allá de eso. En los países occidentales, la dawa apunta tanto a convertir a los no musulmanes al Islam político como a inculcar opiniones islamistas en los musulmanes existentes. El objetivo final de dawa es destruir las instituciones políticas de una sociedad libre y reemplazarlas por la ley de la sharia.
La Dawa es para los islamistas de hoy lo que la "larga marcha a través de las instituciones" fue para los marxistas del siglo XX. Es la subversión desde dentro, el abuso de la libertad religiosa para socavar esa misma libertad. Otra analogía también es posible. Después de que los islamistas obtengan el poder, la dawa es para ellos lo que la Gleichschaltung (sincronización) de todos los aspectos de las instituciones estatales, civiles y sociales alemanas fue para los nacionalsocialistas.
Por supuesto, hay diferencias. La mayor diferencia es que la dawa está enraizada en la práctica islámica de intentar convertir a los no musulmanes a aceptar el mensaje del Islam. Como es una actividad misionera ostensiblemente religiosa, los defensores de dawa gozan de una protección mucho mayor por la ley en las sociedades libres de la que tuvieron los marxistas o fascistas en el pasado.
Peor aún, los grupos islamistas han disfrutado no sólo de protección sino incluso a veces del patrocinio oficial de agencias gubernamentales engañadas al considerarlos como representantes de los "musulmanes moderados" simplemente porque no se involucran en la violencia.
Sin embargo, a pesar de todas las evidencias, aquí seguimos escondiendo la cabeza bajo el ala. Peor aún. Justificamos la violencia política, aunque sea de manera vergonzante, al dotarla de supuestas razones sociales, políticas o económicas. La izquierda regresiva no tiene vergüenza alguna en utilizar el terrorismo yihadista como coartada para hacer avanzar su programa político e ideológico.
No tienen vergüenza alguna en mentir. Por qué es mentir afirmar, como lo hace la asociación Papeles y Derechos para todos y todas, que 'la desigualdad social, la enorme brecha entre ricos y pobres, entre los miles de inmigrantes sin derechos y los patrones que los explotan, entre los millares de refugiados que se ven obligados a huir a Occidente y los gobiernos que alzan muros a su paso' es la causa del terrorismo.
En los más de 15 años que han transcurrido desde los atentados contra las torres gemelas de Nueva York ha habido tiempo para estudiar y comprender que la pobreza no es ni la primera ni la segunda ni la tercera de las causas y motivaciones que generan el terrorismo. Los atentados del 11-S fueron realizados por un grupo de jóvenes la mayoría de los cuales provenía de familias musulmanas acomodadas, que habían estudiado en Occidente y que, hasta su radicalización, no eran precisamente unos estrictos practicantes de su religión.
Un caso parecido sería el del menor Moussa Oukabir que vivió y estudió en Ripoll en una familia asalariada como casi cualquier otra de la localidad. Ni miseria, ni discriminación, ni persecución ni nada de nada. Sin embargo, ese joven educado en el Instituto CEU del 'bressol de Catalunya' se convirtió en un asesino en masa.
Las razones no hay que buscarlas en la raza, el género, la etnia o la posición social, aunque algunas de ellas puedan aparecer circunstancialmente en algunos casos, sino en la capacidad de corrosión moral de las ideologías totalitarias. En el caso de los musulmanes se trata, como señala Ayaan Hirsi Ali, de la Dawa, que está simbióticamente unida a la religión islámica.
Si ignoramos este hecho, no podremos combatir de manera eficaz la amenaza yihadista. El Islam padece de un cáncer que hay que extirpar. Pero para ello, lo primero es reconocer que existe la enfermedad e impedir que se extienda y contagie al principal grupo de riesgo: los musulmanes.
Dejémonos de hipocresías, llamemos a las cosas por su nombre y ayudemos a los musulmanes a resolver, en la medida de lo posible, este grave problema del que son sus principales víctimas.
Sólo Rajoy habla de terrorismo 'yihadista'. Puigdemont y Colau evitan vincular el atentado con el islamismo radical https://t.co/4BegM1HTzJ