La polarización del nuevo Parlamento surgido de las urnas es muchísimo más acusada de la que representaban el PP y el PSOE, ese bipartidismo al que ahora se hace culpable de todos los males. Es cierto que ha empezado una nueva etapa, pero no es la etapa del fin del bipartidismo sinó la de su reformulación. Especialmente en la izquierda, en dónde la explosión del extremismo comunista-libertario-populista de Podemos amenaza con desbancar a la socialdemocracia y fagocitarla. De momento ya se ha tragado a Izquierda Unida que ha pasado de 11 a 2 diputados, perdiendo su grupo parlamentario, y ha inflingido al PSOE su peor derrota desde 1977.
Esa reestructuración del bipartidismo afecta también a la derecha pero con menor intensidad, a tenor de los resultados electorales. El PP ha mantenido 7.211.111 votantes de los 10.866.566 que obtuvo en 2011. Ha perdido 64 diputados en el Congreso pero ha logrado mantener la mayoría absoluta en el Senado. La erosión a la que la crisis y la corrupción lo han sometido ha abierto un nada desdeñable espacio político de centro, social-liberal, que Ciudadanos pugnaba por ocupar pero que incomprensiblemente abandonó al final de la campaña electoral con su negativa a comprometer sus apoyos a la formación de gobierno, dejando un vacío que han rellenado la abstención e, incluso, Podemos. Un espacio, sin embargo, que tarde o temprano tendrá que lidiar con el PP.
Pero mientras las aguas no vuelvan a sus cauces, España parece condenada a la ingobernabilidad en su futuro inmediato. La única opción racional sería la formación de una gran coalición entre el PP y el PSOE, pero ello no será fácil. Y no lo será mientras el PSOE sea el de Pedro Sánchez.
Para que ello sea posible Sánchez debe dejar la dirección del PSOE. Y también ayudaría que Rajoy cediera el testigo a Soraya.
!Alea jacta est¡
El PSOE de Pedro Sánchez, con su cordón sanitario frente a PP, su inepcia para plantear una alternativa al PP de Rajoy, su radicalismo izquierdoso y sus alianzas bolivarianas, ha vuelto a caer, cediendo hegemonía a Podemos.
Ahora intentará formar gobierno con Podemos, mareas y nacionalistas, creando un batiburrillo mayoritario pero demencial, que volverá a embarrancar la economía, regalará más poder al nacionalismo étnico, será incapaz de poner en marcha una reforma constitucional aceptable, nos alejará definitivamente de la Unión Europea, y acabará como el rosario de la aurora en breve plazo.
Gracias al PSOE de Sánchez, en un año estaremos mucho peor que ahora, y será preciso convocar nuevas elecciones ante el caos que habrá desatado.
¿Va a permitir el PSOE de Susana Díaz que suceda esto?
La alternativa al caos es un PSOE refundado, que deje atràs de una vez a Zapatero y Sánchez, que supere el radicalismo y el etnicismo, que recupere el sentido de Estado y la visión del interés general, y que se abra a un Pacto de Estado o gobierno de coalición con el PP y Ciudadanos capaz de mantener el rumbo económico e iniciar una reforma constitucional a aprobar en dos o tres años.
Para que ello sea posible Sánchez debe dejar la dirección del PSOE. Y también ayudaría que Rajoy cediera el testigo a Soraya.
Desde las pasadas elecciones catalanas, en los cuarteles generales de los dos grandes partidos se venía acariciando la idea de una gran coalición de Gobierno PP/PSOE después de las generales, como mal menor para conducir una legislatura inestable que puede acabar en un devastador tornado si la recuperación económica se tuerce. Los resultados conocidos este domingo pueden acabar abonando esta posibilidad, con un mayor margen de prosperar si Mariano Rajoy y Pedro Sánchez dejan sitio a otros protagonistas. El cara a cara entre ambos dejó huella y haría el entendimiento imposible. Con Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz, quizás otro gallo cantaría.El problema es que para el PSOE, con o sin Sánchez, ninguna opción es buena. Como dijo Alfonso Guerra "si el PSOE pacta con el PP, desaparece como partido y si lo hace con Podemos, arruina a España".
!Alea jacta est¡