De momento, el fenómeno Trump empieza a tener consecuencias importantes. La primera: Europa parece haber despertado a la realidad. Lo verbalizó Ángela Merkel, de campaña electoral en una fiesta de la cerveza: 'Los europeos tenemos que tomar el destino en nuestras manos'. Tiene miga la frase de la Frau. Llevamos 60 años de 'construcción europea' y ahora parecen darse cuenta que el destino de Europa nos corresponde a nosotros mismos. En fin, más vale tarde que nunca. Si es que de verdad se ponen a ello.
Segunda consecuencia importante: el tinglado político-económico-climático firmado en la cumbre de París queda maltrecho -por no decir hundido- tras la retirada de EEUU del mismo. Los motivos por los que Trump ha adoptado esta decisión no los sé ni me importan demasiado. Pero, como en el caso del futuro de Europa, su decisión permitirá cuestionar un Tratado que no sólo no resuelve el calentamiento global sino que enriquece a algunos y empobrece a todos. Diagnóstico en el que, por razones contrapuestas, coinciden escépticos y defensores del cambio climático antropogénico, incluido su gran gurú James Hansen.
Más interesante aún. El golpe al Tratado de París facilitará que salga a la superfície, con luz y taquígrafos, un debate científico proscrito por esa inquisición climática que, ignorando el principio de contradicción y falsación inherentes al debate científico, se atreve a acusar de 'negacionistas' a las opiniones discrepantes.
Tercera consecuencia importante: una ruptura con el modelo diplomático acomplejado y claudicante, especialmente en Oriente Medio. Trump pronunció hace pocos días un discurso clave en Arabia Saudí que ha sido ignorado por los medios centrados en algunas bobadas e incongruencias, que también las hubo.
el pasaje clave del discurso (minuto 22:25) fue cuando dijo: “Hay mucho por hacer. Esto significa hacer frente con honestidad a la crisis del extremismo islámico, a los islamistas y al terrorismo islámico en todas sus modalidades”. (El texto preparado decía “[al] extremismo islamista y los grupos terroristas islamistas”, pero cuando habló, Trump hizo esos cambios. Aunque islamista es más preciso que islámico, políticamente, ambos aluden a lo mismo).
Fue inaudito y digno de mención que un líder americano dijera eso no sólo en la capital del Reino de Arabia Saudí sino ante la Cumbre Árabe Islámica Americana, patrocinada por los saudíes y en presencia de los líderes de varios de los 50 países de mayoría musulmana. “Tengo vuestros números”, dijo Trump. “Así que no juguéis conmigo”.
Incidió en este punto varias veces: “Los países de mayoría musulmana deben tomar la iniciativa en el combate de radicalización”, “las naciones musulmanas deben asumir la carga, si queremos derrotar el terrorismo y sumir en el olvido a su perversa ideología”; hizo mención al coste humano de “el ISIS, Al Qaeda, Hezbolá, Hamás y tantos otros”, y llamó a la unidad “contra el asesinato de musulmanes inocentes, la opresión de las mujeres, la persecución de los judíos y las matanzas de cristianos”. No hubo aquí confusión alguna acerca de la naturaleza del problema. | DANIEL PIPES
Oriente Medio está encantado que haya acabado la era Obama, lo que da a Donald Trump la oportunidad de un verdadero triunfo diplomático. No hay mal que por bien no venga.
Trump, el supuesto tonto, ha cambiado la discusión y se los va a llevar al huerto