Pilar Enjamio, una psicóloga experta en mujeres maltratadas, desafía en este artículo la ola de apoyo a Juana Rivas y plantea interrogantes y soluciones distintos a la fuga con sus hijos.
El nombre de Juana Rivas está de plena actualidad. Los comportamientos impulsivos denotan desequilibrio e inestabilidad. Eludir la ley anula de un plumazo cualquier argumento. Esta conducta de esconderse como delincuente que huye causa desequilibrio psíquico e inestabilidad en los menores.
La historia se remonta a doce años atrás cuando en Londres se enamora de Francesco Arturi y tienen su primer hijo. El domicilio familiar se sitúa en Italia. En 2009 Juana presenta una denuncia por malos tratos y su pareja es condenada a tres meses prisión.
Según el abogado del padre, Adolfo Alonso, lo de reconocer maltrato fue una especie de cláusula entre la pareja o, mejor dicho, imposición de la mujer a cambio de permitirle ver al hijo, aunque la sentencia es la sentencia.
Años después se vuelven a unir y tienen un segundo hijo que en la actualidad tiene tres años. La inadaptación de Juana a un lugar, Cerdeña, era manifiesta. Se sentía esclava y alejada de todo contacto en un hotel rural de la familia a ocho kilómetros del pueblo más cercano. Hablan de síndrome de Estocolmo en este regreso y no lo creo. Se manifiesta cercano en el tiempo y no después de años. Pero la dependencia afectiva impide la separación.
Algo no encaja
A finales del curso de escolarización de 2016 Juana trajo los niños de vacaciones a España y no volvió a llevarlos al hogar familiar ni se los entregó a su padre. Según el convenio internacional se trata de un traslado ilícito de menores. Tenía que entregárselos a Francesco estos días y no sólo no lo ha hecho sino que está en paradero desconocido. Yo me pregunto por qué no hubo más denuncias desde 2009 y ahora se usa ese argumento para que no convivan con el padre.
Si cuatro jueces se han puesto de acuerdo en conceder la custodia provisional, ¿están todos ellos equivocados? Francisca Granados, directora Centro Mujer de Maracena en Granada, se ha convertido en la abanderada de esta causa. Pero yo observo una masa de gente con ese poder hipnótico del gregarismo que, en una especie de fanatismo, creen a pies juntillas una versión de malos tratos.
Sin haber visto nunca ningún signo de maltrato creen a la mujer. Yo, sin tener nada que ver el caso, he visto a hombres maltratados y manipulaciones con los hijos. Prevengo y lucho contra la violencia de género y recupero mujeres con síndrome de Estocolmo, con verdadero síndrome de Estocolmo.
Pero aquí hay muchas cosas se me escapan y no concuerdan. Llora Juana y lloran las mujeres a su lado que más bien parecen plañideras y ni saben por qué lloran. Y ahora el eslogan defendiendo el incumplimiento de normas judiciales, con esa frase de "Juana está en mi casa".
¿Y dónde está el razonamiento? Loo sucedido es un secuestro de los niños. Francesco adoptará medidas legales. Mi querida madre Juana, yo sé que quieres a tus hijos, pero no eres consciente del daño estás haciendo con tu huida, puedes acabar en la cárcel. De este modo te quedarás sin niños y sin razón.
Ni plataformas ni gritos: ley
Nada ayudarán las plataformas ni los gritos sino la vía legal. Pedir la custodia legal que es muy diferente a raptar. Dicen los menores que jamás recibieron maltrato pero lo presenciaron. Sería necesario un examen psicológico . Se cree y dice que estarían mal con su padre. Huyendo y escondiéndose tampoco están bien.
La solución no es escapar de los problemas, sino enfrentarse a ellos . Y algo que hay que enfatizar es el hecho de que los hijos no son objetos ni monedas de cambio en los conflictos entre un padre y una madre. Actuar de forma fanática y con premura -y aquí me refiero también a instituciones- no es prevenir violencia de género ni es protección al menor.
Sin olvidar un examen psicológico de la persona sufre maltrato porque siempre se ve afectado su comportamiento y equilibrio. Espero aparezcan los niños y la vía legal se reestablezca.
De la última carta a K. de Arcadi Espada:
Francesco Arcuri vive de un pequeño hotel rural en Carloforte, en la Isla de San Pietro. Por lo que muestra Booking parece un lugar modesto y agradable. Este fin de semana la habitación valía 86 euros. De aquí se fue Juana Rivas con los niños, el 18 de mayo de 2016. A pasar unos días en España, dijo. Los dos se habían conocido en Londres, en el invierno de 2005. Algo más de un año después nació el primer hijo, Gabriel. Y una mañana de 2009, ya con calor, la primera y seria desgracia. Vivían entonces en Granada. Juana estaba al cargo de un pequeño negocio, una tienda de alimentación ecológica, y Francesco se ocupaba de la crianza del niño. Aquella mañana Juana había llegado a la casa después de una noche de farra. Discutieron. Hubo insultos recíprocos. No era la primera vez que todo aquello pasaba. Entrada la mañana, ya despiertos, siguieron discutiendo. Juana la emprendió a golpes contra algunas de las cosas de Francesco: su ordenador, un disco informático, unos auriculares. Él quiso limitar los daños y cuando trataba de arrancarle los auriculares, probablemente le lastimó la mano. Juana acabó por coger la puerta. Le dolía la mano y se fue a un hospital donde le diagnosticaron una lesión leve. Y donde le insistieron en que presentara una denuncia contra Francesco. Por la tarde, el padre sacó a pasear al niño. Su intención era acercarse a la tienda para ver si Juana estaba allí. No pudo llegar. Un policía de paisano lo paró en plena calle:
-¿Usted sabe por qué voy a detenerle?
-Perdone, pero no tengo ni idea de lo que me está diciendo.
El policía lo detuvo y lo llevó a comisaría. Pasó la noche en el calabozo y al día siguiente el juez lo dejó en libertad con cargos y le prohibió acercarse a Juana.
El juez no determinó su alejamiento del niño. Lo determinó Juana Rivas. La situación se le hizo tan insoportable que prefirió evitar el juicio y aceptar una condena de tres meses y un año de alejamiento. A las personas hay que comprenderlas. Era inocente, pero quería volver a ver a su hijo. Y tal vez, en un rincón no dicho de su corazón, pensó que quizá podría arreglarse con Juana. Aceptó la condena y lo que es peor, la culpa. Al poco tiempo los dos quebraron su orden de alejamiento. A fondo la quebraron. El 11 de enero de 2014 nació Daniel, el segundo hijo. El Derecho prevé dar una segunda oportunidad a la gente, porque imita a la vida. Pero no salió bien. En mayo de 2016 Juana se marchó de la isla con los niños. Lo necesito. Quiero estar un tiempo con mi familia. Volveré. En agosto le anunció que no volvería. En noviembre prohibió que padre e hijos tuvieran su habitual contacto por skype. Y presentó una denuncia por agresión contra Francesco. Esta denuncia que el presidente del Gobierno confunde irresponsablemente con un hecho.
Francesco habla desde un hotelillo de Granada. No tiene más planes que el de volver a ver a sus hijos. Adolfo Alonso, su abogado, militante socialista vasco y candidato al Congreso por Vizcaya en 2016, medita lo que dijo el viernes la secretaria de Igualdad del Psoe, Carmen Calvo, sobre el pacto parlamentario contra la llamada violencia machista y con la historia de Juana y Francesco golpeando su noble corazón de socialista igualitaria: "Que no vuelva a ocurrir que un padre condenado en firme por malos tratos pueda tener luego el disfrute de sus hijos en cualquiera de los formatos posibles". Medita el letrado Alonso cómo Carmen Calvo y él militan aún en el mismo partido.