dilluns, 21 de maig del 2018

La última chaladura: los niños causan calentamiento global



COPENHAGEN – Across all cultures, raising a child is considered one of the most rewarding things a person can do. Yet a chorus of campaigners, scientists, and journalists suggest that everyone should think twice before procreating.

The United States’ public radio broadcaster NPR asks, “Should We Be Having Kids in the Age of Climate Change?” The Nation magazine wants to know, “How Do You Decide to Have a Baby When Climate Change Is Remaking Life on Earth?” The Guardian counsels readers: “Want to fight climate change? Have fewer children.” And the New York Times warns that having a child is the worst environmental action anyone could take.

By having two children, a hypothetical American woman who switches to a fuel-efficient car, drives less, recycles, installs efficient light bulbs and energy-saving windows, would do as much damage as “nearly 40 times what she had saved by those actions.” Last year, the US fertility rate hit a historic low.

We have been here before. In the 1970s, fear of environmental degradation and societal collapse drove some well-intentioned people to remain childless. The scientists and opinion leaders comprising the Club of Rome famously (and erroneously) predicted humanity’s end, forecasting that the world would run out of aluminium, copper, gold, lead, mercury, molybdenum, natural gas, oil, silver, tin, tungsten, and zinc. They advocated stopping economic growth, cutting consumption, and making sure people had fewer children.

Some people in rich countries followed this advice. In 1972, US activists founded the National Organization for Non-Parents, promoting childlessness as “politically responsible.” A research paper from 1976 noted that fear of overpopulation had become “one of the reasons for remaining child-free.” One wonders whether any of the scientists felt remorse, or how many would-be parents felt regret, when the dire predictions turned out to be fear mongering.

Just like the Club of Rome, today’s climate scientists make the case against having children by pointing to the environmental burden caused by adding to the planet’s population. Most analyses use the approach set out in a 2009 paper by Oregon State University’s Paul A. Murtaugh and Michael G. Schlax, which holds each parent responsible for half of every child’s projected lifetime C2 emissions. But it doesn’t stop there: You are held responsible not just for half of your child’s emissions, but also for a quarter of your grandchildren’s emissions, an eighth of your great-grandchildren’s emissions, and so on. In their central scenario, Murtaugh and Schlax expect that in the US every child will account for more than 20 tons of CO2 every year.
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'España Ciudadana': En el filo de la navaja





Comparto la mayor parte de la letra del manifiesto 'España Ciudadana', pero su música me incomoda. En política, no me gustan los arrebatos poéticos ni la explotación de las emociones. Es demasiado peligroso. Especialmente en un momento en que el populismo y el nacionalismo renacen por doquier.

Entiendo que se quiera combatir la baja autoestima, el autoodio, el pesimismo o el negativismo que han renacido en España con la crisis. Pero pretender hacerlo con expresiones adictivas que deberían estar desterradas del lenguaje político civilizado como 'destino', 'imparables' o 'sueño' es demasiado arriesgado.

Los catalanes sabemos por experiencia propia que en el nacionalismo hay una gran sobredosis de autoestima. Somos distintos, somos mejores, somos superiores. Tenemos un 'destino' (fabricado por un relato de la historia hecho a medida) y tenemos un 'sueño' (que nos une y nos iguala) y que nos hace 'imparables'.

La izquierda y el independentismo han oído en la música del manifiesto los ecos de la 'España una, grande y libre' del franquismo, con lo que pretenden situar a Ciudadanos en la extrema derecha del espectro político. Así de descarnado lo ha expresado Coscubiela:


Acusar de fascismo o falangismo a Rivera y C,s forma parte de la calumnia política, no de la realidad. Ciudadanos pretende ser -y en parte ya lo es- un partido liberal. Pero en su legítimo intento de ganar las elecciones y arrebatar al PP gran parte de su electorado, parece dispuesto a caminar por el filo de la navaja del populismo y el nacionalismo. Un filo que puede acabar cortando a Rivera y, lo que es peor, a todos nosotros.






Manifiesto: La España Ciudadana

Somos andaluces y catalanes. Somos madrileños y valencianos. Somos vascos y murcianos. Somos gallegos y extremeños. Navarros, castellanomanchegos y aragoneses. Somos baleares, canarios, cántabros y asturianos. Somos riojanos y castellanoleoneses, melillenses y ceutíes. Y precisamente por eso somos españoles.

Somos españoles en todas nuestras lenguas cooficiales. Y todos somos españoles en español, nuestra lengua común, que compartimos con quinientos millones de ciudadanos en el mundo.

El futuro de España será lo que queramos los españoles. Hemos escrito juntos nuestro destino. Lo hicimos en Cádiz en 1812. Lo hicimos en 1978, abriendo la mejor página de nuestra historia en una Transición ejemplar, en la que todos nos dimos la mano para superar las heridas de la guerra civil y la dictadura, y en 1986 entrando en la Comunidad Europea. Hemos vencido con sufrimiento y valentía al terrorismo de ETA, y venceremos también el terror yihadista. Frenamos un golpe militar en 1981 y en 2017 un golpe separatista en Cataluña. Nos estamos levantando de una grave crisis económica a base de sacrificio, solidaridad y trabajo. Cuando nos dividimos, los españoles somos débiles. Pero juntos somos imparables.

Ha llegado la hora de liberarnos de nuestros complejos, de construir entre todos un nuevo proyecto nacional para poder hacer frente al populismo y al nacionalismo. Porque ser españoles en el siglo XXI es ser solidarios, es defender la unión y la igualdad, es respetar o mostrar con normalidad los símbolos que nos unen, es, en definitiva, amar la libertad.

Tenemos un patrimonio cultural incomparable, una historia rica y apasionante, un pasado lleno de personajes extraordinarios. Porque un país lo construyen las personas y lo mejor de España somos los españoles.

La diversidad nos ha enriquecido y la unión nos ha hecho fuertes.

En la España que viene, los protagonistas volveremos a ser los héroes anónimos: los servidores públicos, los estudiantes, los científicos, los artistas, los deportistas, los emprendedores, los trabajadores, los mayores. Todos aquellos que con trabajo, dignidad y talento estamos dispuestos a aportar lo mejor de nosotros mismos a nuestro país.

En la España que viene la base de nuestro progreso será nuestro capital humano. Una buena educación, un empleo digno y de calidad, la innovación y la modernización de la economía serán los instrumentos para ser mejores en un mundo global. La regeneración y lucha contra la corrupción también serán claves para que los españoles volvamos a confiar en nuestras instituciones, en nuestros representantes públicos y, en definitiva, en nuestra democracia.

En la España que viene todo es posible. Porque viene la España optimista, la España moderna, la España que suma y no resta. Un país más europeísta y más democrático, más solidario y más competitivo. Una España con prestigio y liderazgo en el mundo, una España sin complejos, que sólo mira al pasado para aprender de los aciertos y errores, y que mira al futuro para seguir soñando.

Viene la España de la que nos vamos a volver a sentir orgullosos, viene la España con la que vamos a recuperar la dignidad. Viene la España de los ciudadanos libres e iguales.

La España ciudadana ya está aquí. Únete.






Salgo a la calle y solo veo a los míos
La crítica de Tsevan Rabtan

(...) No nos engañemos, uno de los males del nacionalismo es que es corrosivo. Empezamos diciendo que nuestra civilización es mejor, que nuestras instituciones son más complejas y más abiertas, que permiten mayor libertad y que esto se resume en somos A y esta es nuestra bandera y lo recordamos en nuestro himno, y pronto resulta que esas ideas complejas son difíciles de explicar —sobre todo cuando hay problemas— y exigen la pausa, la reevaluación, la discusión permanente, la exposición de nuestras malas ideas, la discusión de nuestros prejuicios. Un día ya estamos cansados y hay algún tipo vendiendo paraísos y ya no hacemos tanto caso a las bases de ese patriotismo de las ideas, y nos quedamos con que somos mejores porque somos de A y te lo digo cantando mi himno y pasándote por el morro un puto trapo lleno de colores y figuras geométricas.

Puede que sea útil y eficaz utilizar las emociones y los sentimientos. Que facilite el establecimiento de ciertas políticas. Pero es un atajo y hay que recordarlo siempre. Llamando a las cosas por su nombre. El avance de la civilización no es producto de las emociones. No lo ha sido nunca. Por mucho que los que están en el lado correcto de la historia se hayan apoyado en ellas. Las emociones no nos hacen tener razón, solo nos hacen creer que la tenemos. Y esa creencia puede ser igual de fuerte en alguien que cree que todos tenemos derecho a perseguir la felicidad porque somos libres e iguales o en alguien que cree que todos tenemos derecho a perseguir la felicidad porque somos blancos y hombres.


(...)

Sí, sería peor una España que propugnase las esencias de la raza. Pero una que diga esto…


«El futuro de España será lo que queramos los españoles. Hemos escrito juntos nuestro destino

«Cuando nos dividimos, los españoles somos débiles. Pero juntos somos imparables

«Ha llegado la hora de liberarnos de nuestros complejos, de construir entre todos un nuevo proyecto nacional (…) . Porque ser españoles en el siglo XXI es ser solidarios, es defender la unión y la igualdad, es respetar o mostrar con normalidad los símbolos que nos unen, es, en definitiva, amar la libertad.

«Tenemos un patrimonio cultural incomparable, una historia rica y apasionante, un pasado lleno de personajes extraordinarios. Porque un país lo construyen las personas y lo mejor de España somos los españoles

«En la España que viene todo es posible

«Una España con prestigio y liderazgo en el mundo, una España sin complejos, que sólo mira al pasado para aprender de los aciertos y errores, y que mira al futuro para seguir soñando

«Viene la España de la que nos vamos a volver a sentir orgullosos, viene la España con la que vamos a recuperar la dignidad. Viene la España de los ciudadanos libres e iguales.»

… no se acerca ni remotamente a nada de lo que sentir orgullo. No es, en suma, más que otro ejemplo de tipos dándose golpes de pecho y reclamando ser la sal de la tierra.

Déjales un rato dándose golpes, pon fuerte la música, favorece que las lágrimas aparezcan al hablar de la patria, y rápidamente empezarán a mirar mal al de al lado, al tipo ese que no se emociona en absoluto. Al otro.


El HIP, el nuevo modelo de matrimonio basado en una gran dedicación a la crianza de los hijos y no en el sexo o el dinero




BROOKINGS.- The marriage gap by social class is a source of anxiety, since it contributes to inequality – and to inequality of opportunity, too. Kids raised by married parents do better on all fronts. But it’s hard to tease out cause and effect. It seems unlikely that the act of getting married, or even the fact of being married, triggers big changes in parenting or employment.

Rather than focusing on where marriage is dying, it makes more sense to look at where it is surviving. As I argue in a piece for The Atlantic (“How To Save Marriage in America”), the marriages of the elite are not like the marriages of their parents, or the ones their parents rejected. In these new marriages, husband and wife are both earners, and both parents – and expect to be.

MARRIAGE: FOR THE CHILDREN These marriages are not based on sex, or money. They are based on parenting; and not just feed-the-kids parenting, but parenting in the form huge commitments of time, energy, money and attention to the educational, social and personal development of their offspring. These are High Investment Parenting (HIP) marriages.

Although HIP marriages are being pioneered at the top, they are needed across society. Bringing back “marriageable” men – ie. taciturn, semi-engaged breadwinners – is not the solution for poorer Americans.
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