Y es que los supervivientes del naufragio de CDC contemplan con pánico su hundimiento final ante la posibilidad de un nuevo tripartito entre Colau y los comunes, ERC y la CUP.
El RUI de Colau
Aunque todo el mundo trabaja -de manera consciente o inconsciente para que Colau y los comunes crezcan en los próximos meses. Y esto ocurre al mismo tiempo que aumenta la presión para que el llamado referéndum unilateral de independencia (RUI) acabe siendo asumido por el Gobierno de Juntos por el Sí como la manera de resolver -es un decir- el compromiso adquirido el 27 de septiembre del año pasado. Algunos dan por hecho que Puigdemont cogerá esta bandera aprovechando la moción de confianza y otros consideran que el presidente optará por no descartarla, que no es exactamente lo mismo. Tiene razón Enric Juliana cuando dice que "este hombre no es ningún comediante" y que tiene por objetivo la independencia desde jovencito. Este dato se presenta como un gran mérito, ya no recordamos que la fuerza del proceso era ser un movimiento de conversos. Dicho esto, el problema es doble: a) más allá de la voluntad presidencial, no han desaparecido los obstáculos enormes que impidieron que el 9-N sirviera como referéndum a ojos de la comunidad internacional; b) a pesar de los cambios en la cúpula de la CUP y ciertos gestos, es difícil que los anticapitalistas aprueben los presupuestos.
¿Qué vendrá cuando se agote la retórica sobre el RUI y haya que hacer unas elecciones que quizás se dirán constituyentes pero serán simplemente autonómicas? Hay pistas que señalan el camino: el día 9, en Sant Boi, se celebrará un acto conmemorativo del Día de 1976 convocado por ERC, la CUP y Podemos. Este juego de memoria es tramposo, a poco que se sepa historia o se recuerde lo que fue aquel primer Once de Septiembre tolerado; digamos sólo -como ejemplo aclaridor- que hace cuarenta años, entre los oradores, junto a líderes de las izquierdas había Miquel Roca en nombre de CDC y, incluso, un venerable representante -Octavi Saltor- de lo que quería ser una reedición de la Liga. Ya se ve que la transversalidad de entonces no es exactamente la de ahora, aunque hoy este concepto es omnipresente.
Esta fiesta de Sant Boi -donde comunes, republicanos y cupaires van de la mano sin perder ni un segundo con el ruinas es la política real y la que acabará cuajando. Aunque decirlo haga daño a tantos independentistas de buena fe, incluyendo Puigdemont. Prometieron una República de izquierdas y tendremos un tripartito autonómico, Pisarello lo ha explicado con pelos y señales. Por eso me reí tanto este agosto con la absurda polémica -sobre todo en las redes- entre independentistas y comunes a propósito de la colocación ante el Born de una estatua de Franco en el marco de una exposición este otoño. Desde el minuto cero se vio que el anzuelo de los comunes funciona perfectamente. Había una pelea anecdótica para hacer más bueno el aterrizaje de Colau a la manifestación de la Diada y tapar los movimientos de fondos. El gran desconcierto dentro del PDC y la negativa de Puigdemont a ser candidato hacen que el RUI los de Colau sea inexorable. FRANCESC-MARC ÁLVARO
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