dissabte, 28 d’octubre del 2017

La jugada maestra de Rajoy


Las caras de Junqueras, Puigdemont y Forcadell son el más nítido resumen de la jornada histórica de ayer en que proclamaron la República catalana independiente

De la misma manera que hay una izquierda genéticamente anti PP, existe una pequeña derecha, liberal o conservadora, física y metafísicamente anti Rajoy. Unos y otros son la expresión del rechazo urticario que provoca en la pureza ideológica el pragmático eclecticismo de Don Mariano.

Sin embargo, Rajoy ha demostrado ser no solo un corredor de fondo sino tener una envidiable, sorprendente y genial inteligencia política. La manera en que ha jugado la carta del artículo 155 se parece mucho a una obra maestra. Ni Maquiavelo la habría formulado mejor.

Por un lado, Rajoy anuncia simultáneamente la intervención de la autonomía catalana y la convocatoria de elecciones. De esa manera deja sin argumentos a los que, dentro y fuera, le acusan de querer liquidar el autogobierno catalán y pone a los independentistas contra las cuerdas. Si se presentan a las elecciones, mal. Si no se presentan, peor.

¿Cómo justificar que se envainan la proclamada República catalana para participar en unos comicios autonómicos? ¿Cómo justificar ante el mundo y ante sus electores más cuerdos que siguen adelante en su revuelta 'democrática' contra la 'opresión del estado español' cuando ese mismo estado opresor les ofrece la oportunidad de participar en unas elecciones libres, democráticas y con plenas garantías? ¿Querían o no querían votar, votar y votar?

Por otro lado, los independentistas no solo podrán votar en 55 días sino que incluso sus líderes rebeldes podrán presentarse como candidatos, aún que solo sea por el hecho que es muy difícil que la justícia haya podido inhabilitarlos antes del 21-D. ¡Más respeto democrático por los derechos humanos y políticos de los rebeldes, imposible!

¿Eso quiere decir que todos esos aprendices de golpista quedarán impunes? En absoluto. La rueda de la justicia es lenta pero imparable. Y todos ellos, según los delitos que determinen los jueces, se pasaran sus años en la cárcel.

Algunos dirán que lo anterior no resuelve el problema de fondo. Y es cierto. Pero pretender hacerlo a través del artículo 155 no es posible y los jueces no lo permitirían. El 155 no está concebido para rediseñar el poder autonómico sino para restaurar la legalidad en un momento dado.

Los cambios que se requieren para que lo ocurrido en Cataluña no se repita en el futuro deben hacerse con cambios legislativos más allá del 155. Cambios que requieren modificaciones estatutarias y, tal vez, constitucionales. Cambios que deberán abordarse una vez recuperada la normalidad institucional.



Puigdemont admite florentinamente su derrota


El mensaje de Puigdemont tras ser cesado no es, ni por el tono ni por el contenido, el de alguien que está plantando cara al Estado, de alguien que no se da por cesado y que sigue al frente del Govern de la República catalana. No. Ni tan siquiera ha realizado ese mensaje desde el Palau de la Generalitat, sino desde su casa en Gerona. Y no lo ha hecho porque sabe y asume que ya no es el President de Cataluña. De lo contrario podría ser acusado de un delito mucho más grave: el de rebelión. Es, pues, el mensaje de un derrotado. Un mensaje florentino en el que Puigdemont alega que solo el Parlamento puede destituirlo, pero en el que no niega que lo esté. Todo lo que hace es llamar a 'una oposición democrática' contra el 155 'respetando las protestas de los catalanes que no están de acuerdo con lo que ha decidio la mayoría parlamentaria'. Algo inédito en la retórica oficial independentista. Puigdemont acata el 155 y acepta el reto electoral del 21-D porque no puede hacer otra cosa que intentar evitar males mayores.