"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
dijous, 24 de gener del 2019
El taxi elige el ¡Vivan las cadenas!
'¡El taxi tiene que parar todo el país para someter a los neoliberales!'
He ahí el grito de guerra contra los que entreabrieron la puerta de la competencia a un mercado intervenido que ha beneficiado sobre todo a las administraciones públicas y a los especuladores de licencias. Sí, la competencia de Uber y Cabify ha puesto en jaque al sector del taxi, pero lo ha puesto porque el intervencionismo público impide que los taxistas dispuestos a ello puedan competir. El taxi, regulado por una maraña de normas, trabas y limitaciones al mercado, es un activo cautivo exprimido por la administración pública, que les quita hasta un 50% de sus ingresos.
Son los ayuntamientos, los entes metropolitanos y las comunidades autónomas los que lo determinan. En Cataluña, el sector está regulado por la Ley del Taxi de 2003, modificada parcialmente en 2015, y por el Reglamento Metropolitano del Taxi, entre otras disposiciones que fijan las tarifas y los recargos (nocturnidad, aeropuerto...), establecen las limitaciones al tipo de vehículo y provocan la especulación por una oferta limitada de licencias, que hace que alcancen en la calle precios astronómicos.
Los dirigentes del sector del taxi no deberían, pues, equivocarse de enemigo. La solución no pasa por perjudicar o suprimir a los competidores, por bloquear calles y carreteras, quemar contenedores o agredir a conductores y vehículos VTC o por mantener la protección de los establecidos en detrimento de los usuarios, de los que nadie se acuerda y a los que nadie les pide opinión. Y la mejor manera de hacerlo no es acabando con la competencia sino cambiando la burocrática intervención pública por unas reglas del juego, simplificadas y objetivas, iguales para todos.
Los taxistas, como muchos otros sectores afectados de cerca o de lejos por la globalización, merecen algo más que ser abandonados a su suerte como 'víctimas colaterales' de la disrupción tecnológica. Acusados de fachas, de luditas, de aferrarse a sus viejos privilegios, reales o supuestos, les hemos echado a los brazos del populismo, que les ha convencido que solo solventaran sus problemas con más intervención, más prohibiciones y más limitaciones a la competencia.
Los taxistas deberían 'poder fijar la tarifa en base a la demanda y no a criterios políticos de limitación de oferta' y recibir 'una bonificación en sus impuestos por las licencias pagadas a precio desorbitado porque se limitaba la oferta artificialmente'. La propuesta de Cabify de crear un "fondo de transición" para el taxi que garantizaría compensaciones al sector en caso de que perdieran sus licencias, iría en esa dirección..
Sin embargo, los taxistas han decidido que su enemigo no es la burocracia intervencionista del Estado, que los estruja pero los cobija, sino el neoliberalismo, palabra talismán que sirve para explicarlo todo sin necesidad de resolver nada. Los taxistas se movilizan ahora al grito absolutista de ¡Vivan las cadenas!.
Impacto socioeconómico de la modernización de los servicios VTC (pdf)
¿Cómo se ha afrontado en el resto de los países de Europa el conflicto entre el taxi y los VTC?
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