Los que nos atrevimos a predecir no sólo que Trump ganaría la presidencia de los EEUU sino también que no pasaría nada excepcional ni se produciría ningún apocalipsis democrático por ello, podemos felicitarnos. Los 100 primeros días de presidencia del outsider republicano lo han confirmado.
Por el contrario, los que se engañaron a sí mismos y engañaron a los demás asegurando que no había la más mínima duda de la victoria de Hillary Clinton, los que pusieron el grito en el cielo cuando ganó Donald Trump contra todos sus pronósticos, los que intentaron impedir por todos los medios que tomase posesión de su cargo, los que aterrorizados nos aterrorizaban advirtiendo que su llegada al poder sería poco más o menos como la llegada de Hitler al Reichstag, tendrían ahora que hacer autocrítica, aceptar que se equivocaron, que informaron con un fanatismo partidista sin precedentes y, sobre todo, reconocer que socavaron la credibilidad de la democracia estadounidense -que desde su nacimiento ha estado y está blindada frente a la tiranía- con la única finalidad de asustar a los electores.
Lamentablemente, eso no ocurrirá. No harán autocrítica. Ni ahora, ni nunca. Se limitarán a lo que hacen siempre en éstas situaciones: disimular. Ya han empezado a hacerlo con motivo de los 100 días de Trump.
En lugar de ser coherentes y manifestar su alivio porque no haya logrado implementar sus tan terribles promesas electorales, se lo reprochan. 'Oiga, que prometió esto y lo otro y ahora nada. Oiga, que ha resultado ser un tigre de papel incapaz de imponerse a nadie para poder sacar adelante sus propuestas'. Y promulgan su incapacidad y su derrota.
Pero al actuar así vuelven a equivocarse. Trump todavía no ha perdido casi nada. Es cuestión de tiempo. Algunas cosas las logrará tal y como las quería, otras no. Y muchas serán reformuladas y modificadas para lograr los apoyos suficientes para su aprobación.
Nada parecido, pues, ni a una revolución ni a una contrarrevolución. Tan sólo un tipo peculiar que, como todos sus predecesores, no tiene otra opción que gobernar dentro de la ley y la Constitución.
El apocalipsis tampoco será para hoy.
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La bajada de impuestos de Trump supone para las rentas más bajas casi duplicar su renta disponible actual, pero para El País solo beneficia a los ricos. ¿Fake News? |
La revolución fiscal y los 100 días de Trump
Estados Unidos, en los últimos ocho años, ha vivido la mayor transferencia de riqueza de los ahorradores y la clase media al Estado de su historia. $1,5 billones de nuevos impuestos, casi $10 billones de nueva deuda y $4,5 billones de expansión monetaria para un aumento del PIB de casi $3 billones.Leer el artículo completo de Daniel Lacalle, aquí
Si hay algo enternecedor de los análisis de los economistas intervencionistas es que, los mismos que aplaudían la política de más gasto, más impuestos y más déficit de Hillary Clinton y Obama, hoy se llevan las manos a la cabeza ante las bajadas de impuestos porque… pueden aumentar el déficit. Parece que el déficit es solo bueno cuando nos quitan dinero del bolsillo, no cuando nos lo devuelven.
El plan fiscal de Mnuchin tiene toda la lógica económica y además, es políticamente brillante. Como explica Jeffrey Tucker, de la Fundación para la Educación Económica, es un plan que fortalece el crecimiento y mejorará los ingresos por mayor crecimiento. Y además, sus votantes lo perciben inmediatamente.
Bajada del Impuesto de Sociedades del 35% al 15%.
Bajada del impuesto sobre las plusvalías de 23,8% al 20%.
Bajada de IRPF a todos los ciudadanos al 10%, 25%, y 35%.
La deducción máxima por persona se duplica y las deducciones por hipoteca y gastos familiares se mantienen.
Las bajadas en el Impuesto de la Renta implican que los ciudadanos que ganen menos de 25.000 dólares anuales no paguen IRPF, los de menos de 75.000 dólares, lo hagan sólo al 10%, entre 75.000 y 225.000 dólares, al 20% y para el resto, al 25%, según Mnuchin.
La mayor bajada de impuestos de la historia supondría en las rentas más bajas casi duplicar su renta disponible actual.