"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
divendres, 7 de febrer del 2020
¿Podría España acabar como Venezuela?
En este artículo, Fernando del Pino Calvo-Sotelo se pregunta si la simpatía del frente social-comunista que nos gobierna hacia la corrupta tiranía de Maduro -simpatía que causa estupor en los gobiernos occidentales- no debería ponernos en guardia.
Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo y debería ser un país próspero. De hecho, en 1950 era el cuarto país más rico del planeta, por encima de Canadá y Suiza, y durante cierto tiempo mantuvo la máxima calificación crediticia (AAA). Hoy, sin embargo, es un país completamente arrasado, con una hiperinflación que convierte la moneda local en papel mojado y con un pueblo obligado a vivir en la miseria. Según me informan fuentes locales de ayuda humanitaria, la situación es sobrecogedora. Hay hambre, y muchas familias sobreviven con una comida al día que procede de las ollas comunitarias que organizaciones humanitarias reparten en plena calle. También hay desabastecimiento de productos básicos y medicinas (que se encuentran fuera del alcance de la mayoría de la población), existe desnutrición infantil y la mortalidad se ha disparado en niños, ancianos, enfermos sin tratamiento y mujeres que dan a luz en condiciones infrahumanas. Si a alguien le ingresan en un hospital tiene que llevar su propia comida, sus propias mantas, sus propias medicinas y su propio instrumental médico, porque el hospital no tiene. A pesar de su riqueza petrolífera casi no hay gasolina, con colas en las gasolineras que pueden durar días. Tampoco hay neumáticos o recambios, por lo que el transporte es un lujo, ni papel. Los cortes de electricidad son constantes, lo que no sólo afecta a viviendas, sino también a colegios y hospitales. Mientras, los dirigentes de la tiranía bolivariana viven con ostentoso lujo en medio de una corrupción de dimensiones colosales. Mis fuentes venezolanas concluyen: “Nos gobierna una banda de delincuentes”.
Al mayor colapso económico que ha visto el mundo en décadas se une la violencia y la opresión del régimen: según la organización de derechos humanos Human Rights Watch, desde el 2016 a 2019 la policía del régimen habría matado a 18.000 personas por “resistencia a la autoridad”, mientras Amnistía Internacional (como también el Parlamento Europeo) denunciaba crímenes de lesa humanidad incluyendo ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones ilegales que no respetan ni “a niños, niñas y adolescentes”, resumiéndolo así: “hambre, castigo y miedo, la fórmula de represión del régimen de Maduro”. Todo ello ha provocado el exilio de 4 millones de venezolanos, el 15% de la población, provocando una crisis humanitaria sin precedentes en tiempos de paz.
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