Erdogan ha decidido no retrasar el reloj una hora en otoño y mantener todo el año el horario de verano, con lo que pone a Turquía en la misma zona horaria que Arabia Saudí, y más específicamente de La Meca.
La trágica alternativa que eligió Erdogan
Desde el año 2008 al 2013, los gülenistas en la policía, el poder judicial y los medios de comunicación inventado una serie de conspiraciones ficticias y tramas contra Erdoğan, cada una más sangrienta que la anterior. Llevaron adelante sensacionales juicios mediáticos en contra de oficiales militares, periodistas, ONG, profesores y políticos kurdos. Puede que Erdoğan no haya creído en la veracidad de todas estas acusaciones – un jefe militar que había trabajado en estrecha colaboración con él fue uno de los encarcelados – pero los procesamientos fueron útiles para su propósito. Además, alimentaron el miedo a ser derrocado de Erdoğan y eliminaron los vestigios restantes de un régimen de tendencia seglar de la burocracia civil y militar.
Los gülenistas tenían otro motivo también. Pudieron encumbrar a sus propios simpatizantes en los altos puestos que quedaron vacantes tras sus juicios, que fueron una farsa, en contra de oficiales militares. Los gülenistas habían pasado décadas infiltrándose en el ejército; pero, los puestos de mando habían quedado fuera de su alcance. Esta se constituyó en su oportunidad. La ironía final del fallido golpe de Estado del pasado mes de julio es que no fue diseñado por quienes tienen tendencias seglares en Turquía, sino por los oficiales gülenistas que Erdoğan había permitido que sean promovidos para reemplazarlos.
A finales de 2013, la alianza de Erdoğan con los gülenistas se había convertido en una guerra abierta. Ya que el enemigo común – la vieja guardia seglar – había sido derrotado, había poco para mantener la alianza unida. Erdoğan había comenzado a cerrar las escuelas y negocios gülenistas, así como a purgar a los gülenistas de la burocracia estatal. Se planificaba una purga importante que iba a afectar a ámbitos militares, misma que al parecer incitó a que los oficiales gülenistas actúen de forma preventiva.
En cualquier caso, el intento de golpe ha validado completamente la paranoia de Erdoğan, lo que ayuda a explicar por qué la represión en contra de los gülenistas y contra otros opositores del gobierno ha sido tan implacable y extensa. Adicionalmente a la baja de casi 4.000 oficiales, se despidieron a 85.000 funcionarios públicos de sus puestos de trabajo desde el 15 de julio y, 17.000 han sido encarcelados. Se detuvieron a decenas de periodistas, incluyendo a muchos sin vínculos con el movimiento Gülen. Ha desaparecido todo rastro de un Estado de derecho y debido proceso.