Vuelve el hombre "fuerte" a la política internacional
FINANCIAL TIMES.- Los historiadores algún día podrían resaltar el año 2012 como el punto de inflexión. En mayo de ese año, Vladimir Putin regresó al Kremlin como presidente de Rusia. Unos meses más tarde, Xi Jinping, se instaló como secretario general del partido comunista chino. Tanto Putin como Xi reemplazaron a líderes sin carisma -Dmitry Medvedev y Hu Jintao- y actuaron con rapidez para establecer un nuevo estilo de liderazgo. La tendencia que comenzó en Rusia y China se extendió rápidamente por otros países. En julio de 2013 hubo un golpe en Egipto, que destruyó a los Hermanos Musulmanes y elevó a Abdel Fattah al-Sisi, ex jefe del Ejército, como el nuevo hombre fuerte del país. Al año siguiente, Recep Tayyip Erdogan, que ya había servido 11 años como primer ministro, fue elegido presidente de Turquía. De inmediato se dedicó a fortalecer la presidencia, marginado otros líderes políticos y reprimió a los medios de comunicación.El fenómeno Erdogan demuestra que las democracias no son inmunes a la tentación del hombre fuerte. Erdogan tiene una pulsión autoritaria pero llegó al poder mediante elecciones. Narendra Modi, que fue elegido primer ministro de la India en 2014, realizó una campaña en torno a su propia fuerza y dinamismo, con la promesa de revertir los años de deriva bajo el liderazgo suave de Manmohan Singh. En Hungría, Viktor Orban, un primer ministro electo, ha demostrado fuertes tendencias autoritarias.Esta tendencia global se está acelerando. La semana pasada, las Filipinas eligió como presidente a un hombre salvajemente populista, Rodrigo Duterte -más conocido como Harry Duterte- en sustitución del tecnocrático cauteloso, Benigno Aquino.Y finalmente está el Sr. Trump. Los estadounidenses podrían estremecerse ante la idea de que la política de los EEUU puede tener algo en común con las Filipinas o Rusia. Pero, de hecho, el Sr. Trump -que parece seguro que Hombres tdoso ellos que se han comprometido a propiciar un renacimiento nacional a través de la fuerza de su personalidad y de su voluntad de ignorar las sutilezas liberales. En muchos casos, la promesa de un liderazgo decisivo está respaldada por una voluntad -a veces explícita, a veces implícita- de utilizar la violencia ilegal contra los enemigos del Estado.
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