La ortodoxia es la herencia de los aprendizajes, a menudo dolorosos, que nos deja la historia –la suma de lo que consideramos cierto. Pero no toda ella es verdadera. El progreso requiere identificar aquello que no lo es, lo cual a su vez exige una forma de pensar heterodoxa. No obstante, el aprendizaje se hace difícil cuando existen demoras largas entre la acción y sus consecuencias, como al tratar de regular la temperatura del agua estando en la ducha. Si la reacción tarda, es necesario explorar lo heterodoxo, pero ello debe hacerse en dosis moderadas. Cuando se arroja por la borda toda la ortodoxia, se produce el desastre que fue la Revolución Cultural china y que es la Venezuela de hoy. | RICARDO HAUSMANNLeer el artículo completo, aquí
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