Mientras esperamos a que los sabios se pongan de acuerdo sobre las causas de la victoria de Donald Trump -si han sido los perdedores de la globalización, los revanchistas supremacistas de la nación blanca, los hastiados de la mojigatería de la corrección política, los desilusionados con Obama y los que nunca creyeron en él, o por todas esas razones y en qué proporción cada una de ellas- podemos intentar dilucidar algunas de las posibles oportunidades que ofrece su ascenso a la Casa Blanca.
Si nos atenemos a lo literal de su programa económico, Trump intentará poner en práctica una política proteccionista, modificando sustancialmente los acuerdos de libre comercio firmados por los Estados Unidos o, si ello no es posible, abandonando los mismos. Sin embargo, no está claro que pueda hacerlo fácilmente, ya que contará con la oposición de los demócratas y, lo que es decisivo, de gran parte de los republicanos, que han sido y siguen siendo firmes defensores del libre comercio internacional.
Por lo que respecta a la inmigración ilegal, más de lo mismo. Tras su victoria electoral, Trump matizó ya sus propuestas: dijo que expulsaría entre 2,5 y 3 millones de ilegales con antecedentes penales y que respecto a la frontera con México quién dice muro, dice valla. Si eso es así, nos encontraríamos con una política no muy diferente a la que ha aplicado Obama, que es el presidente que más inmigrantes ha deportado bajo su mandato. Un total de 2.571.860 personas, hasta julio de 2016. La diferencia sería en que mientras la administración Obama lo disimula de manera vergonzante, la administración Trump lo publicitará de manera descarada.
Por lo que respecta al orden político internacional, garantizado por la 'pax americana' por lo menos hasta que Obama llegó a la presidencia, la tentación aislacionista será relativa ya que casi cualquier conflicto internacional puede lesionar o perjudicar los intereses nacionales de Estados Unidos. Incluso su desprecio por Europa -vividores que se permiten todos los lujos gracias al dinero americano que garantiza su defensa- y su afinidad con Putin, puede ser un mal que por bien no venga, siempre y cuando haga reaccionar a los europeos.
De momento, parece que las cosas han empezado a moverse. El ex primer ministro belga, líder de los liberales europeos y coordinador por el Parlamento Europeo de los negociadores del Brexit, Guy Verhofstadt, lo ha dicho claro:
La UE debería ver la elección de Trump como una llamada de atención para hacerse cargo de su propio destino. Los conflictos actuales, como la sangrienta guerra civil en Siria y la anexión de Crimea por parte de Rusia, así como su intervención en Ucrania del Este, afectan directamente la seguridad, las economías y las sociedades de los estados miembro de la UE. Y sin embargo, hasta ahora los rusos y los estadounidenses, en lugar de los europeos, han determinado el destino de Ucrania y el de otros países fronterizos de Europa. Como resultado, la UE ha renunciado al control último de su propia seguridad, sus relaciones comerciales y sus flujos migratorios.
(...)
Por esta razón la UE no puede seguir postergando la creación de su propia Comunidad Europea de Defensa y desarrollar su estrategia de seguridad. Debería comenzar por simplificar y ampliar sus relaciones bilaterales y regionales, no en menor medida entre los países escandinavos y bálticos, así como entre Bélgica y Holanda, y Alemania y Francia. Todas estas relaciones dispares se deben unir bajo un solo comando europeo que reciba financiación y un sistema de adquisiciones de defensa común.
La UE debe volverse capaz de protegerse a sí misma, o no podrá garantizar la integridad de su territorio. Se trata de una decisión difícil pero vital que ha pospuesto por demasiado tiempo. Ahora que Trump ha sido electo, ya no puede esperar más.
Por otro lado, Verhofstadt propone un plan de 6 puntos para alcanzar la plena integración europea:
1. Crear un Gobierno de la UE y un presidente
2. Establecer un FBI europeo en Bruselas
3. Crear un ejército europeo
4. Establecer una Hacienda o Tesoro europeo también en Bruselas
5. Completar el mercado único de servicios digitales
6. Acabar con las cláusulas de exención de Schengen y el euro
En este sentido, los ministros de asuntos exteriores de Francia y Alemania, Jean-Marc Ayrault y Frank-Walter Steinmeier, en un documento de 9 páginas desentierran la 'Europa a dos velocidades' para crear una nueva unión conformada por lo menos por Francia, Alemania y los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) con plena integración fiscal, una política monetaria propia y un departamento del Tesoro con sede en Bruselas e independiente del Banco Central Europeo para adoptar todas las decisiones económicas.
Trump y el Brexit están provocando, pues, una necesaria reacción europeísta, pero no sabemos si suficiente para contrarestar el crecimiento del nacionalismo y el populismo. Sin embargo, hemos de agradecer a Trump y a Farage esta oportunidad. Oportunidad que también el mundo puede aprovechar en otros órdenes, ya sea en los interminables conflictos en Oriente Medio, la amenaza nuclear de Irán, el peligro jihadista o la desmesura política y financiera respecto al calentamiento global.
Por lo que se refiere a los musulmanes, el desplome de la influencia de EEUU en Oriente Medio durante los ocho años de la Administración Obama hace que la única posibilidad ahora sea mejorar. Por otro lado, la medida -polémica y muy difícil de aplicar- de prohibir la entrada de musulmanes a los Estados Unidos no debe ser vista como una postura racista, sino como una medida de endurecimiento en la lucha contra el ISIS y el yihadismo, lucha que comparten muchos musulmanes y la mayoría de sus gobiernos. Por otro lado, su crítica del acuerdo nuclear de EEUU con Irán es también compartido por la mayoría de gobiernos árabes de la región. Acuerdo cuyo desguace puede no ser tan complicado como parece, atendiendo a las constantes violaciones del mismo por parte de Teherán. Todo lo que tiene que ocurrir para que el acuerdo se desmorone es que Trump haga lo que el gobierno de Obama se ha negado a realizar: hacer cumplir sus disposiciones.
Finalmente, Trump puede ser la oportunidad para desactivar ese monstruo de despilfarro y mala ciencia que son los programas de la ONU para reducir y suprimir las emisiones de CO2. En palabras de la climatóloga estadounidense Judith Curry, que cree que las consecuencias del calentamiento global son inciertas y exageradas, la presidencia de Trump puede dar una oportunidad para una política de energía y clima más racional:
- Una revision de la ciencia del clima que incluya de forma leal y transparente las incertidumbres sobre las proyecciones del cambio climático del clima global y regional.
- Reabrir la cuestión de si el calentamiento es “preocupante”.
- Rehacer las estimaciones del coste social del CO2, incluyendo toda la incertidumbre de los modelos climáticos, una estimación integrada de los modelos y sus “inputs”.
- Financiar sistemas de observación de la tierra (satélites, superficie, océano) y la investigación del cambio climático natural.
Trump ha despertado, comprensiblemente, miedo y preocupación. Pero está ahí y ocupará la presidencia, por lo menos, durante cuatro años. Y probablemente ocho, si no hay impeachment. Lo más sensato, pues, es tomarnos a Trump como oportunidad para evitar o paliar los males que representa.
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