Aron comprendió su siglo. Y también el nuestro. Espectador, anticipó las graves dificultades que tendría la izquierda para sustituir al marxismo omnicomprensivo. Sus escarceos con el multiculturalismo, el identitarismo, el altermundialismo y el loqueseaismo. Y advirtió de su probable vuelta al atajo de la gran utopía. Engagé, comprometido, sentó las bases de una imprescindible coalición: «Lo que está en juego es el sistema democrático. Y eso nos obliga a ponernos de acuerdo a la izquierda moderada y a un liberal como yo».El espectador comprometido | Cayetana Álvarez de Toledo
El eje de ese acuerdo era y es la razón. Lo que Aron, con emocionante minimalismo, definió como «esa forma de pensar que da una oportunidad a la verdad». A nuestros socialistas el consenso les inquieta. Es natural. Quieren que les distingan, como el Alceste de Molière. Y temen que a menos conflicto en la tierra más competencia en el cielo. Pero se equivocan. Hay momentos cruciales en la historia cuando la pluralidad debe reagruparse en defensa del pluralismo. Y Podemos es a la izquierda lo que el alt-right a la derecha: un sórdido rincón. La alternativa a Lepen no es Hamon sino Macron. Y la alternativa a Rajoy no es Sánchez sino Javier Fernández, que el sábado, ante 600 personas, defendió una socialdemocracia anclada en la realidad: «Hacen falta políticos alejados del populismo, la demagogia y la simplificación». El problema es que Fernández habla desde fuera del poder. Y lo peor, que no quiere aspirar a él.
Agotados los temas, a modo de provocación y de síntesis, el periodista Missika le preguntó a Aron: «¿Y es posible movilizar a los hombres sin un relato mesiánico, nacionalista, comunista o de otro orden?» Aron hizo una pausa y contestó, vacilante: «Se puede». Antes había reconocido los límites de su compromiso: «Para pensar sobre la política, hay que ser lo más racional posible. Pero para hacerla, inevitablemente hay que jugar con las pasiones de otros hombres. La actividad política es, por tanto, impura y es por eso que yo he preferido la reflexión». Encarar la impureza. Competir por el poder con la mano de la demagogia atada a la espalda. Vencer en las urnas sólo con la verdad. Este es el reto de la izquierda y la derecha razonables de nuestro tiempo. El desafío que Fernández, el espectador comprometido, no quiere asumir.
"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
dilluns, 6 de març del 2017
Cuando la pluralidad debe reagruparse en defensa del pluralismo
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