"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
dijous, 16 de març del 2017
Todo el mundo es de extrema derecha
Para los que no somos nacionalistas y creemos en el proyecto de unidad europea (no paneuropea), la victoria de Rutte en Holanda nos alegra, como nos alegraría la victoria de Macron en Francia. Pero eso no quiere decir que consideremos que Wilders o Marine Le Pen sean la extrema derecha, es decir que sean nazis o fascistas.
Creer eso no es sólo banalizar el nazismo y el fascismo sino cometer un grave error político que puede hacer que el tiro nos salga por la culata. Esa amalgama política que llamamos populismo es sobre todo un nacionalismo proteccionista renacido del miedo. El miedo a la inseguridad, el miedo a la precariedad, el miedo a la pérdida de identidad, el miedo a un mundo que ya casi no reconocemos debido a una revolución tecnológica que solo acaba de empezar.
Esos miedos, a veces exagerados, responden a problemas reales. Y lo peor que podemos hacer es ignorarlos o despreciarlos como producto de ideologías reaccionarias. Los optimistas dirán que Holanda ha derrotado la amenaza populista y que Francia le dará la puntilla si el FN queda fuera de la presidencia en la segunda vuelta.
Sin embargo, si alguna cosa significa el resultado de ayer es tan sólo que la amenaza populista y euroescéptica ha sido exagerada, especialmente por la izquierda y los medios de comunicación. Tras la crisis política, financiera y económica había que buscar un enemigo a batir, que permitiese cerrar filas en la defensa del statu quo europeo. Aprendices de brujo, ahora respiran tranquilos queriendo creer que de la misma manera que se hinchó la amenaza ahora pierde fuelle.
Pero no. La amenaza populista no ha desparecido. Ha llegado para quedarse y lo hará durante bastante tiempo. Y para evitar que prospere, el discurso del miedo servirá cada vez menos. Como tampoco servirá adoptar sus propuestas simpáticamente maquilladas. Tendremos que afrontar los problemas reales que encarna y ofrecerle respuestas alternativas convincentes. Respuestas al nacionalismo y al proteccionismo decimonónicos que sirvan para la nueva era digital que acaba de nacer.
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