Yosi Klein Halevi es un periodista israelo-americano, autor de libros notables como Like Dreamers [Como soñadores] y Memoirs of a Jewish Extremist [Memorias de un extremista judío]. Su más reciente título, Letters to my Palestinian Neighbor [Cartas a mi vecino palestino], figura en la lista de los más vendidos del New York Times.
PREGUNTA.- Su último libro, Letters to my Palestinian Neighbor, empieza con la geografía. Usted escribe a sus vecinos sentado en su balcón de la Colina Francesa de Jerusalén Oriental, desde el que se ven, al otro lado de la barrera de seguridad, los barrios árabes de la ciudad. Lleva viviendo ahí tres décadas, desde mucho antes de que esa barrera se levantara para poner fin a la segunda intifada. Cuando está sentado en ese balcón, ¿qué piensa? ¿Cuál es su mayor esperanza sobre lo que pueda lograr esta colección de cartas?Leer la entrevista completa aquí...
RESPUESTA.- Letters es un intento de contar un relato israelí al público más difícil: mis vecinos palestinos. Escribí Letters porque creo que no habrá posibilidad de reconciliación si el mundo árabe sigue negando y distorsionando la historia judía; si el mundo árabe, y la sociedad palestina en particular, sigue socavando nuestra legitimidad, nuestra condición de nativos. En todo Oriente Medio es normal creer que los judíos se inventaron su historia, que Israel no es más que una intrusión colonialista. Tú no haces la paz con el colonialismo, sino que lo destruyes.
El libro se ha traducido al árabe, y esa versión está disponible en internet como descarga gratuita. He empezado a recibir respuestas. Van desde lo predecible –“Os expulsaremos de Palestina, no sois más que unos ladrones, sionazis”– a la curiosidad e incluso la gratitud. Espero encontrar a alguien al otro lado del muro que esté dispuesto a mantener una conversación conmigo, como israelí, distinta del discurso patológico de los últimos 70 años. Espero iniciar una conversación sobre el lugar de Israel en Oriente Medio, sobre nuestro arraigo aquí, sobre nuestro futuro compartido. No me hago grandes ilusiones: sólo soy un escritor, no un político. El trabajo de un escritor es contar una historia. Yo estoy contando una historia a mis vecinos que creo que necesitan escuchar.
Letters es un intento de formular un relato israelí y judío para el siglo XXI. Los judíos están contando una historia de Israel del siglo XX. Esa historia eurocéntrica empieza con los pogromos en Europa, con el gran poema de Bialik, “En la ciudad de la matanza”, y culmina con el Holocausto. Obviamente, esa es una parte importante de la historia israelí. Pero si es la única que contamos, distorsionamos la realidad israelí. Una mayoría de judíos israelíes no es de ascendencia europea, sino que proviene de familias que se fueron de una parte de Oriente Medio y llegaron a otra, que se marcharon o huyeron o fueron expulsados de países donde los judíos habían vivido durante siglos, milenios. Una mayoría de israelíes proviene de familias no tocadas directamente por el Holocausto. Se puede entender por qué los judíos estadounidenses, de los cuales una inmensa mayoría son askenazíes, siguen contando una historia judía europea sobre Israel. Pero ese no es el Israel en el que vivo.
Una narrativa israelí centrada en el Holocausto nos hace vulnerables a las acusaciones de que los palestinos han pagado el precio por lo que Europa hizo a los judíos. Esa versión del conflicto también ignora la centralidad de la Tierra de Israel para el judaísmo y el pueblo judío. No sólo volvimos a casa porque necesitábamos un refugio seguro, volvimos porque es nuestra casa. En el libro defino el sionismo como el punto de unión entre la necesidad y el anhelo. Hemos contado la historia del sionismo de la necesidad, pero no la del sionismo del anhelo. Hemos olvidado cómo contar esa historia, incluso a nosotros mismos; una historia increíble sobre cómo los judíos mantuvieron una especie de condición de nativos de una patria que perdieron pero nunca cedieron. Y esa es la historia que tenemos que empezar a contar otra vez, al mundo árabe y también a nosotros mismos.
PREGUNTA.- En Letters to my Palestinian Neighbor escribe que para usted no hay “Margen Occidental” sino Judea y Samaria. “Los judíos de Judea no son forasteros, pero, como numerosos israelíes, estoy dispuesto a que se divida el territorio si me convenzo de que la contraprestación será la paz, no más terrorismo”. Para muchos israelíes, y desde luego para muchos colonos, esta división sería un fracaso del sionismo.
RESPUESTA.- Como la mayoría de los israelíes, soy una persona profundamente patriótica, que ama el Estado y la Tierra de Israel, toda ella, desde el Jordán hasta el Mediterráneo. Al mismo tiempo, creo que tenemos que buscar alternativas al actual estancamiento con los palestinos, por nuestro bien y por el de ellos.
Los colonos han planteado argumentos muy sólidos, con los que estoy de acuerdo. No somos “ocupantes” en ninguna parte de la Tierra de Israel. Pero sí estamos ocupando a otro pueblo que comparte el territorio con nosotros.
La gran lección que mi padre extrajo del Holocausto es que los judíos tienen que afrontar la realidad sin pensamientos ilusorios. La crítica que hacía mi padre a cómo ocurrió el Holocausto, qué poco preparados estaban los judíos para lo que se les venía encima, era que se engañaron a sí mismos y no pudieron afrontar a dónde conducía el proceso gradual de lo que ahora denominamos Solución Final. La enseñanza para hoy del énfasis de mi padre en esto de afrontar la realidad es que, si se aplica al dilema palestino, tanto la izquierda como la derecha israelíes están suspendiendo el test. Los izquierdistas tienden a minimizar la amenaza a la que se enfrenta Israel, el nivel de hostilidad y negación de nuestro derecho a existir tan extendido en la sociedad palestina y el resto de Oriente Medio. Y los derechistas tienden a negar las consecuencias políticas, demográficas y morales de gobernar permanentemente sobre otro pueblo. Los derechistas suelen decir que no hay tal ocupación porque los palestinos tienen una cierta forma de autogobierno; muchos llegan a decir que los palestinos no son un pueblo en absoluto. Así es como la derecha niega la realidad. Fui soldado en Gaza, sé que la ocupación y la identidad nacional palestina son reales. El dilema de Israel es muy doloroso precisamente porque la izquierda tiene razón sobre los peligros de la ocupación y la derecha sobre los peligros de un proceso de paz ilusorio con un movimiento nacional palestino que niega nuestro derecho a existir. Como muchos israelíes, nos veo como Goliat y David a un tiempo. Somos Goliat para los palestinos, pero David para los mundos árabe y musulmán.
Dicho de otro modo: tengo dos pesadillas a cuenta del Estado palestino. Una es que no haya Estado palestino y el statu quo se mantenga indefinidamente, y la otra es que haya un Estado palestino que caiga en manos de Hamás e Israel no pueda defenderse adecuadamente en un Oriente Medio en desintegración.
No conozco ningún otro país que se enfrente a este tipo de dilema desgarrador. Los ideólogos duros de la derecha y la izquierda trivializan nuestro dilema presentando el argumento del rival como carente de fundamento.
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