ARCADI ESPADA
El sábado pasado se celebró en Madrid una absurda manifestación contra la violencia que llaman de género. Sería de esperar que pronto se celebraran otras contra el cáncer de próstata o el suicidio. Los crímenes de pareja forman parte de una obstinada violencia privada cuyas raíces son casi insondables. Como en todas las formas de violencia, el sexo masculino destaca en su papel de agresor, y como en todas las formas de violencia, la civilización va introduciendo lentas pero sustanciales rebajas. España es un país azotado por esa forma de crimen a niveles de tipo medio, lejanos de las altas cifras que alcanzan, por ejemplo, la mayoría de las sociedades nórdicas, caracterizadas desde hace tiempo por niveles mucho mayores de igualdad sexual.
Las manifestantes de Madrid pretenden hacer de esa violencia una causa política. Para que su objetivo tuviera algún sentido deberían demostrar, sin embargo, que esos crímenes son desatendidos por la instituciones. Por la política, por las leyes, por los jueces, por la policía e incluso por los medios. No parece que, salvo errores aislados, sea el caso de España. Y si no tuviera un lado repugnante, me gustaría comparar la atención institucional y social que reciben los crímenes de pareja respecto de los accidentes laborales o el suicidio.
La ausencia de una desatención institucional obliga a las manifestantes a elevar la abstracción de su protesta. Es lo que insinuó con palabra indigente y provocadora la alcaldesa Colau en la propia manifestación: "Si esto le pasara a los hombres...". Si esto le pasara a los hombres (que por cierto: les pasa, aunque sea en un grado menor) sucedería exactamente lo mismo. O quizá sucedería algo aún peor. Lo que sucede, por ejemplo, con el suicidio: donde los hombres mueren mucho más que las mujeres sin que hasta ahora consten, al menos en España, programas de atención sexualmente específica.
El crimen de pareja no es un crimen político que implique organizaciones y colectivos, ni es un crimen de sexos. Es un crimen de individuos, cuyo tratamiento y persecución ha de corresponder a sus características. La desvergonzada instrumentalización de estos crímenes que hacen las mujeres de izquierdas solo tiene como objetivo identificarlos con las prácticas o al menos con la ideología de los hombres de derechas. Es decir, y dicho con toda la brutalidad que merecen: su única intención real es la de hacer negocio con el crimen.
¿Cuando una ley molesta y no sirve de nada, usted qué hace,
señora feminista?
Que la ley contra la violencia machista da mucho por saco no debería ser asunto de discusión. Es lo más antijurídico que hay. En el sentido “jurídico” que venimos aprendiendo desde que nació nuestra cultura, que odiamos con tanta pasión. Esas bobadas como demostrar la culpabilidad, y no la inocencia; o la no discriminación. Se podría discutir la conveniencia de cargarnos una de las esencias que nos ha hecho civilizados … si fuera en aras de un objetivo superior. Por ejemplo, la emasculación psicológica del “género” masculino. Unos pueden pensar que es mejor civilización, y otros pueden preferir emasculación. Disparidad; la vida misma. El único problema es que el “terrorismo machista” no parece haberse visto concernido por la ley incivilizada. Pero nada. Y entonces la presunta disculpa del objetivo (discutiblemente) superior no existe.
¿Cuando una ley molesta y no sirve de nada, usted qué hace, señora feminista? O tal vez no se trate de conseguir lo que parece, sino otra cosa. Pero tengo una sorpresa para vosotros. Si nos empeñamos en creer que las leyes de las bobas (¿o jetas?) han de tener algún efecto, y miramos mucho, puede que seamos capaces de encontrarlo. Mira, mira:
En rojo hombres y en azul mujeres muertos por violencia. Machista en el caso de las mujeres; no machista en el caso de los hombres. Acojonante. Si la ley contra el “terrorismo machista” ha tenido algún efecto, ha sido ¡disminuir notablemente el “terrorismo no machista”! Bueno, tal vez sean más cosas. La ley, y todas esas enternecedoras manifestaciones y tal. Seguir leyendo....