divendres, 31 d’agost del 2018

M'acuso de treure gràcils esvàstiques catalanes

Qui ens ho havia de dir que dècades després del 'Jo també sóc adúltera' o 'Jo també he avortat' hauríem d'autoinculpar-nos de nou per la fotesa d'haver tret llaços grocs del carrer. Ho farem a la caserna central dels Mossos el pròxim 6 de setembre, vigília d'aquell día infame en que vam veure el rostre de botxí dels victimistes professionals imposant al Parlament el referèndum i les lleis de desconnexió amb l'oposició emmordassada.

El llaç groc no es el símbol de cap lluita épica per la llibertat de ningú sinó l'agit-prop del colpisme nacionalista contra el contracte constitucional que el 90% dels catalans vam subscriure de la mà de Miquel Roca Junyent i Jordi Solé Tura el 1978.

El llaç groc, com la mà alçada o el puny clos, quan es omnipresent i intocable deixa de ser llibertat d'expressió per esdevenir imposició i intimidació.

El llaç groc es una ostentació kumbayà de matonisme antiespanyol. Un identificador tribal que destría els bons catalans dels dolents, que separa el poble elegit dels traidors quintacolumnistes, 'bèsties amb forma humana' que han tingut la insolència de guanyar les eleccions.

Es per aixó que van tancar el Parlament i que no el tornarán a obrir fins haver trobat gall pel galliner de la rauxa patriòtica que els permeti remprendre l'assalt a la raó democràtica.

Sí. M'acuso de treure llaços grocs, aquestes gràcils esvàstiques catalanes.


[Versión en español]

Quién nos iba a decir que décadas después del 'Yo también soy adúltera' o 'Yo también he abortado' tendríamos que auto inculparnos de nuevo por la simpleza de haber quitado lazos amarillos de la calle.

Nos auto acusaremos en el cuartel central de los Mossos el próximo 6 de septiembre, víspera de aquel día infame en que vimos al verdugo bajo la careta de los victimistas profesionales imponiendo al Parlament el referéndum y las leyes de desconexión con la oposición amordazada.

El lazo amarillo no es el símbolo de ninguna lucha épica por la libertad de nadie sino el agit-prop del golpismo nacionalista contra el contrato constitucional que un 90% de los catalanes suscribimos de la mano de Miquel Roca Junyent y Jordi Solé Tura en 1978 .

El lazo amarillo, como la mano alzada o el puño cerrado, cuando es omnipresente e intocable deja de ser libertad de expresión para convertirse imposición e intimidación.

El lazo amarillo es una ostentación kumbayá de matonismo anti español. Un identificador tribal que discierne los buenos catalanes de los malos, que separa el pueblo elegido de los traidores quintacolumnistas, las 'bestias con forma humana', que han tenido la insolencia de ganar las elecciones.

Es por eso que cerraron el Parlament y que no lo volverán a abrir hasta que logren poner gallo en el gallinero del arrebato patriótico que les permita proseguir, de una manera u otra , el asalto a la razón democrática.

Sí. Me acuso de quitar lazos amarillos, esas gráciles esvásticas catalanas.

dijous, 30 d’agost del 2018

Manifiesto por la historia y la libertad


El “Manifiesto por la Historia y la Libertad” suscrito en marzo por más de doscientos expertos contra la reforma de la ley de Memoria Histórica suma casi 24.000 firmas. El manifiesto es una respuesta al proyecto de ley que ha presentado el PSOE en el Congreso para reformar la Ley de Memoria Histórica de diciembre de 2007.

El Manifiesto lo encabezan el historiador e hispanista Stanley G. Payne y el Director de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Juan Velarde Fuertes. Entre las más de doscientas personas que lo han firmado, están las de Fernando Savater, Andrés Trapiello y Octavio Ruiz Manjón (ambos en el Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid), Félix Ovejero, Antonio Escohotado, Teo Uriarte, Joaquín Leguina, Jon Juaristi, Jorge Martínez Reverte, Elvira Roca, Federico Jiménez Losantos, Bietio Rubido, Julius Ruiz, Paco Vázquez, Enrique Calvet, Javier Nart, Gabriel Albiac y Manuel Pastor, entre muchos otros.




dijous, 16 d’agost del 2018

Los males del periodismo no empezaron con Trump sino cuando el relato se impuso a los hechos

Unos 200 350 periódicos de EEUU han publicado simultánea y coordinadamente editoriales en defensa de la libertad de prensa y en contra de las duras críticas que han recibido muchos de ellos del presidente Donald Trump. Es lícito y comprensible que ante lo que consideran un ataque a la libertad de prensa por parte del máximo poder ejecutivo del Estado, la prensa convencional estadounidense se defienda y advierta de los potenciales peligros que ello puede tener para la democracia.

Sin embargo, hasta el momento Donald Trump se ha limitado a criticar, principalmente a través de su cuenta de Twitter, informaciones que considera 'falsas' o premeditadamente sesgadas en su contra por los medios 'liberales'. En ningún caso, que yo sepa, ni tan siquiera ha insinuado que podría tomar una sola medida tendente a limitar esa libertad. Entre otras razones porque no podría tomarla y porque, a diferencia de Puigdemont, Trump nunca ha roto ni ha dicho que rompería con la legalidad constitucional para llevar a cabo su proyecto político, se considere bueno o malo.

En la reacción editorial conjunta se muestra, pues, una orgullosa firmeza de los medios estadounidenses en la defensa de la libertad de prensa, pero también una preocupante falta de autocrítica. En su editorial, el New York Times afirma que es 'totalmente correcto' que se critique 'a los medios de comunicación por minimizar o exagerar las historias, por hacer algo mal. Los periodistas y editores de noticias son humanos y cometen errores. Corregirlos es esencial para nuestro trabajo'. Pero, a renglón seguido añade que 'insistir en que las verdades que no te gustan son "noticias falsas" es peligroso para el alma de la democracia'.

La pregunta es: ¿a qué verdades se refiere el NYT? ¿A la verdad de los hechos o a la verdad del relato?.

El periodismo, que nació como libelo, agitador partidista y baluarte de la libertad de expresión, evolucionó hacia una ética profesional que pretendía garantizar el derecho de los ciudadanos a una información veraz y objetiva. Esa pretensión sufrió, especialmente a partir de los años sesenta del siglo pasado, el asalto del subjetivismo romántico de la izquierda, del que formé parte durante una época.

En ese momento se decretó que en periodismo la objetividad no existe, principio que todavía se imparte en las Facultades de Ciencias de la Información. Se elevó la honesta subjetividad del amanuense, liberado finalmente de la tiranía de los hechos, a la categoría de ética profesional. Se despreció al notario y se encumbró al activista. El relato se impuso a los hechos.

Este es para mí, después de casi 50 años de ejercer de periodista en medios públicos y privados, el cáncer que corroe al periodismo contemporáneo. Ese ejército de periodistas políticamente correctos y románticamente izquierdistas -en EEUU solo el 7% de los periodistas en activo se identifican como republicanos- cuya vocación no es tanto la de ser testigos y notarios de los hechos sino protagonistas de los mismos. El periodismo como arma transformadora, como instrumento de la revolución.

Así lo vemos hoy en Cataluña, en donde la gran mayoría de los medios públicos y privados han adoptado el relato soberanista y se han lanzado a una aberrante agitación política desconocida en Europa desde la guerra en Yugoslavia. Y también lo hemos visto, en menor mesura, en EEUU donde la victoria electoral de Donald Trump sorprendió y sacó de sus casillas a la 'corrección política', especialmente la mediática, que intentó por todos los medios impedir, primero, que el excéntrico republicano tomase posesión de la presidencia y, después, construir un relato de delitos e infamias, especialmente la de colusión con Rusia, que tras casi dos años de investigación periodística y policial no ha dado resultado sustantivo alguno.

'S'ho hauríen de fer mirar', como decimos por aquí.



ADENDA

El enfrentamiento con Trump es utilizado por la prensa para intentar recuperar los lectores perdidos. Y para ello les dicen que no se trata solo de salvar puestos de trabajo sino la mismísima libertad de prensa. Parece como si solo los medios impresos en papel garantizaran esa libertad fundamental y no lo hicieran también los medios electrónicos y la prensa escrita digital.

La amenaza a la supervivencia de la prensa convencional no es cosa de Trump. No exageremos su capacidad. No es Dios. La crisis de la prensa no empezó el año pasado. Viene de más lejos. Es el sesgo y especialmente internet lo que ha puesto en la picota a esos grandes medios tradicionales. Medios que, en Europa, presionan a los gobierno y a la UE para obtener leyes que, con una concepción privilegiada y extralimitada del derecho a la propiedad intelectual, pretenden poner puertas al campo. Criminalizar los agregadores y los simples enlaces a noticias demuestra hasta que punto no han entendido nada. Les dejo con algunos datos sobre la situación de la prensa escrita en EEUU:
If there is a war between the U.S. president and the American media, it's one he's likely to win — if only by attrition.

Newsroom employment in the United States dropped by 23 per cent between 2008 and 2017, a loss of 27,000 jobs, largely precipitated by "failing" newspapers, which shed 45 per cent of their staff over that period.

Television news employment remained flat, while digital media jobs grew, but not nearly fast enough to offset the overall decline.

If anything, the print media free fall is now approaching terminal velocity, with 36 per cent of large American newspapers and 23 per cent of high-traffic digital outlets having gone through at least one more round of layoffs between the beginning of 2017 and this past April. And the larger their circulation, the more likely they were to have fired journalists.
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dimecres, 1 d’agost del 2018

La 'fake news' del verano de EFE y La Vanguardia




La Vanguardia publicaba ayer esta alarmante noticia de la agencia EFE. Según ellos, la fuente de la misma es un artículo de la revista Plos Medicine titulado: "Heat-related mortality trends under recent climate warming in Spain: A 36-year observational study Hicham Achebak, Daniel Devolder, Joan Ballester". Sin embargo, si uno se molesta en leerlo, se encuentra con una conclusión distinta: "A pesar del calor del verano observado en España entre 1980 y 2015, la disminución de la vulnerabilidad de la población ha contribuido a una baja general a la mortalidad atribuible al calor".

Resulta interesante leer todo el estudio porque lo que querían demostrar sus autores era lo contrario. Es por ello que no pueden resistirse y apostillar que "todavía no está claro si esta disminución en la mortalidad relacionada con el calor se producirá a niveles más altos de calentamiento climático en el futuro".

Pero EFE y La Vanguardia, más papistas que el Papa, sí que lo tienen claro: "La mortalidad por las olas de calor aumentará drásticamente en el futuro en muchos puntos del planeta debido al cambio climático, según un estudio que estima que en España se producirá un incremento del 292% en este tipo de fallecimientos, en comparación con el período entre 1971 y 2010".

Una semana antes, Cristina Castro, en El Independiente, publicaba la información de manera correcta: