La existencia de una trama para el robo organizado de bebés durante 40 años a partir de 1950 se aceptó sin rechistar por la prensa y el conjunto de la sociedad española como un hecho indiscutible.
Contenía todos los elementos emocionales para convertirse en una gran historia. Por el lado de las víctimas, madres y bebés. Por el lado de los verdugos: monjas y franquistas. Sin embargo, la investigación forense, tras una árdua y extensa investigación, ha concluido que, si bien pudieron darse casos aislados, no existió ninguna trama de robo de bebés ni se ha podido confirmar hasta ahora ni un solo robo de los casos denunciados, excepto el del ya sentenciado Dr. Vela. Lo cuenta clarificador reportaje del diario 'El País':
Desde 2010, la Fiscalía ha iniciado 2.100 diligencias de investigación de presuntos robos de bebés. La mayor parte se ha archivado, por falta de pruebas o porque, tras 40 años, ni siquiera existían los registros hospitalarios ni vivían los posibles testigos. Pero 522 casos sí han llegado a la vía judicial, según fuentes de la Fiscalía. En 120 de ellos, ante indicios de una sustracción, fiscales y jueces han ordenado abrir las sepulturas de los bebés para ver si estaban vacías. Y, en las que se han hallado restos óseos, han solicitado la identificación de su ADN. Ninguno de estos análisis ha servido para confirmar un robo, según un informe técnico realizado por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF).
“No conocemos ningún caso en el que se haya podido confirmar el robo de bebés. Lo que sí hemos visto es que era cierto lo que les dijeron a los padres: que el bebé había fallecido”, señala el biólogo Antonio Alonso. Su equipo ha podido recuperar restos óseos en 117 de los 120 enterramientos exhumados, el 97%. En otros dos casos, ya no quedaban huesos, pero sí pelos fetales, paños quirúrgicos, pinzas umbilicales y rastros de insectos devoradores de cadáveres. El número total de procedimientos abiertos asciende a 128 porque en 14 de los recién nacidos se recurrió, como único análisis o como prueba complementaria, a la investigación genética de biopsias que se conservaban en los hospitales.
El informe técnico no respalda la existencia de una trama de robo de bebés, sino que constata “la comprensible incertidumbre” de muchos padres sobre si su hijo murió realmente, tras un trato hospitalario que, hace décadas, pudo ser frío y opaco (...) En 1976, la tasa de mortalidad neonatal precoz superaba los nueve bebés por cada 1.000 nacidos. Pensar que un niño no falleció, sino que fue robado, es la última esperanza para muchos padres de volver a ver a su hijo con vida.