dimecres, 28 d’agost del 2019

¿Qué sería de la izquierda sin Trump ni Bolsonaro?

De la misma manera que el grosero Trump ha desbocado el calentamiento global hasta ponernos al límite de la extinción, el pirómano Bolsonaro le acaba de echar una mano prendiendo fuego al mundo. Estamos, pues, ante una emergencia planetaria. Nos encontramos a las puertas del fin del mundo, condenados a un infierno eterno de calor y llamas, si no acabamos de una vez por todas con el malvado capitalismo. Nunca la lucha final había sido tan apremiante.

La izquierda, especialmente la izquierda del fondo a la izquierda, se repite como caricatura lanzándose ahora al asalto del Palacio de Verano, en una espectacular fuga hacia adelante que deja casi como 'negacionistas' a los activistas científicos del IPCC y a los informes de la NASA o del INPE sobre el fuego en la Amazonia. Lo positivo es que se les han caído del todo las caretas: No es CO2, no es fuego, es capitalismo. En otras palabras: No es ciencia, es política doctrinaria.

Han aprovechado los fuegos habituales en esta época para inventarse una trola que les sirva para movilizar a las masas, derrotar a Bolsonaro y alcanzar la Revolución. Esa cuyo fin siempre justifica los medios.



Acerquémonos a los hechos:





Nueva tabla hecha 'para tontos' por @JavimaMaldonat


Hasta el New York Times lo cuenta: 'la mayoría de estos incendios fueron provocados por agricultores que preparaban tierras de cultivo adyacentes al Amazonas para los cultivos y pastos del próximo año. Gran parte de la tierra que se está quemando no era un bosque lluvioso antiguo, sino tierra que ya había sido limpiada de árboles y destinada para uso agrícola".








Lo que dice la NASA:

La actividad de los incendios en el Amazonas varía considerablemente de un año a otro y de un mes a otro, debido a los cambios en las condiciones económicas y en el clima. Este mes de agosto de 2019 destaca porque ha traído un aumento notable de los incendios grandes, intensos y persistentes a lo largo de las carreteras principales en la Amazonia central brasileña, según Douglas Morton, jefe del Laboratorio de Ciencias Biosféricas en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. Si bien la sequía ha jugado un papel importante en la exacerbación de los incendios en el pasado, el momento y la ubicación de las detecciones de incendios a principios de la temporada seca de 2019 son más consistentes con la limpieza de tierras que con la sequía regional.

En este punto de la temporada de incendios, las detecciones activas de incendios MODIS en 2019 son más altas en la Amazonia brasileña que en cualquier año desde 2010. El estado de Amazonas está en camino de registrar una actividad récord de incendios en 2019.

Morton señaló que las estadísticas de actividad de incendios de 2019 distribuidas por la NASA y el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) de Brasil están de acuerdo. "INPE también utiliza datos de incendios activos de los sensores MODIS de la NASA para monitorear la actividad de incendios en la Amazonia brasileña", dijo Morton. “Como resultado, la NASA y el INPE tienen las mismas estimaciones de cambios en la actividad reciente de incendios. Las detecciones MODIS son más altas en 2019 que en este momento el año pasado en los siete estados que comprenden la Amazonia brasileña ”.
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La temporada de incendios en el sur del Amazonas se extiende de junio a noviembre, con una actividad de quema máxima en septiembre a lo largo de las fronteras de los bosques del este y sur del Amazonas, una franja a veces denominada "arco de deforestación". La variabilidad anual de los incendios está fuertemente relacionada con las anomalías climáticas, y tanto la Oscilación del Sur de El Niño en el Océano Pacífico como la Oscilación multidecadal del Atlántico influyen en las condiciones de sequía y el riesgo de incendios en el sur de la Amazonia.
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La tala y quema de partes del bosque responde a que las cenizas sirven de abono para futuras plantaciones. En algunos casos incluso, determinadas semillas necesitan del fuego para poder germinar. Es el caso de la Sequoia gigante. Ello llevó a cambiar los protocolos de actuación y se empezaron a hacer fuegos controlados o a dejar que los incendios naturales siguieran su curso. Más, aquí. Vía Fabiola Arnaudo

Eduardo Ferreyra.- Los indios del Amazonas (y los aborígenes de todas partes del mundo) han practicado y siguen practicando la técnica del "corte y quema" (o slash and burn), que consiste en talar un área del bosque, entre media y una hectárea, dejar que los árboles derribados se sequen durante unos dos o tres meses. Luego amontonan todas las ramas secas y los troncos y les prenden fuego. Generalmente al fuego lo hacen cuando comienza la época de lluvia, lo que impide que el fuego se propague a las malezas secas alrededor del descampado. Las cenizas del material quemado sirve de abono para sus futuras plantaciones.

Recuerden que el suelo del Amazonas es en su mayor parte, montañoso, es decir, con grandes lomadas, bastante empinadas, donde el agua de las lluvias han barrido (lixiviado) a los nutrientes, dejando un suelo laterítico, arcilloso muy rico en óxido de hierro. Las hojas caídas de los árboles y de las malezas del suelo se pudren y con la humedad de las lluvias se transforman en un abono donde las raíces de los árboles pueden nutrirse. Las raíces de los árboles y palmeras son superficiales: incapaces de penetrar el suelo laterítico se extienden como serpientes en todas direcciones, apenas hundiendo rizomas en la materia fértil de unos pocos centímetros que cubre el suelo. Los grandes árboles de la jungla, como los Sumaúma y los Jatobá, tienen raíces como grandes pilares que salen desde una altura considerable del suelo, hasta unos dos o tres de altura, formando verdaderas paredes alrededor del trono, algo que los exploradores y viajeros aprovechan para cubrir con ramas fabricando así un refugio donde pasar una noche lluviosa.

La foto de abajo la tomé en 1980 en una "jibaría" o asentamiento de los indios Jíbaros al sureste de Ecuador. Ellos se denominan como Untsuri Shuara (muchos hombres o gente), donde hay cuatro naciones rivales: los Shuaras, los Achuaras, los Huambisas y los Maynas.


Esta "aldea" donde estuve 15 días pertence a los Achuaras, los más bravos guerreros cazadores y reducidores de cabezas. El personaje de la foto se llama Petsein, y está cavando un pozo con un palo aguzado, para hacer una agricultura en tres niveles: plantar yuca, papa china y maní en el subsuelo; zapallo, mandioca y maíz en el nivel medio y bananos en el nivel alto. Todos los cultivos comparten la misma área. El campo donde está cavando ha sido ya talado y la madera quemada durante el mes de septiembre, octubre, aunque todavía le quedan bastante ramas y troncos chicos para quemar.

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¿Es la selva amazónica el 'pulmón del planeta'?


Pues, no. Eso de 'pulmón del planeta' es poesía barata de periodistas ignorantes y sensacionalistas. Una selva 'madura' como la amazónica no produce una emisión neta de oxígeno. Lo que sí produce es un gigantesco depósito de carbono. Lo cuenta aquí, Pedro Gómez-Esteban

La respiración y la putrefacción son los que hacen que, inevitablemente, una selva tropical madura no produzca una emisión neta de oxígeno ni una absorción neta de CO2 apreciables. Los árboles de la selva no son las “bombas de oxígeno” que los periodistas nos quieren hacer creer.

¿Me estás diciendo, Pedro, que la selva amazónica no sirve para nada y podemos quemarla sin piedad? ¡No! ¡En absoluto! Si has entendido mi razonamiento anterior, comprendes también por qué eso sería (mejor dicho, por qué es, porque lo estamos haciendo ahora mismo) una estupidez acabar con las selvas tropicales. Acabo de decir que el balance neto es prácticamente nulo para una selva madura.

La selva amazónica lleva ahí millones de años y es muy grande… pero hubo un momento en el que no estaba ahí. Según se fue extendiendo y la masa forestal fue aumentando, sí estaba almacenando carbono y fijándolo, al mismo tiempo que liberaba de forma neta una gran cantidad de oxígeno. Cuando acabamos con la selva amazónica liberamos todo el carbono que lleva ahí almacenado millones de años. El balance del Amazonas sin perturbar es casi inapreciable, pero cuando cortamos y quemamos la madera ya no lo es: estamos absorbiendo grandes cantidades de oxígeno y liberando enormes cantidades de CO2. Como se estima que la selva amazónica contiene unas 1,1·1011 toneladas métricas de carbono absorbido de la atmósfera, liberar ese carbono no es ninguna broma.

Por lo que, como puedes ver, quemar superficie arbolada en el Amazonas es perjudicial para nosotros, pero la razón no es en absoluto la que se dice en los medios de comunicación: la selva no es una “bomba de oxígeno”, sino un “depósito de carbono” que no queremos liberar a la atmósfera. Dicho de otra manera – produce casi la misma cantidad de oxígeno neto una superficie llena de árboles que un desierto rocoso (es decir, nada), pero el paso de “zona rocosa” a “superficie arbolada” sí libera oxígeno y absorbe dióxido de carbono de forma neta y apreciable, y al revés.