De la misma manera que con las mujeres, los telediarios 'visualizan' ahora la muerte de ciclistas. Ambos son, sin duda, problemas graves. Sin embargo, la reiterada y omnipresente focalización mediática sobre un determinado grupo de víctimas puede crear una percepción equívoca y exagerada de su verdadera dimensión. O peor aún, de que existen víctimas de primera y víctimas de segunda.
En el caso de los ciclistas, el número de fallecidos en 2015 fue de 48. En ese mismo año, el número de peatones muertos ascendió a 120 y el de motoristas (incluyendo ciclomotores) a 275. A pesar de ello, peatones y motociclistas han dejado de 'visualizarse', si es que alguna vez lo estuvieron realmente, en beneficio de otras víctimas que, por distintas razones, han pasado a ser merecedoras de una atención preferente.
Esa persistente focalización no es inocua. La creación de una nueva victimización lleva inevitablemente a la creación de una nueva culpabilidad. A la construcción de un nuevo enemigo social. En este caso, el automovilista, que por el mero hecho de serlo deviene sospechoso de ciclicidio.
Para ese automovilista, para todo aquél que pueda atropellar a un ciclista -¿también a un peatón?-, se pedirá que se endurezcan las penas y -¿por qué no?- que se le considere culpable mientras no demuestre lo contrario. Algo parecido a lo que pasa con los hombres en la ley de Zapatero contra la violencia de género.
Acabar o reducir al mínimo la muerte de ciclistas, a diferencia de la muerte de mujeres por violencia machista, tiene una fácil solución: prohibir que se circule en bicicleta en todas aquellas carreteras en que la velocidad autorizada sea superior a los 20/30 km hora. Las campañas de sensibilización son poco efectivas. Lo único efectivo es declarar incompatible la circulación por un mismo carril de potentes automóviles y de cuerpos humanos encaramados en frágiles artilugios de inestable equilibrio.
Ya sabemos que el ciclismo está de moda y que cuenta con el apoyo de los verdes de todos los partidos, pero no por ello debemos ignorar que se ha convertido en un deporte de alto riesgo. Si el gobierno y el parlamento creen que las virtudes del ciclismo son tan beneficiosas socialmente para justificar una importante inversión, que se construyan carriles bici amplios y seguros en todas las carreteras de España. Mientras tanto, prohibido circular por ellas.
Y debe prohibirse no solo por la vida de los ciclistas sino también para garantizar el derecho de los ciudadanos a circular en coche sin la constante y peligrosa interferencia que provocan. El problema no es encontrarse esporádicamente con alguno. El problema es que el ciclismo se ha masificado. Una masificación que ha convertido la bicicleta en un buen negocio para unos pero en uno malo para otros. Se trata de un problema que opone a una minoría que usa la vía pública principalmente para su ocio personal a una mayoría que la usa para trabajar, comerciar o desplazarse por necesidad.
¿Lo prohibirá Rajoy? ¿Lo prohibirá Sánchez, Rivera o Iglesias? Seguro que no. ¿Cómo van a prohibir algo que les daría muchos problemas si pueden hacer minutos de silencio y prometer mano dura con los culpables recibiendo por ello el agradecimiento de los víctimizados?
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