divendres, 22 de desembre del 2017

Todo parece igual, pero ya nada será igual




Aparentemente, las elecciones de ayer no han servido de nada porque en el Parlament las fuerzas independentistas siguen manteniendo la mayoría absoluta. Sin embargo, los resultados electorales, a poco que se los examine sin ideas preconcebidas, son en realidad una carga de profundidad que cambiará muchas cosas y cuyos efectos se irán desgranando en el futuro inmediato.

1.- Por primera vez desde 1980, las elecciones autonómicas en Cataluña las ha ganado un partido no nacionalista. Y las ha ganado en número de votos -más de un millón- y en número de escaños: 37, quitandoselos a todos los partidos. Es un punto de inflexión que acaba con el monopolio político nacionalista y arrebata la pretensión del independentismo de ser el único que representa la voluntad del pueblo catalán y que habla en su nombre.

2.- Puigdemont ha vampirizado al bloque independentista, descolocando a ERC -que ha sido el gran derrotado del 21-D- y laminando a la CUP, que pierde el grupo parlamentario. El partido del President ha fagocitado gran parte del PDCat y ha emergido como el partido radical del independentismo, el Sinn Féin catalán, pero tal vez como canto del cisne. Es revelador que nadie viera a Artur Mas o Marta Pascal en la celebración de la victoria de JuntsxCat.

3.- El independentismo, retórica republicana a parte, sabe que está en manos de la justicia y que lo volverá a estar si vuelve a delinquir. Y sabe que lo tiene difícil para ejercer su mayoría absoluta, ya que ocho de sus diputados electos -Puigdemont, Forn, Sánchez, Junqueras, Ponsati, Puig, Serret y Comín- no podrán votar por el hecho de estar en la cárcel o fugados. ¿Renunciarán a su escaño? ¿Volverá Puigdemont de Bruselas para ir a la cárcel? ¿Se quedará el independentismo sin diputados presos?

4.- La unidad del independentismo se ha roto, aunque de momento todavía guarden las apariencias. ERC ha sido atacada y humillada por JuntsxCat durante toda la campaña electoral y ya no parece dispuesta a aguantar más. Como apunta Salvador Sostres: Esquerra 'no está dispuesta ceder en nada, y más si se demuestra que el votadme para que pueda volver era no más que una farsa electoralista, otro fraude del gran cobarde'. Vamos a asistir a un duelo cainita entre JuntsxCat y ERC, con los restos del PDCat intentando volver sobre sus pasos al pragmático nacionalismo convergente.

5.- El PSC -el otro gran derrotado- sigue estancado en la cola de los grandes partidos en Cataluña. Ha obtenido 80.000 votos y un diputado más, que podrían deberse a los pocos votantes de Unió que han cambiado el voto por la presencia de Espadaler en la candidatura socialista. La equidistancia y la ambigüedad que tan hábilmente maneja Iceta no le ha servido de mucho. C's le ha quitado todos sus feudos. En el PSOE ya hay quién dice que el PSC 'ha dejado de ser la franquicia del PSOE en Cataluña' y que hay que romper con Iceta tras el resultado electoral.

6.- El radicalismo populista de izquierda pierde cancha oscurecido por el resplandor revolucionario del único radicalismo de masas realmente existente: el populismo identitario. Como al PSC, la balanceante y demasiadas veces sesgada equidistancia de los Comunes les ha pasado factura. Han quedado fuera de juego y parecen condenados a ser poca cosa más que la izquierda 'selecta' y testimonial que fue ICV.

7.- Estas elecciones han extendido el certificado de defunción parlamentaria del PP de Cataluña. Los populares, liderados por Albiol, han perdido el grupo parlamentario y han quedado reducidos a la irrelevancia. Han sido víctimas, sin duda, del voto útil que ha capitalizado Ciudadanos pero el declive del PP obedece, sobre todo, a los graves errores que ha venido cometiendo en Cataluña desde que Aznar sacrificó a Aleix Vidal Quadras en el altar del padre padrone de la corrupción nacionalista, Jordi Pujol Soley. Está por ver la dimensión de los desperfectos que en el resto de España provocarán las réplicas del terremoto que ha hundido al PP catalán, pero quien piense que no pasará nada significativo se equivoca.

Todo parece igual, pero ya nada será igual.