dijous, 18 d’octubre del 2018

Los muertos que la independencia exige




El PSUC, prácticamente el único partido antifranquista realmente existente en Cataluña durante la dictadura, fue, tras su implosión, la gran cantera suministradora de cuadros políticos a los nuevos partidos catalanes y a la incipiente administración autonómica y municipal de la democracia.

Nutrió al socialismo catalán -que para los eurocomunistas era como un primo hermano ideológico- pero también al nacionalismo pujolista. Un salto que a muchos les sigue pareciendo incomprensible pero que no lo es, como vimos en Yugoslavia. En su paso al nacionalismo, el comunista sustituye la clase por la etnia o grupo nacional como motor de la historia, manteniendo intacta su filosofía holista que subordina el uno al todo, el individuo al colectivo. Tal vez por eso, el trasvase de comunistas a posiciones liberales ha sido mucho menor.

Entre esa 'intelligentia' comunista que desembarcó en el nacionalismo estaba Agustí Colomines, que al tener el cerebro cableado con mimbres de marxismo-leninismo sabe muy bien que la independencia es una revolución y que toda revolución requiere siempre de un mayor o menor grado de violencia. Lo ha dicho él mismo sin eufemismos: 'en todas las independencias del mundo ha habido muertos'. Lo malo es que eso no se lo contaron a la gente. Lo malo es que se creyeron sus propias mentiras de que podían pasar de la autonomia a la independencia de la misma manera como Alicia pasó a través del espejo.

Colomines sabe también que la revolución necesita revolucionarios y no nenazas, como diría Clint Eastwood. Y en eso andan ahora. La ANC ya ha advertido a Torra que el objetivo no son los presos sino la independencia. Según la ANC, 'la mayoría de los líderes independentistas presos y fugados continúan comportándose como españoles' y que al seguir 'sometiéndose voluntariamente a la acción de la justicia española, o huyendo de Cataluña, asumiendo que todavía es española, desmienten el mandato del 1 de octubre y la independencia que declararon el día 27' convirtiéndose en traidores. Se ha acabado, pues, el tiempo para buscar salidas negociadas con el Gobierno español. Es hora de hacer la revolución.

Afortunadamente, los catalanes somos un pueblo sin pedigrí revolucionario. Nunca hemos hecho una revolución. Ya sea por prudencia, por cobardía o por desconfianza, los catalanes nunca llevamos a cabo revolución alguna. Ni social, ni nacional. Lo más parecido a ello fue la Guerra dels Segadors, durante la cual Pau Claris proclamó el 17 de enero de 1641 la República catalana. Decisión que rectificó seis días después para proclamar Conde de Barcelona al rey de Francia, Luis XIII, y poner al Principado de Cataluña bajo soberanía francesa.

Todas las supuestas 'revoluciones' posteriores fueron puro teatro a cargo de exaltados de las élites políticas. La segunda proclamación de independencia se hizo en el Ayuntamiento de Barcelona en 1873, durante la efímera Primera República española, y duró dos días. La tercera, el 14 de abril de 1931 de la mano de Francesc Macià, no fue una proclamación de independencia sino de una República Federada Catalana dentro de la República española. La cuarta, el 6 de octubre de 1934, cuando Lluís Companys aprovechó el estallido de la Revolución de Asturias para proclamar como Macià no la independencia sino el Estado catalán de la República Federal española. Apenas duró 11 horas y el president y sus consellers terminaron en la cárcel. La quinta y última proclamación de independencia solo duró 6 segundos y la protagonizó el presidente Puigdemont el 27 de octubre de 2017. Dos días después se había largado a Bélgica dejando a la mayor parte de su Gobierno en la estacada.

Ahora que los tontos útiles de ERC parece que han decidido finalmente matar al padre, o al menos emanciparse de él, Colomines, el ideólogo de Puigdemont, llama al pueblo a que haga la revolución. A que se dejen de bobadas, de sonrisas, de coros y danzas, de subir y bajas montañas o de peregrinar a Lledoners y que se dispongan a poner los muertos que toda revolución exige. ¿O es que se habían creído que la independencia sale gratis?