dimarts, 16 de febrer del 2021

Cayetana Álvarez de Toledo: 'Ha quedado acreditada la incapacidad de Pablo Casado para reconstruir el constitucionalismo, que es el principal desafío español'




EL MUNDO

Le voy a pedir una síntesis de lo ocurrido en las elecciones de Cataluña

CAYETANA: Una sociedad devastada moral, política y culturalmente ha revalidado a los gestores de la pandemia y del procés. Eso es terrible como suceso social y político. Va a perpetuarse la ficción adolescente en la que está viviendo Cataluña. O sea que el despertar a la edad adulta queda postergado sine die. Seguiremos en el bucle identitario, que es el bucle de la ficción y de la adolescencia quejumbrosa y disolvente. La pregunta de cómo esta reválida es posible emplaza al principal partido de la oposición en España. Nadie que sea jefe de la oposición y aspire a quitarle el puesto al presidente del Gobierno puede sacar en Cataluña el peor resultado de la historia de su partido. Le voy a señalar las justificaciones más repetidas desde que se conocieron los resultados. La primera, la irrupción de Bárcenas, su confesión en campaña electoral. n mi opinión, Bárcenas ha sido absolutamente marginal si no irrelevante en esta campaña.

¿Y la abstención?

Se habla de la abstención como si fuera un fenómeno meteorológico. La abstención es algo que tienes que combatir. Es tu obligación como político conjurar el riesgo de la desmovilización y asegurarte de que, si hay mucha abstención, no sea de tu lado. Ni el PSC ni Vox tienen problemas de movilización. Ciudadanos ha perdido 20 puntos, 10 al PSC y siete u ocho a Vox. El PP ha bajado un punto. Es decir, de esa debacle no solo no hemos sacado nada sino que hemos perdido. Si el PP no es capaz de sacar votos en sus fronteras izquierda y derecha, ¿qué capacidad tiene de ganar?

Entonces, ¿no está Casado pagando las facturas del 'marianismo'?

El liderazgo comienza por asumir tus responsabilidades y cuando llevas al frente del partido dos años y medio ya empiezas a acumular decisiones propias. No eres una víctima del pasado ni de factores exógenos. Casado ha tomado decisiones políticas y estratégicas muy importantes, que tienen consecuencias.

¿A su juicio es el responsable principal de la catástrofe?

En política es muy importante hablar de responsabilidades porque si no todo son vaporosas abstracciones. Lo primero que quiero decir es que yo jamás hubiera aceptado el ofrecimiento de Pablo Casado de ser candidata por Barcelona si no hubiera estado aquí Alejandro Fernández. Cuando yo asumo el desafío, las encuestas nos daban cero. Juntos, Alejandro y yo, empezamos a avanzar en un proceso de reconstrucción y conseguimos en noviembre el liderazgo del constitucionalismo, por delante de Vox y Ciudadanos. La dirección nacional del partido trunca abruptamente ese proceso de reconstrucción a partir del verano. En mi opinión, no ha fallado el candidato, ha fallado la estrategia errática, profundamente equivocada, de la dirección nacional, que ha dejado a muchos de nuestros votantes desorientados, huérfanos y sin razón suficiente para votarnos. Si yo tuviera que resumir cómo ha sido la campaña diría que han querido resucitar el catalanismo en lugar de reforzar el constitucionalismo. ¿Por qué lo han hecho? Para mí es un misterio político y psicológico. Reincidimos en un viejo error y yo creo que lo mínimo que se le puede reclamar a un líder es que cometa errores nuevos. Entiendo que su discretísimo papel durante la campaña electoral no fue por voluntad propia. La dirección nacional hizo lo imposible para que yo no participara y si protagonicé un acto junto a Alejo Vidal-Quadras fue porque Alejandro Fernández insistió en que lo hiciera.

El cuadro de Génova que describe es el de un liderazgo endeble, que va dando bandazos.

Yo hablaría de tres hitos. El primero es su discurso ante la junta directiva tras mi destitución, cuando Pablo Casado proclama que un partido no puede pretender que la sociedad se parezca a él por mucha razón que tenga. Esa es la renuncia a dar una batalla ideológica y cultural, que en el caso de Cataluña significa la batalla contra el nacionalismo y su marco dominante. El segundo hito es la manera en la que se rompe con los simpatizantes de Vox en la moción de censura de Abascal. Yo dije en su día que me preocupaba que eso no representara tanto la voladura de Vox como la voladura de los puentes con los votantes de Vox. Me parece que eso es lo que ha ocurrido. El tercer hito es la campaña en Cataluña. Hemos pedido perdón por hablar demasiado del proceso, cuando hablar del proceso es hablar de la democracia y la libertad de los ciudadanos. Hemos creído que el desafío separatista se resuelve con promesas de financiación o más dinero. Un recurso extemporáneo, fracasado y en cualquier caso inviable en tiempos de ruina económica. Y lo más insólito, hemos insinuado que las fuerzas de seguridad se habían excedido el 1 de octubre. Hemos pasado de proclamarnos el partido de las banderas en los balcones a equiparar la bandera constitucional con la estelada, que es la bandera que se agita contra las libertades de la otra mitad. Ha quedado acreditada la incapacidad de Pablo Casado para reconstruir el constitucionalismo, que es el principal desafío español. Casado se ha dejado aquí jirones de credibilidad como líder del constitucionalismo. El liderazgo es de Pablo Casado y suya ha sido la presencia constante en la campaña. También las decisiones estratégicas y el discurso que se hizo en la campaña. La responsabilidad de todo esto no es de Bárcenas, no es de Rajoy, no es de Alejandro, no es de la abstención. Incluso en mi opinión ni siquiera es de Teodoro García Egea, cuya gestión del partido deja muchísimo que desear. La responsabilidad es del líder del partido. Esto lo digo con dolor personal y político. Pablo Casado ha defraudado las esperanzas depositadas en él. Ha defraudado a los que nos unimos a un proyecto con la confianza de que aunaba tres cosas: coraje, convicciones y capacidad de desafío.

Supongo que no le gustó el Casado que escuchó en RAC1.

En esa entrevista, Casado presume de que el 1-O fue portavoz de sí mismo y no de la democracia y la ley. Encima luego se demostró que no fue así.

¿Qué espera del Comité Directivo de mañana [por este martes]?

El PP tiene que meditar sobre su futuro, pero tiene que hacerlo desde la verdad y no desde la bunkerización. La ficción solo va a prolongar la agonía.

¿Espera que esa crítica la pronuncien los barones?

No existe la categoría los barones. Compartimos un proyecto común pero cada uno es distinto al otro. Será muy interesante escuchar qué alternativa ofrecen algunos a una estrategia que han compartido y recomendado.

¿Se refiere a Núñez Feijóo?

El galleguismo en Cataluña no ha funcionado. Pero también le digo que creo que hay escuchar con muchísima atención a lo que todos ellos tienen que decir. Los únicos datos positivos o esperanzadores del PP están en la gestión, en Galicia, Andalucía o Madrid, no en la existencia de un proyecto político nacional para España. Son éxitos basados en la gestión de los territorios, pero no hay un proyecto político solvente para España. El PP ha de buscar la manera de resolver su vacío de proyecto y su vacío de liderazgo.

¿Mediante qué instrumento? ¿Un congreso extraordinario?

Ese es el instrumento más convencional pero el auténtico problema que dejan estos resultados y que deja la situación española va mucho más allá del PP. Necesitamos 176 escaños. Hace falta la unión de todas las personas y fuerzas políticas comprometidas con eso que llamamos la España de libres e iguales y que es la continuidad del sistema democrático del 78.

¿Extiende su invitación a Vox?

Yo veto ideas, no a las personas o a las siglas. Excepto a Bildu, que es una fuerza que no condena el tiro en la nuca. Sobre lo que hay que trabajar es sobre las ideas, para que vengan quienes puedan compartir el proyecto de una nación cívica, no identitaria, de una Europa basada en los valores que la hicieron un espacio de libertad, paz y prosperidad. Una España que continúe el monumento a la reconciliación que fue la Transición.

Suena a algo más ambicioso que a la refundación de un partido, más bien a la vertebración de un movimiento.

Eso es. Creo que hace falta un nuevo movimiento constitucionalista que reagrupe a personas que estamos dispersas, enfrentadas, divididas y, por tanto, perdiendo. Unos están en los partidos, otros se salieron de ellos y están en la sociedad civil, otros están en el ámbito intelectual o el académico. Hace falta una reagrupación de ese espacio común donde conviven socialdemócratas y conservadores que no quieren una España abocada al péndulo identitario, la fragmentación y la decadencia. Esto me devuelve a mi decepción con Casado. Se ha confundido el centro con la ausencia de convicciones, coraje y capacidad de desafío. Se ha confundido el centro con el asentimiento del marco nacionalista. Se ha confundido con el vacío. El centro no es el punto medio entre la libertad y la sumisión, es la radical defensa del ciudadano, la militante defensa de nuestro orden constitucional frente a sus impugnadores. La nuestra no es una democracia militante. Con más motivo debemos ser militantes de la democracia.



La mayor víctima del encierro es la democracia liberal




LORD SUMPTION

La mayor víctima del encierro no serán los bares, restaurantes y tiendas cerrados ni las aerolíneas paralizadas. No será nuestra floreciente cultura musical, teatral y deportiva. Ni siquiera será la ruina de nuestra economía. Son cosas terribles de contemplar. Pero la mayor víctima de todas será la democracia liberal.

La democracia liberal es un logro notable pero frágil. Es un intento de enfrentar el desafío de hacer que los gobiernos respondan ante la gente, mientras se protege la libertad personal. Esto es dificil de hacer. La gente ansía seguridad y espera que el estado se la proporcione. Para hacer esto, el estado necesita amplios poderes sobre sus ciudadanos. Por eso, en las democracias de todo el mundo, el poder del estado ha aumentado continuamente. También es la razón por la que la democracia liberal es la excepción y no la regla. Las democracias se subvierten fácilmente y con frecuencia fracasan.

Lo que nos convierte en una sociedad libre es que, aunque el estado tiene vastos poderes, existen límites convencionales sobre lo que puede hacer con ellos. Los límites son convencionales porque no dependen de nuestras leyes sino de nuestras actitudes. Hay islas de la vida humana que son nuestras, un espacio personal en el que el Estado no debería inmiscuirse sin una justificación totalmente excepcional.

La democracia liberal se quiebra cuando las mayorías asustadas exigen la coacción masiva de sus conciudadanos y reclaman la invasión de nuestros espacios personales. Estas demandas se basan invariablemente en lo que la gente concibe como bien público. Todos afirman que el despotismo es de interés público.

El problema está perfectamente resumido en una entrevista reciente con el profesor Neil Ferguson, cuyas proyecciones se utilizaron para justificar el primer bloqueo en marzo pasado. Antes de eso, como relató el profesor Ferguson en esa entrevista, Sage había llegado a la conclusión de que el cierre chino había funcionado, pero estaba fuera de lugar en Europa. “Es un estado comunista de partido único, dijimos. Pensamos que no podríamos salirse con la nuestra en Europa. Y luego Italia lo hizo. Y nos dimos cuenta de que podíamos … Si China no lo hubiera hecho, el año habría sido muy diferente “.

China no es una democracia liberal. Es un estado totalitario. Trata a los seres humanos como herramientas de política estatal. No hay espacio personal que el Estado no pueda invadir a voluntad. Las democracias liberales tienen buenas razones de moral política para no querer ser como China. Considerar este tema solo en términos de si los cierres cerrados son efectivos contra las pandemias y si los gobiernos pueden “salirse con la suya”, sirve para reducir la libertad de un principio fundamental a una mera cuestión de conveniencia.

Tenemos que asumir, dado que el Gobierno siguió su consejo, que los ministros estuvieron de acuerdo con el profesor Ferguson. Ciertamente esa fue la posición del ministro principal que recientemente me dijo que la democracia liberal era un modelo inadecuado para hacer frente a una pandemia. Se necesitaba algo más “napoleónico”, dijo.

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