dilluns, 16 de gener del 2017

En la historia de la economía el libre cambio ha sido la excepción y el proteccionismo la regla

Al contrario de lo que dice la teoría económica neoclásica, en la historia de la economía 'el libre cambio ha sido la excepción y el proteccionismo la regla'. El historiador de la economía Paul Bairoch (1930-1999) en su obra 'Mythes et paradoxes de l'histoire économique' sostiene que, si bien algunas etapas de libre cambio han sido positivas, las fases proteccionistas, lejos de ser un obstáculo al crecimiento, han coincidido con una considerable expansión económica y de los intercambios. Por lo menos entre 1815 y 1929. Para Bairoch, la historia muestra que no existen 'leyes' o reglas en economía que sean válidas para todos los períodos de la história o para cada uno de los sistemas económicos.

La teoría de Bairoch ha sido compartida por la izquierda hasta hace poco. El mismísimo Paul Krugman asesoró a Bairoch en el libro. Sin embargo, de la misma manera que la izquierda se olvidó de sus denuncias sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Saddam Hussein cuando Bush decidió derrocarlo, la izquierda se olvida hoy de su denuncia de la globalización y de su defensa del proteccionismo cuando Trump llega al poder defendiendo lo mismo que ellos.  

Aunque la evidencia empírica muestre que el recurso al proteccionismo no sólo no ha sido malo sino muchas veces beneficioso, lo cierto es que los datos manejados por el historiador económico belga son muy anteriores al boom librecambista que siguió a la entrada en vigor en 1995 de los acuerdos de la Ronda Uruguay, la mayor reforma del sistema mundial de comercio desde la creación del GATT al final de la segunda guerra mundial. Una reforma que ha perfeccionado el mercado y ha tejido un espacio de libre comercio y de interdependencia sin precedentes que una simple frontera ya no puede eludir. Se necesitaría para ello un nuevo telón de acero.

En cualquier caso, sin embargo, las fronteras existen y, al igual que las naciones-estado, seguirán existiendo mientras no encontremos algo mucho mejor. Y con las fronteras siempre existirá el recurso, o la tentación, del proteccionismo. Especialmente cuando, y al contrario de lo que la izquierda decía, los perdedores de la globalización no han sido los trabajadores del tercer mundo sino los occidentales.

De hecho, desde 2008, el país que ha implementado la mayoría de medidas proteccionistas en el mundo han sido los Estados Unidos durante el mandato de Obama, seguido de la India y Rusia, en este orden. Y nadie se ha quejado. Con Trump, ese proteccionismo vergonzante de Obama se acentuará. ¿Hasta dónde? Está por ver.

De momento, lo que sabemos es que los mensajes proteccionistas de la nueva administración estadounidense provienen principalmente del desproporcionado superávit comercial que tiene China con Estados Unidos. Pero si para resolver ese desequilibrio concreto Trump procede a 'equiparar el proteccionismo americano al chino en lugar de romper las barreras para que China se equipare al resto de la OCDE' puede, tal vez, lograr pan para hoy, pero muy probablemente hambre para mañana. Y ello debido a que, en el caso de las empresas americanas que fabrican en China, 'muchas de ellas simplemente no podrían siquiera mantener su negocio'. También sería contraproducente que se abortase el TTIP, el Tratado de libre comercio entre la UE y los EEUU.

Sin embargo, en la mochila de Trump hay otras políticas 'proteccionistas', en el sentido de 'proteger' a empresas, inversores y ciudadanos de la voracidad del Estado y que pueden significar el acicate que necesita la economía global para recuperar el crecimiento. La principal de ellas es la bajada general de impuestos. Una decisión que empíricamente ha tenido más éxitos que fracasos pero que puede no servir de mucho si una decisión proteccionista inconveniente termina por ahogarla.

Decisiones políticas todas ellas que se adoptarán según sea el comportamiento de los gobernantes, ya sean zorros o leones, según la metáfora de Maquiavelo, o por su apego a ciertos “residuos” instintivos, según la terminología de Pareto. Es decir, según sean 'individuos dotados para la negociación y la manipulación y que están inclinados hacia el cambio y la innovación' como el zorro Obama o 'leales al grupo, más ahorradores y más conservadores', como el león Trump.

La respuesta proteccionista a los problemas generados por la globalización puede ser equivocada, pero es legítima. Y contra ella sólo caben hechos y argumentos; no insultos o descalificaciones. Nos guste o no, la historia no tiene leyes escritas e inmutables ni la Economía dispone de un único Dios verdadero.