"La principal virtud de la democracia es que deja obsoleta la revolución"
"La revolución consiste en imponer tu fantasía política a todos los demás"
"Los científicos deberían ir a donde les lleve su ciencia, no sus ideas políticas"
"Pensar suele reducirse a inventar razones para dudar de lo evidente"
"No es una de las dos Españas la que nos hiela el corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen que hay dos"
La radicalización de la situación política en los Estados Unidos, reflejada principalmente en el imparable ascenso de Donald Trump, parece retrotraernos a la convulsa década de los años sesenta del siglo pasado. ¿Estamos ante un nuevo 1968? La escritora y profesora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Información de la Universidad de las Artes en Filadelfia, Camille Paglia, tambén conocida como "la feminista a la que odian las otras feministas", respondía así a la pregunta:
Is it 1968 all over again?
Violent clashes between antiwar protestors and Chicago police during the 1968 Democratic Convention boomeranged against the New Left and sabotaged the presidential hopes of the Democratic nominee, Hubert Humphrey, a genial, compassionate populist. The American electorate, repelled by street chaos, veered to the Right and made Richard M. Nixon president. The new crossover Nixon Democrats laid the groundwork for the two conservative presidencies of Ronald Reagan in the 1980s.
In our current campaign, the obvious strategy by Democratic operatives to disrupt Donald Trump’s rallies and link him to brewing fascism (via lurid media images of wild-eyed brawlers) has backfired with a bang. The seething demonstrators who blocked Trump’s motorcade at last week’s state GOP convention in Burlingame, California, forcing him and his retinue to ditch their vehicles and sprint to a rear entrance on foot, managed to alienate mainstream voters, boost Trump’s national momentum, and guarantee his sweeping victory in this week’s Indiana primary. With the withdrawal of Ted Cruz, Trump is now the presumptive GOP nominee. Great job, Dem wizards!
Los errores de la izquierda y parte de la derecha los han cometido también los medios de comunicación. El periodista del New York Times, Jim Rutenberg, editorialista y ex corresponsal político, lo expresa así: 'Mal, mal, mal, hasta el final lo hemos hecho mal'.
Every election cycle brings questionable news coverage. (Remember the potential president Herman Cain?) But this season has been truly spectacular in its failings. It has been “Dewey Defeats Truman” on a relentless, rolling basis. The mistakes piled up — the bad predictions, the overplaying of every slight development of the horse race to the point of whiplash, the lighthearted treatment of what turned out to be the most serious candidacy in the Republican field. The lessons learned did not.
Wednesday was a day of mea culpas from those — including Nate Cohn of The New York Times — who had declared Mr. Trump’s nomination was most likely a no-go, or who pronounced big inflection points in which the Trump candidacy would go poof, or who played up “pivotal states” that weren’t even close.
Desde su engreída 'superioridad moral', la corrección política menospreció incialmente a Trump. Después, lo ridiculizó. Y finalmente, desconcertada ante su éxito, desencadenó contra él una auténtica persecución política y mediática que ha fracasado estrepitosamente. Una persecución que aumentó todavía más su popularidad. Denostado, amenazado, insultado, han logrado que el elector blanco y empobrecido vea en él a un Superman enemigo de ese establishment político, mediático e intelectual de Washington que tanto odia. No es de estrañar que la 'cruzada' anti Trump haya tenido un efecto boomerang y haya acabado situando a Trump a las puertas del cielo y a EEUU a un paso de bajar al infierno. El infierno de un país que se ha polarizado política y casi físicamente como pocas veces desde la guerra civil.