Todos los nostálgicos que no pudieron hacer la revolución a la muerte de Franco, tienen ahora una segunda oportunidad. El 1 de octubre, mes en el que se cumplen 100 años de ese famoso golpe de Estado llamado Revolución Rusa, tendrán la ocasión de volver a intentarlo. Como en Rusia, parece una revolución pero es un golpe. El primer golpe de estado que se anuncia con fecha y hora para que no lo parezca.
Encabezados por el camarada Puigdemont se levantarán contra la democracia burguesa española, esa 'fake' democracia que tanto dicen sufrir desde 1978, para destruirla en nombre del pueblo catalán. Hubiese sido mejor en nombre del proletariado, pero -¡qué le vamos a hacer!- no van a meterse ahora en disquisiciones metafísicas sobre el sujeto revolucionario.
Tienen la oportunidad de hacer una revolución antes de morirse y la van a aprovechar. Aunque no sea de izquierdas. Al fin y al cabo, un nutrido grupo de cuadros del PSUC cambiaron la clase por la tribu y ocuparon, en su momento, puestos clave en la Generalitat de Jordi Pujol, incluso en la CDC, ahora conocida como PDECat.
Puigdemont milita en ese partido de centro derecha que ya no es ni derecha, ni centro, ni nada. Puigdemont es el tonto útil de ERC y de la CUP. Pero el
nen quiere pasar a la historia. Cada noche se sueña como primer presidente de la Cataluña independiente, aunque a veces le despierte la pesadilla de Lluís Companys.
Más que el albacea de Artur Mas, Puigdemont es su Frankenstein. Y eso es un peligro para todos,
incluído su partido. El único peligro real de esta farsa llamada 'procés' y 'referéndum de autodeterminación'.
Los convergentes se han limitado a tensar la cuerda para ver lo que caía, aunque solo sea para seguir un día más en el poder. Lo han hecho durante 30 años. Pero la mayoría de ellos no quieren ni ir a la cárcel
ni jugarse su patrimonio. Como
Baiget, que hizo esas declaraciones para que lo cesaran y quitarse el problema de encima. A la hora de la verdad, la derecha titubea y se arruga y sospechais que acabará, una vez más, traicionando la 'voluntad popular'.
Afortunadamente, al igual que los viejos rockeros, los viejos revolucionarios de todos los partidos seguís vivos para hacer, de una vez por todas, la puñetera revolución. La que sea. La que toque. Por enésima vez. Inasequibles al desaliento. De revolución en revolución, de victoria en victoria,
hasta la derrota final.