dijous, 30 de juny del 2016

Ni hubo pucherazo ni puede haberlo

El objetivo de la izquierda radical es acabar con la democracia liberal. Para ello tiene dos caminos. El primero, ganar las elecciones, ocupar el poder y no abandonarlo hasta haber desmantelado la legalidad constitucional. El segundo, perder las elecciones, denunciar un pucherazo masivo que deslegitime al Estado y provocar el colapso de las instituciones (léase golpe de estado).

Eso es lo que desean hacer ahora los amigos de Podexit, sus confluencias, sus mareas y sus botellones doctrinarios. Y es que los hijos mimados del Estado del Bienestar no toleran la frustración. No es sólo que no sepan perder, es que no pueden perder, ya que la dialéctica materialista de la historia predice su victoria inapelable. Ergo, si pierden es porque les han robado la mayoría, porque ha habido conspiración para el pucherazo. Y eso los legitima para cualquier cosa, incluida la mentira y la violencia.

Las mentiras ya han empezado a circular en progresión geométrica en Twitter y Facebook, pero también en las páginas de medios de comunicación afines al populismo que muestran no tener el más mínimo escrúpulo respecto a la veracidad de lo que publican.

Este es el caso, por ejemplo, de las cartas de los supuestos presidentes de Mesa Ruth Bermúdez Rodríguez y Christian Avilés, que cuentan unas historias kafkianas que sólo pueden ser creídas por mucha gente ignorante del funcionamiento de un colegio electoral pero no por nadie que haya estado una sola vez en una mesa de votación.

En su entrada 'No: el 26J no hubo pucherazo (ni puede haberlo)', David Fernández no sólo desmonta las contradicciones de esas dos cartas sino que ofrece otras de las muchas mentiras que se están publicando para hacer creer que en el 26-J hubo pucherazo. De todas ellas recojo una, especialmente reveladora de que nos encontramos ante un proceso de producción industrial de mentiras. Esta:

Que el fraude electoral ha salido publicado incluso en The New York Times. Si se toman la molestia de consultar la edición original, como lo ha hecho David Fernández, comprobarán que la portada difundida es falsa, es un trucaje de photoshop.



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