dimarts, 18 d’octubre del 2016

La confusión de la política con la moral


La moral tiene unas características muy especiales. Es de todos, o tiene que serlo. Necesita serlo. No sirve de gran cosa que -por ejemplo- la antropofagia sea una prohibición moral, si no la tiene por tal todo el mundo. No puede ser algo dependiente de la opinión o gusto de cada cual. De lo que algunos llaman “moral particular” — que es algo que no existe. No funcionaría. Mi convicción de la prohibición moral de la antropofagia no es para que yo no coma carne humana; ya estoy convencido. Es para que no lo hagas tú. Por eso la moral se impone socialmente. Es (socialmente) obligatoria. Siempre. Y por eso no se discute.

La política es su exacto contrario. Aunque también versa sobre lo que podemos y no podemos hacer, y lo que hacemos como conjunto, quieras o no quieras, trata precisamente de la parte discutible del hacer social. Podemos pagar impuestos hasta aquí o hasta allí; o en esto sí, y en esto otro no. Pero eso es algo, precisamente, discutible. Y que discutimos. Y esa discusión es lo que se llama política.

Así sale un mundo claro, y civilizado; y todos nos entendemos. Hasta que llegan los cerdos con su moral bastarda. La confusión de la política con la moral. La moralización de la política. Que es la forma para que la política, lo discutible, no se pueda discutir
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