diumenge, 26 de febrer del 2017

Lo primero que se hizo con la escena del crimen del 11-M fue destruirla


"Los cuatro trenes siniestrados fueron desguazados en las cuarenta y ocho horas siguientes a la masacre, contraviniendo la Ley de Enjuiciamiento Criminal que, como se ha hecho en casos de accidentes ferroviarios (metro de Valencia, tren de Santiago de Compostela), se han conservado hasta el juicio que debe dictaminar las causas de las muertes y sus responsables.

Pero un vagón escapó a la destrucción ilegal de los trenes. Pertenecía al tren de Santa Eugenia y tenía aun nítidamente dibujado el agujero de la explosión cuando lo encontró Libertad Digital, tapado con unas lonas,en las instalaciones de Tafesa,en el barrio de Villaverde,en febrero de 2012. El entonces Fiscal General del Estado, Eduardo Torres Dulce, colaborador de esRadio desde su fundación en el programa Cowboys de medianoche, dio orden de conservarlo e investigarlo. Pero ni conservó ni investigó nada.

El juez instructor, Juan del Olmo, dio orden o permitió que, además, se quemaran todos los restos personales —prendas y objetos— pertenecientes a las 192 víctimas mortales y los casi dos mil heridos.Todos estos objetos, que formaban parte también de la escena del crimen, fue- ron destruidos.

¿Y cómo pudo investigarse un crimen si se había destruido la es- cena del crimen? Pues creando una escena falsa, a partir de la cual se justificó la detención de sospechosos, su encarcelamiento, proceso, juicio y condena.

Los tres elementos que, tras destruir la verdadera, constituyeron la falsa escena del crimen fueron una furgoneta Renault Kangoo, una mochila y un coche Skoda Fabia. En la furgoneta, que había sido ya registrada por agentes e inspeccionada por un perro adiestrado para detectar explosivos, sin encontrar nada, la policía halló de pronto, al llegar a sus instalaciones de Canillas, varios objetos que, según se dijo, pertenecían a los terroristas, entre ellos, un trozo de Goma2 ECO que se consideró oficialmente desde entonces el arma del crimen. Es decir, que primero se encontró la dinamita y luego se dijo que era la que se había usado en la masacre, cuya escena del crimen se había destruido. También hallaron un Corán y una cinta islámica, entre otros objetos que los policías no habían visto en su inspección previa.

Pero una vez reparada la ceguera de la policía, apareció el hallazgo esencial del caso: una mochila-bolsa que apareció en la comisaría de Puente deVallecas dieciocho horas después de la voladura de los trenes y que se dijo que procedía de una de las estaciones, desde la que había sido llevada a la improvisada capilla ardiente de Ifema en un bolsón y, de allí, a la comisaría famosa, donde actuaba un policía afecto al PSOE. La mochila, se dijo, era igual que las que habían estallado en los trenes. Y a partir de ahí se estableció la búsqueda de los teléfonos móviles que las habrían hecho estallar todas, de los que los vendieron y compraron y se practicaron las primeras detenciones, en clave islamista pese a ser los vendedores hindúes.

El problema de esta mochila es que el móvil que llevaba no hubiera podido provocar la explosión por falta de fuerza, si hubiera tenido fuerza, tampoco, porque los dos cables estaban desconectados, como para que se viera que eran cables, y junto al explosivo, que era Goma2 ECO, había una gran cantidad de tornillería que, en teoría, hubiera actuado como metralla. Lo malo para los halladores de la mochila es que no sabían que en ninguno de los trenes había estallado una bomba semejante y la autopsia demostró que ni uno solo de los 192 muertos había sido alcanzado por la metralla. La chapuza era evidente, pero había que detener a alguien, y se detuvo. De la tarjeta del móvil se llegó al móvil y de la Goma 2 ECO a Mina Conchita, belén de tan milagrosas apariciones.

La tercera pieza de la falsa escena del crimen, el Skoda Fabia, fue aún más chapucera y zarrapastrosa que las demás. En el maletero había ropa con el ADN de los sospechosos, que agentes del CNI, indignados por el montaje, atribuyeron al propio CNI, subsección Mortadelo y Filemón. Porque el coche apareció en la estación de Alcalá tres meses después del atentado, el 13 de Junio de 2004, a pocos metros de donde había aparecido la furgoneta Reanult Kangoo. Supuestamente, el coche lo había robado en Alicante un delincuente chileno que se lo había vendido a los islamistas que habían llevado todas las mochilas en el Skoda y la Kangoo para colocarlas en el coche y habían dejado abandona- dos los dos vehículos.

La pena del Skoda es que llegó muy tarde a la cita con la Kangoo. Los policías habían peinado la zona en que apareció la furgoneta y no lo detectaron. Ninguna de las matrículas anotadas por la policía correspondía a ese coche, ni una sola cámara lo había grabado en esos meses. Un portero que lo había denunciado en la calle Bruselas declaró que, tras su denuncia, el coche había desaparecido.Y el chileno ladrón resultó tan desmemoriado que no recordaba ni de qué color era el coche. Así que, sin permiso del juez y pese a estar imputado, fue expulsado de España por la Ley de Extranjería. El tribunal, ante la falta de credibilidad de la prueba debería haberse puesto a investigar quién había pues- to el ADN de los presuntos terroristas en ese coche que nunca estuvo allí, pero prefirió descartar el Skoda como prueba. Ningún juez americano lo haría y medio FBI habría ido a la cárcel, pero ¿quién ha dicho que el 11-M sea una película? Ya no se hacen tan malas".
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