dijous, 20 d’abril del 2017

El suicidio democrático de Turquía




1. La confrontacional retórica islamista-nacionalista de Erdogan sigue atrayendo a masas que lo adoran por decir que está acometiendo el proceso de restablecimiento del histórico influjo otomano del país como líder del mundo islámico. Su retórica —y sus prácticas— evocan a menudo un régimen autoritario en forma de sultanato. No fue una coincidencia que los miles de seguidores de Erdogan que se congregaron para aclamar a su líder tras su victoria en el referéndum ondeasen apasionadamente banderas turcas y otomanas y coreasen “Alahu Akbar” [“Alá es el más grande”, en árabe]. Para la mayoría de los conservadores seguidores de Erdogan, “primero va Dios… y después Erdogan”. Ese sentimiento explica por qué la votación del domingo no era sólo un aburrido asunto constitucional para muchos turcos: se trataba de apoyar a un hombre ambicioso que promete resucitar un pasado glorioso.

2. La campaña por el no y sus defensores fueron sistemáticamente silenciados e intimidados por el poderoso aparato del Estado, incluida la Policía y el Poder Judicial. En cambio, la campaña por el sí gozó de todo el apoyo posible del Gobierno, con una plena movilización de los mecanismos del Estado y los recursos públicos. Aún peor: Turquía fue a las urnas bajo el estado de emergencia que se declaró tras el fallido golpe de julio.

3. Un organismo parlamentario de la Unión Europea (UE) advirtió antes del referéndum de su dudosa legitimidad democrática. Decía que el Gobierno había minado la capacidad de los diputados para hacer campaña a favor del no. “Simplemente, no se dieron las condiciones para un plebiscito libre y limpio sobre las reformas constitucionales propuestas”, decía un informe publicado por la Comisión Cívica de la UE y Turquía. Subrayaba, entre otros motivos, que los líderes de un partido prokurdo que había hecho campaña por el no llevaban encarcelados desde noviembre, acusados de tener vínculos con organizaciones terroristas. Según una ONG pro derechos civiles, en los quince meses previos al referéndum la Policía empleó la violencia para poner fin a un total de 264 protestas pacíficas en defensa del no.

4. Con aproximadamente 150 periodistas en la cárcel, había un clima generalizado de miedo.

La gran purga turca arroja cifras colosales. Según el ministro del Interior turco, Suleyman Soylu, 47.155 personas han sido encarceladas desde el intento de golpe del 15 de julio;

113.260 personas han sido detenidas;

41.499 personas han salido de la cárcel con libertad condicional y 23.861 personas han sido excarceladas sin condiciones; otros 863 sospechosos aún no han sido detenidos;

10.732 de los arrestados eran agentes de policía; 168, generales, y 7.463 miembros del Ejército seguían en prisión el pasado día 2;

2.575 jueces y fiscales y 208 gobernadores u otros administradores públicos han sido encarcelados. 
El número de civiles en prisión –incluidos discapacitados, amas de casa y ancianos– es de 26.177; más de 135.000 personas han sido purgadas. 
Un total de 7.137 académicos fueron purgados, así como 4.272 jueces y fiscales que fueron despedidos por su presunta participación en la intentona golpista.

Los defensores del no fueron amenazados y tratados como terroristas. Los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) confirmaron casos de intimidación contra la campaña del no en todo el país.

5. El Partido Republicano del Pueblo, la principal formación opositora, ha denunciado un fraude electoral. Sostiene que la votación se manipuló en fondo y forma. Cuando el recuento electoral ya llevaba una hora en marcha, la Junta Suprema Electoral declaró válidas papeletas sin sellos oficiales. Esa práctica contraviene claramente el reglamento electoral. La oposición también denunció que en algunas ciudades echaron a los apoderados de las organizaciones a favor del no de los centros electorales. En Turquía, probablemente no importa qué dice la papeleta, lo que importa es quién las cuenta. | Burak Bekdil
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