divendres, 18 d’agost del 2017

Se olvidan de la ley y de los maceteros




Los únicos culpables de los atentados de Barcelona y Cambrils son los yihadistas que los han cometido. Los miembros de los cuerpos de seguridad de Cataluña han tenido una actuación profesional y valiente en el grueso de las actuaciones que han realizado. Sin embargo, sus responsables políticos no han sido lo suficientemente diligentes para prevenir el habitual 'modus operandi' de los yihadistas en Europa: el atropello masivo.

Sabemos que la CIA y otros servicios de inteligencia internacionales advirtieron recientemente de un atentado en Barcelona. Sabemos también que el ministerio español del Interior pidió, tras el atropello de Berlín, que se instalaran maceteros o bolardos en los accesos a zonas de gran concurrencia peatonal. En este último aspecto, ni el Ayuntamiento de Barcelona ni la Generalidad hicieron nada. Ahora dicen, para justificarlo, que optaron por reforzar la vigilancia en lugar de instalar bolardos. Una decisión acertadísima, según se ha demostrado.



Forn y Trapero, los flamantes nuevos Conseller de Interior y Jefe Mayor de los Mossos de Esquadra, han tenido tiempo suficiente para dejar claro que incumplirán la ley y facilitarán la celebración del referéndum de autodeterminación pero no lo han tenido para dar una ojeada a los puntos vulnerables de Barcelona y poner unos maceteros a la Rambla de las flores. Tampoco lo ha tenido la alcaldesa Ada Colau, que parece pensar que para florista y florero basta y sobra con Marta Ferrusola. Y es que, como dice Arcadi Espada, Barcelona tiene tendencia a la coquetería.

Qué coño me importará a mí Oukabir, su cabeza podrida y su relato maligno. Ya lo he visto otras veces. En Niza, en Londres, en Bali, en Bagdad, en París, y he visto sus víctimas, todas iguales, indistinguibles, la férrea unidad de los muertos. A mí los que me importan ahora son los incalificables burgueses de Barcelona que llevan años supurando una grotesca fábula sobre la libertad. A mí me importan esos tipos y tipas de pueblo, toscos como sus mandíbulas, incultos como sus campos, cuya pasión nacionalista y xenófoba solo es una venganza personal sobre la Ciudad. A mí me importan los últimos de la clase, los más guarros del pupitre, que se han alistado a la Revolución por la extrema facilidad y los rápidos beneficios que rinde su trapicheo. A mí me importan los más irresponsables de mis colegas, que traen al prime time la violenta novedad de un memo y la convierten en meme. Y a mí me importan, porque aún saludo a alguno, los cobardes. Toda esta gentecilla, entreverada de gentuza, lleva años coqueteando por activa o pasiva con la violencia: desobedeciendo, desacatando, chuleando la paz, que es la ley. Si el Cuerpo Nacional de Policía lo permite, quiero compartir los 13 muertos y 80 heridos con todos y cada uno de esos intolerables coquetos, por si hay modo de que la sangre rinda a otro fin que la torva gloria de dios.

Esos tipos y tipas están aquí para quedarse, no para dimitir.


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