Marta Pascal le ha dicho a Puigdemont que ella nunca va a dejarle tirado, pero que tiene que entender que un pueblo entero no puede morir por él. Pascal sabe lo que se cuece en el entorno de Puigdemont y cómo se afilan los cuchillos para matarle.
Agustí Colomines, que hoy es uno de los principales ideólogos del forajido, le suplicó a Marta Pascal ser consejero de Cultura en la última crisis del gobierno autonómico, previa al 1 de octubre, y al no ser el elegido, se dedicó a insultar a la coordinadora de su partido sin más propósito que el de la venganza personal. Años atrás fue comunista, antes de incorporarse al carro convergente, cuando intuyó que iba a gobernar. Justo después de que no le hicieran consejero, colocó a su novia, Aurora Madaula, en el entorno de Puigdemont.
En este sentido, Mara Pascal ha sido generosa con Puigdemont tratando de explicarle que su pretendido círculo íntimo va a traicionarle. No sólo Colomines, aunque sea la metáfora perfecta de la traición: también Elsa Artadi, que de independentista tenía lo justo cuando militaba en Convergència, y que se hizo de Puigdemont cuando fue su único modo de estar en la lista electoral. El PDECat todavía espera una explicación personal de Aradi -y no por teléfono, a las secretarias- de por qué abandonó su militancia.
Por su parte Quico Homs, propuesto por la CUP como coordinador de las defensas de los implicados en el 1 de octubre, se dedica al juego partidista del modo más indisimulado.
Hasta seis medios de comunicación acreditan que fue él quien filtró la declaración de Marta Rovira desde dentro de la Sala del Supremo, lo que está prohibido para cualquier abogado. Igualmente, hace meses, acudió a una de las reuniones del «estado mayor» del procés y filtró el nombre de los asistentes a la agencia Efe para incluirse como protagonista y hacerse el importante, pero con tan mala fortuna que confesó la alineación justo el día que faltaban dos de los más significativos titulares: y eso le delató, de modo que le expulsaron de las reuniones. Años antes le pasó con la foto de del «consell executiu» que filtró a «La Vanguardia»: sólo faltaba él, y todo el mundo supo que era el fotógrafo.
(...)
todo el mundo está a la espera de que Puigdemont baje de la nube de falso azúcar en oa que vive instalado. En algún momento se creyó que sería el Estado quien iba a bajarle; luego pensamos que serían los catalanes a través de su sufragio, y en los últimos días hemos comprendido que serán los propios dirigentes de su partido y de su entorno los que le harán entender que su momento ha pasado, que fuera de la legalidad él puede funcionar, pero no un pueblo entero que necesita su gobierno diario para sobrevivir y prosperar, y que su momento de rendirse ha llegado, y no porque lo diga España, sino porque siete millones de catalanes, incluyendo el millón que le votó, necesitan recuperar la normalidad, la funcionalidad, y esa autonomía que tanto desprecian los independentistas cuando la tienen funcionando a toda máquina y que cuando no la tienen, tanto la encuentran a faltar | SALVADOR SOSTRES
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