dimecres, 5 de setembre del 2018

Torra no quiere volver a perder la autonomía








Delirante. Diecinueve páginas de inflamada y lacrimosa retórica para no decir nada concreto. Torra ha recurrido una vez más al teatro para contarnos un cuento. El manido cuento del victimismo y de la épica que le permita mantener la ilusión entre sus huestes, cada día más cansadas y decepcionadas.

Torra ha anunciado un programa de ferias y festejos que empieza hoy y que acaba el día en que el Tribunal Supremo dicte sentencia. Una movilización permanente que piensa mantener gracias a una larga 'marcha' de la que ha hablado mucho pero de la que tampoco ha dicho nada. Solo vaguedades. Se trataría, según sus palabras, de 'una marcha por los derechos civiles, sociales y nacionales de Cataluña; una marcha de ciudadanos que toman la libre determinación de ser pueblo constituyente'.

Sin embargo, y a pesar de ser un discurso repleto de fantasías, autoengaños y mentiras que producen algo más que vergüenza ajena, Torra no ha amenazado con ninguna acción política de su Govern que comporte dar un solo paso fuera de la ley. Dice que no aceptarán una sentencia condenatoria de los políticos presos, pero ni tan solo ha insinuado el desacato o la desobediencia. Lo único que ha dicho es que se reunirán para ver que hacen.

Ha insistido en que recuperaran las leyes 'sociales' que aprobaron demagógicamente sabiendo que serían tumbadas por los Tribunales por invadir competencias del Estado. Pero por recuperar, tanto puede entenderse que harán lo mismo y volverán a ser tumbadas o que las volverán a legislar pero esta vez dentro de sus competencias.

Pide un referéndum de autodeterminación PACTADO y sin plazos. Y lo pide porque el referéndum unilateral del 1-O no sirvió para nada, excepto para ir a la cárcel. Por lo que se refiere a la constitución de la República catalana lo remite a las entidades civiles, invitándolas a iniciar la 'primera fase del camino hacia un proceso constituyente' que compara -Valga'm Déu!- con el  Congreso de Cultura Catalana que se desarrolló entre 1975 y 1978 de la mano del Colegio de Abogados de Barcelona.

Lean -si pueden- el discurso y lo comprobarán: mucha retórica pero ni una sola propuesta concreta que signifique unilateralidad o desobediencia. Torra y sus amigos no quieren volver a perder la autonomía, esa atalaya que les permite seguir en el poder ondeando la ficción de la república catalana.


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