divendres, 3 de gener del 2020

Las muertes de Soleimani y Mahdi son estratégicamente más importantes que las de Bin Laden y Baghdadi


El general iraní Qassem Soleimani, jefe de la fuerza de élite Quds, y el comandante de la milicia iraquí pro iraní Abu Mahdi al-Muhandis


@HeshmatAlavi

“La mitad de los muertos en Siria lleva su acta de defunción”.

Así describía un profesor universitario experto en temas de Medio Oriente a Qassem Soleimani, el brazo implacable del ayatollah Alí Khamenei. 

El militar iraní era el jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés) –recientemente declarada organización terrorista por los Estados Unidos– y comandante de las Fuerzas Al Quds, el cuerpo de élite que opera en el exterior.
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BBC Mundo.- A este general iraní se le atribuye haber definido la estrategia que ayudó al presidente Bashar al Asad a cambiar el curso de la guerra contra las fuerzas rebeldes en Siria, al mismo tiempo que tomaba el control de la milicias chiitas en Irak, que recibían apoyo y entrenamiento de Irán.
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Abu Mahdi al-Muhandis (nombre real Jamal Jafaar Mohammed Ali Ebrahimi) era el comandante militar iraquí que lideraba la alianza paramilitar Fuerzas de Movilización Popular, como jefe adjunto. Mantuvo conexiones con la Fuerza Quds, la unidad especial iraní de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica encargada de las operaciones internacionales.
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Se lo merecía 

En estos últimos meses previos a la muerte de Soleimani, Irán ha desatado una campaña regional de provocaciones. En 2019 fue perpetró actos de piratería contra barcos de pabellón extranjero en el crucial Estrecho de Ormuz, así como un ataque contra petroleros internacionales “sofisticado y coordinado”, según los países que lo padecieron. También derribó un costosísimo drone de vigilancia norteamericano, y efectuó un ataque también muy sofisticado contra la mayor instalación de procesamiento de petróleo de Arabia Saudí.

Teherán no recibió una respuesta proporcional a todo eso por parte de Occidente.

En diciembre, milicias chiíes controladas por Irán pusieron en su mira instalaciones militares americano-iraquíes con ataques misilísticos cada vez más sofisticados. Se contaron hasta diez ataques antes de que, el día 16, el secretario norteamericano de Defensa, Mark Esper, demandara al Gobierni iraquí que contribuyera a la prevención de los mismos. En vano. El día 28, un ataque con cohetes se cobró la vida de un contratista y tres soldados norteamericanos. EEUU reaccionó llevando a cabo ataques contra posiciones iraquíes y sirias de la milicia proiraní responsable.

Pero Teherán no se detuvo.

En una dramática escalada, manifestantes leales a la milicia proiraní Kataib Hezbolá sitiaron la embajada norteamericana en Bagdad, lo que dejó atrapados en la misma a diplomáticos y otros funcionarios estadounidenses y comprometió la presencia de EEUU en Irak. El Pentágono interceptó información de inteligencia sobre más ataques contra diplomáticos norteamericanos ordenados por Soleimani. Ataques inminentes. El presidente Trump actuó de manera preventiva.

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A Soleimani, el "virrey de Irak", le mató la suficiencia







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