Era poco antes de las doce del mediodía y el colegio electoral estaba lleno, señal de una participación elevada.
El ambiente: relajado, tranquilo y alegre. Y en el rostro de la gente se percibía unas ganas desbordantes de votar.
Lástima que, una vez más, el voto no sea del todo secreto. La gente debe seguir cogiendo la papeleta ante la mirada, discreta o indiscreta, cómplice u hostil, de interventores, militantes, amigos o amiguetes de los distintos partidos que se concentran en los colegios electorales.
Sin embargo, contra viento y marea, en los momentos políticos cruciales los ciudadanos responden y se sienten orgullosos de su democracia.
Esperemos que su voto sirva para consolidarla y no para romperla.
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