dijous, 28 de desembre del 2017

¿El futuro es medieval?


¿Es posible que el ciberespacio y la globalización económica estén empujando el mundo moderno hacia un retorno a la Edad Media?

Han transcurrido un par de décadas desde que Hedley Bull, por entonces profesor de relaciones internacionales de Oxford, ya fallecido, planteó la posibilidad de que el sistema de naciones-Estados vigente fuera sustituido por "un equivalente moderno y laico del tipo de organización política que existió en el Occidente cristiano durante la Edad Media". Desde entonces, numerosos investigadores han procurado explicar los cambios en el mundo actual estableciendo analogías con la Europa medieval.

Este neomedievalismo se fundamenta, básicamente, en que diversas presiones han llevado al sistema moderno de naciones -cuyo origen se remonta, por lo general, al Tratado de Westfalia (1648), que puso fin a la Guerra de los Treinta Años- a una situación, si no ya de total desmoronamiento, al menos de indudable y profundo debilitamiento.

Dispersión de la autoridad

En otro tiempo, las naciones-Estados ejercían una soberanía absoluta sobre un territorio claramente definido, "atando en un haz" -como dijo James Anderson, docente de la Universidad Abierta de Gran Bretaña- las responsabilidades por todos los aspectos de la vida "civil, moral y espiritual" de sus ciudadanos. No existía ninguna autoridad por encima del soberano de ese Estado, ya fuese un rey o un parlamento.

Hoy, las naciones-Estados ven cómo su haz de responsabilidades tradicionales es "desatado" por una combinación de fuerzas. El surgimiento de las multinacionales y los mercados globales limitan su influencia económica. El ciberespacio e Internet no pertenecen a nadie. Las naciones-Estados delegan una parte cada vez mayor de su soberanía al agruparse en organizaciones internacionales, reconociendo que muchas de sus aspiraciones sólo pueden lograrse mediante una acción concertada.

Esto hace que el ciudadano moderno pueda verse sometido a toda una gama de autoridades que, a menudo, se superponen.

Por ejemplo, un habitante de la Unión Europea ve moldeada su vida por las decisiones de las autoridades locales, los parlamentos nacionales, los eurócratas sin rostro de la Comisión de Bruselas y una hueste de entidades internacionales tales como la OCDE, numerosas agencias de la ONU y, desde el 1º de enero, el nuevo Banco Central europeo con su nueva moneda única, el euro.

Antes de la nación-Estado

La complejidad y dispersión crecientes de la autoridad moderna despiertan en algunos investigadores el recuerdo de la Edad Media, cuando aún no se había inventado la nación-Estado, los límites de los reinos solían ser vagos y quedaban librados a las circunstancias de las guerras y los matrimonios dinásticos, y muchos centros de poder diferentes competían por las influencias.

"En vez de basarse en el territorio -dice Anderson-, la soberanía política más bien era compartida por una amplia variedad de instituciones laicas y religiosas y diferentes niveles de autoridad: nobles y señores feudales, reyes y príncipes, gremios y ciudades, obispos, abades y papas."

"En la Europa medieval, el poder político y la autoridad no estaban definidos en forma geográfica -sostiene Stephen J. Kobrin, de la Universidad de Pensilvania, en un trabajo publicado recientemente por el Journal of International Affairs-. Tal vez tampoco lo estén en una economía mundial digitalizada, organizada en redes electrónicas superpuestas. Pensar en la Edad Media, el último período premoderno, quizá nos ayude a imaginar posibilidades para un futuro posmoderno."

Se entrevén otros paralelos. Acaso el cristianismo ya no sea la religión universal, pero algunos, particularmente en los Estados Unidos, sostienen que la democracia y los mercados libres están próximos a desempeñar un papel similar como una ideología de aceptación casi universal.

Richard Matthew, politicólogo de la Universidad de California (Irving), ha sugerido que el ecologismo está a punto de convertirse en una versión contemporánea del cristianismo por ser una causa global que trasciende las fronteras nacionales.

Kobrin cree que, al empezar a desmoronarse el mundo de las naciones-Estados independientes, se ha emprendido la búsqueda de "un centro", de algún organismo con la autoridad universalmente aceptada que reclamaban para sí los papas medievales. No sólo la ONU, sino casi todas las organizaciones intergubernamentales existentes fueron creadas después de la Segunda Guerra Mundial. "Es algo así como el anhelo medieval de restaurar el Imperio Romano", señala.

Castillos y señores

También descubre un paralelo entre los castillos, servidores y ejércitos privados de la aristocracia medieval y el aumento de la criminalidad, los barrios cerrados y las agencias de seguridad privadas en el mundo actual. Ve en esto un síntoma de debilitamiento del tradicional monopolio estatal del poder coercitivo.

En su descripción del colapso de la autoridad civil en gran parte del África Occidental, el escritor Robert Kaplan advierte que en algunas regiones las naciones-Estados van siendo reemplazadas por "un esquema de ciudades-Estados, barriadas-Estados y regionalismos nebulosos y anárquicos" que recuerdan los siglos de oscurantismo transcurridos entre la caída de Roma y el mundo medieval.

A su juicio, y el de otros, se diría que nos encaminamos hacia el futuro retrocediendo.

PAUL LEWIS | THE NEW YORK TIMES (2-01-1999)
Original en inglés, aquí

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