dimarts, 15 de setembre del 2015

Mas no existe [Salvador Sostres]

Lo más aproximado que puede decirse de Artur Mas es que no existe. Es simplemente un cuerpo vestido por su mujer que dice y hace lo que por detrás le apunta David Madí, la única inteligencia política de Cataluña y que eligió a Mas con el objetivo de darle forma hasta conseguir el producto que el presidente de la Generalitat es ahora y que representa, en este también detalladamente previsto escenario político que hoy vivimos. Mas es una botella que Madí ha ido llenando con el uso.

(...)

Madí se dio cuenta de que si nadie hacía nada por evitarlo Josep Antoni Duran i Lleida sería el elegido para suceder al líder convergente. Pujol nunca fue un entusiasta de Duran, pero creía que era el único con posibilidades de ganar a un creciente Maragall.

Una CiU liderada por Duran como candidato a la presidencia de la Generalitat habría perdido el matiz nacionalista para ganar intensidad democristiana, y ante la inminencia con que los hechos iban a precipitarse, Madí decidió que Mas era su hombre, aunque sólo fuera porque no tenía a otro. Madí admiraba la capacidad de trabajo y de sacrificio de su «conseller», y creyó que ya se ocuparía él le de darle el contenido político. El entonces consejero de Economía no tenía en aquella época ninguna idea concreta de Cataluña. Llegó a decirle a Arcadi Espada que la independencia le daba «pereza». Es decir, Mas no era ni siquiera nacionalista. La oportunidad era que Mas, por no ser, no era nada, y era escasa su articulación intelectual.

Madí tuvo entonces -en el año 2000- una larga conversación con Mas, y le convenció de que la estrategia para derrotar a Duran en la carrera por ser el candidato de CiU, era mostrar «músculo nacional», para conmover de un lado a Pujol. El hombre de hojalata compró el plan, y, siendo él en todo metódico y disciplinado, ejecutó cada orden de su jefe de gabinete.

Madí, con el entusiasmo de sus 29 años, se dedicó a la fontanería para defender las opciones de su candidato. No lo tenía fácil. La vieja guardia convergente, entre ellos Macià Alavedra e incluso Lluís Prenafeta, para quien Mas había trabajado en la empresa Tippel, apostaron por Duran por considerarle un mejor candidato. Pero poco a poco, Madí fue moldeando a su candidato, gestionando con brillantez su proyección mediática; y logró desmoralizar a Duran poniéndole toda clase de trampas, haciendo circular rumores intencionados y convirtiendo cada cosa que el hombre intentaba hacer en algo turbio y que aparecía absolutamente desdibujado en los medios de comunicación.

Fue la primera «campaña electoral» de Madí, casi sin recursos. La ganó en 2001, cuando Pujol finalmente se decantó por Mas y le nombró conseller en Cap (consejero jefe), cediéndole todo el protagonismo. Madí tenía dos años para convertir a Mas en un líder capaz de derrotar a un Maragall que ya se veía presidente y daba las elecciones por ganadas.

Hay una conversación crucial entre Madí y Pujol en los días posteriores a la designación de Mas como candidato. El entonces presidente felicitó a Madí por su victoria, pero conociendo al joven y a su abuelo le quiso advertir de algo para él muy serio: «Yo he confiado en ti -le dijo-, pero tú tienes que prometerme que jamás le harás cruzar a Mas la línea roja de la independencia». Madí le respondió que la independencia era su único objetivo y que no descansaría hasta conseguirla. La confesión de Pujol, quince años después, tiene mucho que ver con aquella conversación: el presidente gozaba de la protección del Estado para que su familia pudiera hacer toda clase de negocios, a cambio de mantener el separatismo bajo mínimos. Lo que con Madí se le fue de las manos tuvo Pujol que pagarlo el año pasado, y para salvar a sus hijos de la cárcel confesó algo impreciso y puede que falso para dinamitar el proceso soberanista. Consiguió las dos cosas: el independentismo quedó tocado y sus hijos están empezando a ser desimputados. Seguid leyendo...


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